DUMAR ARLEY DAZA CRISTANCHO.
Enviado por JULIETH ROMERO • 3 de Octubre de 2016 • Ensayo • 532 Palabras (3 Páginas) • 152 Visitas
DUMAR ARLEY DAZA CRISTANCHO.
Mi opinión, frente a la Revolución Francesa y en especial el hecho de que se hubiese dado en ese siglo es, a mi modo de ver triste y lamentable. Con siglos de anticipación el hecho histórico habría desembocado en adelantos sociales y tecnológicos para la humanidad, sin que recordara el dolor de la injusticias, muertes y desigualdades sociales que marcaron al hombre en ese proceso de categorizar y valorar al hombre como digno para los demás y para sí mismo.
Uno de los factores que más me agrada recordar de la Revolución Francesa, es que a parte de la “emberracada” que se pegaron los franceses debido la concentración de la riqueza y poder en unos pocos y “los mismos de siempre”, que desemboco consecuencia a nivel político, económico y social, es el hecho de que el ser humano dejo el pensamiento secular y arrodillado a la religión “Católica Apostólica y Romana” por la razón y el pensamiento laico, sin que ello discrepe de la fé en un Ser Supremo.
Para mí, el hecho de que el hombre pudiera ver, observar y pensar considerando superfluo la influencia del miedo y el terror que le infringía su religión, en especial las directrices de los líderes religiosos. Provocó que ante la ya desbordada desigualdad social, económica y política el hombre viera con otros ojos la condición de reclamar y exigir a los que para esa época ostentaban el poder mejores condiciones de vida, de participación, de derechos y libertades y hasta de obligaciones con la sociedad y consigo mismo.
Sin lugar a dudas que “el querer” sin “el hacer” no sirve de nada, incluso para lo que uno se proponga hoy en día es clave el “saber actuar”, no me imagino la impotencia y la desidia que provocaba ese régimen absolutista y totalitarista que existía para la época; “el hacer” era considerado más una fantasía, algo irrealizable que terminaba frustrando los sueños y esperanza de una país mejor.
Fue gracias a los intelectuales y a los que no se acobardaron ante el miedo y el terror, que los hombres se dieron de cuenta que los que sufrían eran más, muchos más y los que le doblegaban, y que en una afrenta con toda la situación posible: impuestos, decadencia de industria, monopolio de riquezas, el pueblo terminaría venciendo. Con cierto desconocimiento de cómo se debería estructurar el nuevo tipo de estado de los mecanismos y las instituciones los tropiezos no se hicieron esperar, y los peldaño que tuvieron que surtir igualmente. Es por ello que pienso que si el llamado “tercer poder” no se hubiese incrustado en la monarquía absolutista de momento, la burguesía no habría podido desarticular la estructura social y llamar al pueblo al radical cambio que se decantó en la Revolución Francesa.
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