Esplendor de la Iglesia en la Época Medieval
Enviado por Ramon Cordero Camarena • 3 de Diciembre de 2017 • Ensayo • 2.870 Palabras (12 Páginas) • 226 Visitas
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
COLEGIO DE HISTORIA Y ESTUDIO DE HUMANIDADES
HISTORIA MEDIEVAL
Mtro. Moisés Alberto Saldaña Martínez
El esplendor de la Iglesia en el siglo XIII
Ramón Cordero Camarena
1620067
4°Semestre
Ciudad Universitaria, San Nicolás de los Garza Nuevo León. 1 de Junio de 2016
Introducción
Es en el siglo XIII cuando se logra un esplendor o un equilibrio medieval, este siglo se caracteriza por la hegemonía del papado y la de Francia. Es un siglo en que continúan las cruzadas, y en que nacen las grandes órdenes mendicantes, como la de san Francisco de Asís y la de santo Domingo de Guzmán; es también el siglo que ve aparecer la inquisición, y admira las expediciones de Marco Polo por el lejano oriente; es el siglo de las universidades y de las grandes lumbreras intelectuales, como san Alberto Magno y su discípulo santo Tomás de Aquino; es el siglo del arte gótico; es el siglo de la Carta Magna o Constitución, la cual limitaba los derechos absolutos de los reyes.
Corresponde a este ensayo señalar cuales fueron los principales cambios que se hicieron en torno a la Iglesia, cuáles fueron las acciones tomadas por los papas de ese siglo, destacando a Inocencio III, Inocencio IV, Clemente IV, Gregorio y Bonifacio VIII, el desarrollo de la vida intelectual, el nacimiento de las ordenes mendicantes, pero también señalar brevemente los combates que tuvo la Iglesia en contra de los herejes, más específicamente con los cataros, y cuáles fueron los procesos que se llevaron a cabo para vencerlos.
El esplendor de la Iglesia en el siglo XIII
La Iglesia en la Edad Media fue una institución muy poderosa ya que fue una época profundamente religiosa. Es por eso que la Iglesia católica tuvo mucha influencia sobre la sociedad y, aunque existían otros credos y creencias Europa era en gran parte cristiana. Sin embargo la época que se destaca por un gran esplendor es el siglo XIII y es del que propiamente se hablara a continuación.
1. Hegemonía papal y principales cambios
Desde la caída del imperio en Europa, solo había quedado el papa como poder universal, convirtiéndose en una monarquía completamente universal. Los bienes pontificales se alimentaban con el dinero de San Pedro donde estaba sometida Inglaterra y Aragón y las cuotas habían sido cada vez mayores (anatas, reservas, derecho de palio, derechos de indulto, etc.). “Este conjunto de cuotas es el que constituye el tesoro de la Santa Sede, poniéndola en condiciones de desempeñar el papel universal que le corresponde, de cooperar a las cruzadas, mantener misiones y de añadir a su influencia espiritual la influencia absolutamente terrenal, de oro”[1].
Además la circulación monetaria se perfecciono e iba sustituyendo al sistema de tributos en especie, por tanto, la fiscalía pontificia pudo desarrollarse hasta los extremos límites de la autoridad papal, y posteriormente aparecen las cuotas pontificales, consecuencia de un verdadero sistema de impuestos en los Estados. Pirenne que el papa utiliza para su percepción la organización capitalista que había comenzado a desarrollarse en los municipios italianos[2]. Los encargados de recaudar y entregar rentas al papa eran los mercaderes y banqueros de Siena y Florencia. Nacen los primeros papeles de crédito, consecuencia de que los papas tuvieron relación íntima con las gentes de negocios.
Durante esta época de esplendor, los papas que dirigieron la Iglesia hicieron algunos cambios que favorecieron a la hegemonía pontificia; a continuación se señalaran algunos aspectos que resaltan de cada periodo de los papas más destacados.
Alejandro III ocupo el trono papal de 1159 a 1181, durante su periodo es cuando se realiza la monarquía pontificia y por tanto, es cuando se da el apogeo del poder pontificio; proclamo el monopolio de la Santa Sede en materia de canonización, esto significaba que toda perfección o santidad debía ser aprobada únicamente por la Santa Sede. Además en 1179 con el Tercer Concilio de Letrán, reserva a los cardenales el monopolio para llevar la elección del papa fijando en dos tercios el número de votos requerido.
Inocencio III estuvo al frente de la Iglesia católica de 1198 a 1216; durante este periodo se admitía cierta independencia del poder temporal considerando que el emperador pudiese estar por encima del papa en lo temporal, pero no en lo espiritual; se afirma su derecho temporal predominante y su jurisdicción moral y religiosa; se establece que el papado puede juzgar a los reyes y a los emperadores, cuando estos no se comportaran como príncipes cristianos. Además no solo se declara al papa como vicario de Pedro, sino, vicario de Cristo; y el derecho canónico[3] asegura la primacía pontificia.
Importante también señalar que Inocencio III decreta una taza destinada para la cruzada: el diezmo, correspondiente a la décima parte de las rentas de todos los beneficios. Sin embargo, terminada la cruzada el diezmo sigue siendo recaudado bajo otros pretextos, convirtiéndose en un impuesto permanente. Además convoca el IV Concilio de Letrán en 1215, donde se realiza auténticamente la idea de ecumenidad, se muestra que la convocatoria del Concilio se convierte en uno de los tantos privilegios exclusivos del papado, lo que muestra la unión existente entre la monarquía pontificia. Estos concilios eran convocados “ya que no para participar en el gobierno de la Iglesia, por lo menos para que definieran su propia evolución”[4].
Inocencio IV quien estuvo al frente de 1243 a 1254, proclama que el papa posee una gran autoridad en todas las actividades humanas, lo que le permite dar órdenes cuando quiera; tiene el poder de atar y desatar todas las cosas y todas las gentes incluido el emperador. “Destaca que el papa no solo se halla por encima de las naciones, sino, además, de los reinos y de los reyes[5]. Finalmente el papa es definido como “priceps legibus solutus”[6].
Gregorio X, además beato, estuvo de 1272 a 1276 en la Santa Sede, este impone al II concilio de Lyon[7] la organización del cónclave, para evitar los largos interregnos, los cismas y las impugnaciones; además Gregorio X se había preparado para la unión de las Iglesias, enviando en 1273 una embajada a Constantinopla a Miguel Paleólogo e induciendo al rey de Sicilia, Carlos y a Felipe emperador latino de Constantinopla a moderar sus ambiciones políticas.
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