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EMMA ZUNZ


Enviado por   •  28 de Mayo de 2014  •  Ensayo  •  447 Palabras (2 Páginas)  •  344 Visitas

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EMMA ZUNZ

Un hombre que mata por cobardía, una hija en busca de venganza y una filosofía que nadie comprende o mejor dicho que nadie puede dar solución, solo es el hombre capaz de entender e intentar interpretar para saber que es la vida. ¿la vida es real o ficción?, ¿El odio puede causar venganza?, ¿Cómo hacer que confié en ti el que traiciono a tu padre?

El catorce de enero de 1922, Emma, al volver de la fábrica de tejidos, halló en el fondo del zaguán una carta. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida con 9 o 10 líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que su padre había había fallecido. Un compañero de pensión de su padre firmaba la noticia, que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto. Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recordó los anónimos con el suelto sobre "el desfalco del cajero”, recordó que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era el antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo habían revelado, ni siquiera a su mejor amiga.

Desde la madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor, sino por ser un instrumento de la justicia, ella no quería ser castigada.) Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de aquel hombre.

Emma inició la acusación que tenía preparada ("He vengado a mi padre y no me podrán castigar..."), pero no la acabó, porque el señor ya había muerto. No supo nunca ni alcanzó a comprender. Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble... El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga... Abusó de mí, lo maté...

La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta

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