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ETICA INDIVIDUAL


Enviado por   •  11 de Junio de 2015  •  1.465 Palabras (6 Páginas)  •  141 Visitas

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¿Quién no conoce la historia de Abú Kasem y de sus babuchas? Las babuchas eran tan famosas - en realidad, proverbiales - en el Bagdad de su época como el gran avaro y codicioso mismo. Todo el mundo las miraba como el signo visible de su insoportable

avidez. Porque Abú Kasem era rico y trataba de ocultarlo. Y aun el más desharrapado

mendigo de la ciudad se habría avergonzado de que lo encontraran muerto con unas

babuchas como las que aquél usaba: hasta tal punto estaban recubiertas como un techo por tejas superpuestas de remiendos y añadidos. Espina encarnada y vieja historia para los remendones de Bagdad, se convirtieron finalmente en un refrán en boca del populacho.

Cualquiera que quisiera emplear un término para designar algo ridículo, recurría a ellas. Ataviado con esos miserables objetos - que eran inseparables de su personalidad pública-el celebrado mercader iba chancleteando por el bazar. Un día cerró un negocio singularmente afortunado: una gruesa partida de frasquitos de cristal que se ingenió para comprar por una bagatela. Luego, unos días después, remató el negocio, comprando una gran provisión de óleo de pétalos de rosas a un mercader de perfumes que había quebrado. La combinación constituyó un golpe comercial realmente bueno, y fue muy discutida en el bazar. Cualquier otro hubiera celebrado la ocasión de la manera usual, con un banquetito para algunas pocas relaciones comerciales. Pero Abú Kasem se sintió movido a hacer algo

por sí mismo. Decidió hacer una visita a los baños públicos, donde no se lo veía hacía

bastante tiempo.

En la antecámara, donde se dejan los vestidos y los calzados, se encontró con un conocido, que lo llevó aparte y le dio un sermón sobre el estado de sus babuchas. Se las acababa de sacar y todos podían ver lo imposibles que estaban. Su amigo le habló con gran preocupación de que se estaba haciendo el hazmerreír de la ciudad; un mercader tan avisado debería poder permitirse un par de babuchas decentes. Abú Kasem estudió las monstruosidades a las que había tomado tanto cariño. Luego dijo: "Hace años que vengo estudiando el asunto, pero en realidad no están tan gastadas como para que no las pueda usar". Dicho lo cual, ambos, desnudos como estaban, entraron a bañarse.

Mientras el avaro disfrutaba su poco frecuente satisfacción, el cadi (gobernador) de Bagdad llegó también para tomar un baño. Abú Kasem terminó antes que el excelso personaje, volvió al vestuario por su ropa. ¿Pero dónde estaban sus babuchas? Habían desaparecido y en su lugar, o casi en su lugar, había un par diferente, hermosas, lucientes, aparentemente recién estrenadas. ¿Sería una sorpresa del amigo, que no había podido soportar más el ver a su conocido, más rico que él, andando por ahí en guiñapos acabados y que quiso congraciarse

con un hombre próspero mediante una atención delicada? Cualquiera fuese la explicación,

Abú Kasem se las calzó. Le evitarían la molestia de ir de compras y regatear un nuevo par. Con estas reflexiones, y la conciencia limpia, se marchó de la casa de baños.

Cuando regresó el juez, hubo una escena. Sus esclavos otearon de arriba abajo, pero no pudieron encontrar sus babuchas. En su lugar había un par de repugnantes objetos hechos trizas, que todos reconocieron en seguida como el famoso calzado de Abú Kasem. El juez resoplaba fuego y azufre, mandó a buscar al culpable y lo puso entre rejas; el alguacil encontró la propiedad perdida en los pies del avaro. Y le costó mucho al viejo zorro arrancarse de las garras de la ley, porque el tribunal sabía tanto como cualquiera lo rico que era. Pero finalmente tuvo otra vez consigo sus viejas y queridas babuchas. Triste y dolido, Abú Kasem volvió a su casa, y en un arrebato de ira tiró sus tesoros por la ventana. Cayeron con un chapoteo en el Tigris, que se arrastraba cenagoso junto a su casa. Pocos días después, un grupo de pescadores del río creyó haber atrapado un pez particularmente pesado, pero cuando recogieron la red, ¿qué podían encontrar adentro sino las celebradas babuchas del avaro? Las tachuelas (una de las ideas de Abú Kasem para economizar) habían hecho varios desgarrones, y los hombres estaban, por supuesto, furibundos. Arrojaron aquellos objetos empapados y cenagosos por una ventana abierta. La ventana resultó ser la de Abú Kasem. Surcando el aire, sus restituidas

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