El Mito Del Eterno Retorno
Enviado por lokiiita123 • 7 de Octubre de 2012 • 425 Palabras (2 Páginas) • 779 Visitas
La obra de Mircea Eliade
Haciéndonos eco de las primeras palabras con que Eliade abre su prólogo, deberíamos encuadrar temáticamente su
ensayo dentro de una filosofía de la historia.
La historia, entendida ésta como sucesión temporal de hechos[i], se impone al hombre, en tanto único ser
concientemente sitiado entre un pasado que lo precede y un futuro que lo seguirá. La historia, es siempre la historia de
algo o de alguien, llámese un hombre, un pensamiento, una civilización o la misma humanidad. La historia, en sentido
absoluto no existe, pues perderíamos así al sujeto que se despliega en el tiempo; sin algo o alguien que acontezca,
dejamos de tener historia, y nos fundimos en la atemporalidad del Ser[ii]. Lo histórico cobra razón de ser frente a un sujeto
que aparece, se desarrolla, y luego desaparece.
Percibir la historia equivale por tanto a profundizar en los límites, y a buscar, lógicamente[iii], un sentido a ese período
acotado entre un principio y un fin. Se trata de un planteo en donde se enfrenta lo temporal (y por tanto finito) a aquello
que logra superar esta noción fatalmente limitada. Cabría entonces hablar bien de “lo atemporal”, bien de
“lo infinito”.
El primer término incumbe a las religiones, en tanto estas profesan la creencia en algo trascendente por sobre el cual ó
en el cual se desarrolla la historia. Una historia que termina al re-fundirse en esta noción atemporal. Esta acepción de religazón (que toda religión posee en su sentido etimológico) es la que lleva al autor a retomar el mito del eterno retorno
(esbozado por Schopenhauer y definido por Nietzsche), a fin de explicar la manera religiosa con que el hombre a sabido
dar respuesta al fenómeno histórico. La visión de una vuelta indefinida sobre un mismo ciclo de acontecimientos, llevaba al
homos religius a descreer de cualquier tipo de progreso (en su doble sentido de tiempo transcurrido y mejora) y por
tanto a buscar la abolición histórica. El ingreso en el illo tempore, en el tiempo divino fuera del devenir histórico, fue la
solución que la religión brindó a este problema.
Por otro lado, aquellas filosofías carentes de metafísica prefirieron el postulado de una postergación infinita del fin de la
historia. Se trata aquí de una afirmación de la historia en donde cualquier valoración de lo trascendente cae frente a la idea
de un perfeccionamiento continuo. Defensores de tal postura alegaban que tomar por válido el mito del eterno retorno
equivalía a negar el libre albedrío y el don de creatividad al género humano[iv]. Veremos luego como el autor, objeta
tales consideraciones,
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