El sistema mexicano

El sistema mexicano (SPM) se podría entender como el conjunto articulado de las prácticas y relaciones de poder efectivamente vigentes en una sociedad. Es el ámbito práctico de un gobierno, pues la parte formal estaría compuesta por las leyes y normas. Lo deseable es que tal sistema debería tender a un orden político resultante de la interrelación de sus elementos (actores e instituciones). Esto se logró, de alguna medida, desde 1929 hasta 1988 cuando el modelo político ya no dio más de sí, quedó agotado y se mantenía con base en reglas autoritarias.

Antes de la alternancia presidencial el SPM tenía como núcleo central el binomio Presidente de la República-Partido del Gobierno, y de ahí emanaba la fuente de poder a partir de la cual se alimentaba todo el mecanismo socio-político. La burocracia, los niveles de gobierno (Federal, Estatal y municipal), los Poderes de la Unión (Legislativo y Judicial), los partidos políticos, las organizaciones sociales y corporativizadas, los medios de información y el mismo Ejército estaban a expensas del núcleo de poder. La forma gráfica que adoptaba era un símil con un sistema solar.

Hoy las cosas son distintas, el anterior esquema está roto y aún no hemos organizado otro nuevo y diferente, las relaciones sociales y políticas entre los niveles de gobierno y la sociedad operan a partir de un híbrido de viejas y nuevas reglas. Por ello es que observamos hechos novedosos, espectaculares, contradictorios, desordenados, como si se tratara de un navío al que le han cortado las amarras y aún no encuentra la brújula y el plan de ruta para buscar el puerto de la consolidación democrática. Lo retante es que ya no podemos anclar el pasado, el viejo esquema difícilmente podría ser reconstruido, la sociedad no permitiría la regresión.

Perspectivas del proceso político actual*

Nos encontramos en un momento difícil para nuestro país. Un momento en que confluyen dos grandes procesos: por un lado, la crisis del modelo neoliberal (que se instauró desde el régimen de Miguel de la Madrid hasta la actualidad) y, por otro, el fracaso de un pacto político que se inició en el decenio de los años setenta y que pasaba por el respeto a las formas de la democracia política liberal. Los dos aspectos se encuentran interrelacionados, aunque el segundo surge en el periodo anterior.

La ruptura del acuerdo político

En los años setenta del siglo pasado, la mayoría de las fuerzas políticas del

país llegaron al acuerdo con el gobierno para reconducir la lucha política por la vía democrática (reforma política de 1978). Con ello, se pretendía detener la violenta confrontación que se había generado entre el gobierno y la izquierda, a partir de las condiciones de injusticia y la ausencia de libertades que prevalecían en nuestro país y que culminaron en la matanza del 2 de octubre de 1968. En efecto, la sangrienta represión al movimiento estudiantil parecía anunciar la instauración de un régimen neofascista

A partir de esa situación, Miguel de la Madrid inició una serie de acciones que implicaban, por un lado, el freno al proceso democrático en marcha y por otro, la adopción de las políticas económicas establecidas por el fondo monetario internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) y que constituían la nueva estrategia mundial del capitalismo transnacional2. Al final del régimen de Salinas, en enero de 1994, entró en vigor el “Tratado de Libre Comercio” que había sido firmado por los representantes de México, Estados Unidos y Canadá. Todo mundo recordará que el gobierno de Salinas creó, en forma mediática, un estado de ánimo entre la población en el sentido de que el TLC era la puerta de entrada al “primer mundo”. El pueblo fue engañado una vez más. Para muchos especialistas sólo se trataba de regular la dependencia de México hacia Estados Unidos. A doce años de vigencia del tratado se puede establecer la inequidad del mercado; la absorción

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