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El Trabajo Del Siglo XIX


Enviado por   •  18 de Agosto de 2013  •  1.977 Palabras (8 Páginas)  •  1.209 Visitas

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TRABAJO Y TRABAJADORES EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX

El estudio de la organización del trabajo y de los trabajadores es esencial para entender la modernización de la actividad económica. En las páginas que siguen se presenta una visión de conjunto de la organización del trabajo en la España del siglo XIX: quiénes trabajaban, en qué sectores, bajo qué tipos de contratos o relaciones, en qué condiciones, con qué instrumentos y máquinas, a cambio de qué remuneración, desde qué edad, con qué formación y cualificación. Lo que vamos a ver es una de las transformaciones más profundas de la historia económica española: si a principios del siglo XIX la inmensa mayoría de la población trabaja en la agricultura y las manufacturas se producen en pequeños tallares familiares bajo el sistema gremial, a finales de siglo se ha iniciado el abandono masivo del campo, la gran fábrica mecanizada es el símbolo de la Industrialización, los salarios son el principal componente de la Renta Nacional, los trabajadores se están organizando en sindicatos, y el “problema obrero” se ha convertido en uno de los grandes problemas políticos del país.

Las fuentes para estudiar la organización del trabajo en el siglo XIX.

Las fuentes estadísticas que nos dicen cuántas personas trabajan y en qué sectores y actividades, quiénes buscan un empleo y quiénes están fuera del mercado de trabajo, como la Encuesta de Población Activa elaborada actualmente por el Instituto Nacional de Estadística, son muy recientes. Para el siglo XIX sólo podemos conocer esta información de forma aproximada. El primer Censo Nacional de Población es de 1857, y a partir de 1877 contamos con censos decenales que clasifican a la población según sus ocupaciones, pero, como veremos, estos datos son poco fiables. Para conocer la organización del trabajo a escala local (de un municipio, una comarca o incluso una provincia) los padrones son una fuente más real, sobre todo cuando recogen la ocupación de todos los miembros de las familias, incluidos los ausentes, aunque tampoco están exentos de problemas. La mejor solución es la más laboriosa: utilizar todas las fuentes posibles, siempre teniendo en cuenta qué tipo de ‘trabajador’ construye y reconoce cada una.

¿Quiénes trabajaban? Activos, ocupados y parados.

La población española pasó de 11 millones en 1800 a 18 millones y medio en 1890. ¿Qué porcentaje de esta población correspondería a lo que hoy llamamos activa, es decir, que está en el mercado de trabajo como ocupado o buscando empleo? Ya hemos dicho que no hay ninguna fuente en el siglo XIX para conocer la población activa, ni la ocupada ni la parada.

Podríamos suponer que, excepto quienes no podían hacerlo por su edad (demasiado niños o demasiado viejos) o por incapacidad física o mental, el resto de la población trabajaba para vivir. Pero el problema no es tan sencillo. La Estadística laboral y la Economía del Trabajo aplican al siglo XIX la definición actual de actividad, es decir, consideran trabajador a quien participa en el mercado de trabajo (activo), bien porque tiene un empleo (activo ocupado) o porque aunque no lo tiene lo busca (activo parado). Se entiende por empleo una ocupación estable y remunerada. Esto significa que la actividad no remunerada (por ejemplo, el trabajo doméstico) no se considera trabajo, y que a los individuos que desempeñan una actividad no remunerada (como las amas de casa) se les define como inactivos (es decir, que no contribuyen a la creación de riqueza del país). La suma de inactivos y activos (activos ocupados y activos parados) nos da la población potencialmente activa, es decir, la que tiene edad de trabajar (fácil de calcular en nuestras sociedades porque hay una edad legal para empezar a trabajar y para retirarse del mercado de trabajo, por ejemplo, en nuestros días la población potencialmente activa es la que tiene entre 16 y 65 años). Los censos también excluyen una gran parte del trabajo que hoy llamamos negro o sumergido, el que hacen trabajadores sin contrato, en su domicilio, en el de otros (como las criadas domésticas) o en talleres ilegales. El gobierno no tenía (oficialmente) conocimiento de su existencia, no percibía impuestos por la riqueza generada por esta actividad económica, y no reconocía como trabajadores a los empleados.

La estructura del empleo

La distribución sectorial de la población trabajadora se considera un indicador muy significativo del estadio de crecimiento económico. Una población mayoritariamente ocupada en el sector primario (agricultura, pesca, minería, explotación forestal) indica una economía sin industrializar, con baja productividad del trabajo, no capitalizada; y a la inversa, un porcentaje del 5 o 6% de la población activa dedicado al sector primario (como tiene España hoy día) supone que son los sectores industrial y de servicios los dominantes, y que la agricultura se ha capitalizado, haciendo aumentar la productividad del trabajo de forma que unos miles de ocupados agrícolas producen hoy mucho más que los millones de campesinos de hace un siglo. La estructura de la ocupación depende de la demanda de trabajo de cada sector, que depende a su vez de la estructura económica. A medida que la industria y los servicios crecen, crece la población ocupada en el sector secundario (industria y construcción) y terciario (servicios públicos como la administración, la enseñanza y la sanidad, y privados, como el servicio doméstico, el comercio y el transporte), aunque el empleo industrial, donde la productividad por trabajador es más alta que en el terciario gracias a la mecanización, crecerá menos.

.EL TRABAJO EN EL SECTOR PRIMARIO

Las condiciones climáticas, la calidad de la tierra y la pluviosidad son muy distintas en las diferentes regiones de España, y por eso no puede hablarse de la agricultura española, ni del trabajo agrícola, en singular: hay varias agriculturas y por tanto varios sistemas de trabajo agrícola. En las tierras cantábricas y las zonas de alta montaña se producían sobre todo pastos, cereales que soportan mucha humedad, como el maíz, y tubérculos como la patata. La ganadería, que exige un trabajo constante a lo largo del año, era la actividad

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