GUIA PARA LEER MEDEA
Enviado por tamd • 9 de Mayo de 2014 • 2.620 Palabras (11 Páginas) • 356 Visitas
GUÍA PARA LEER MEDEA
El mito de Medea
Es hija de Eetes, rey de la Cólquida y de la Oceánida, Idía. Versada en pócimas y encantamientos, a través de éstos ayuda a Jasón a conseguir el vellocino de oro.
Era sacerdotisa de Hécate, que algunos consideran su madre y de la que se supone que aprendió los principios de la hechicería junto con su tía, la maga Circe. Así, Medea es el arquetipo de bruja o hechicera, con ciertos rasgos de chamanismo. Su historia está muy unida a la de Jasón y los Argonautas.
Cuando Jasón y los argonautas llegaron a la Cólquida y reclamaron el vellocino de oro, el
rey Eetes les prometió que se lo entregaría sólo si eran capaces de realizar ciertas tareas
aparentemente imposibles. En primer lugar Jasón tenía que uncir dos bueyes que exhalaban
llamaradas de fuego por la boca y arar un campo con ellos. Una vez arado debería sembrar en los surcos arados los dientes de dragón que Eetes le dio. Jasón aceptó las condiciones, a pesar de que salir airoso de la prueba se le antojaba imposible.
Sin embargo Medea, enamorada de Jasón, visitó esa misma noche su tienda y le proporcionó pociones, ungüentos mágicos e instrucciones precisas para lograrlo. Invulnerable al fuego y poseedor de una fuerza sobrenatural pudo el héroe someter a los bueyes y uncirlos al arado, roturando a continuación la porción de tierra acordada. Después, tras arrojar los dientes en los surcos, se retiró a observar cómo de cada diente surgía un soldado esqueleto: los hombres sembrados, fuertemente armados. Tras esperar pacientemente a que se desarrollas en completamente un gran número de ellos, y siguiendo los consejos de Medea, arrojó una enorme piedra entre los soldados y éstos, que no sabían quién la había arrojado, lucharon encarnizadamente entre sí por hacerse con ella hasta la muerte. Finalmente, aún bajo los efectos de las pociones mágicas de Medea, Jasón acabó con los que quedaron en pie.
Tras salir airoso de esta prueba, Eetes se enojó sobremanera y se negó a cumplir su parte del trato. Guiados entonces por Medea los argonautas llegaron al bosque donde se escondía el Vellocino de Oro, donde Medea exhortó a los presentes a evitar ser hipnotizados no
mirando a los ojos a su guardián, una serpiente enorme que jamás dormía. Ayudada de unas
hierbas especiales y sus propios poderes hipnóticos Medea logró dormirla permitiendo así que
Jasón cogiera el preciado trofeo y pudieran todos regresar con él a su patria.
Jasón y el Dragón. El dragón barbudo regurgita, mientras Atenea, con el casco y apoyada sobre la lanza, le observa. El vellocino de oro está colgando de un árbol detrás del dragón. (Copa ática de figuras rojas, Museo Gregoriano Etrusco Vaticano, Vatican City, 500 a.C.)
La expedición de los argonautas partió entonces con la compañía de Medea ya que, sabedora de que su traición nunca sería perdonada y enamorada perdidamente de Jasón, había rogado poder huir con la expedición a cambio de sus servicios. Jasón no solo había accedido sino que prometió hacerla su esposa, jurándole que le sería siempre fiel. Eetes mandó entonces a su hijo mayor Apsirto al frente de una gran flota a perseguirlos. Cuando logró al fin darles alcance, Jasón acordó con Apsirto entregar a Medea a cambio de poder continuar su viaje con el Vellocino. Pero Medea urdió nuevamente una estratagema para que su hermanastro se presentase solo a la negociación, lo que aprovechó Jasón para asesinarle a traición y arrojar su cuerpo, troceado en múltiples pedazos, al mar. El desconsolado Eetes tuvo que entrenerse recogiendo uno por uno los restos de su hijo, lo que dio ventaja a los argonautas para que pudieran escapar.
Existen varias versiones acerca de la ruta que siguieron los argonautas a partir de entonces, ya que la versión que nos ha llegado se pone en duda al requerir un trayecto por tierra por media Europa (bien vadeando ríos navegables, bien arrastrando por tierra firme su nave Argos).
El viaje de Jasón
Cuando los argonautas llegaron a Creta después de esperar a que Circe purificara a Medea por
el asesinato de Apsirto y de atravesar el estrecho de Escila y Caribdis y sobrepasar los dominios
de las sirenas, les fue imposible tomar tierra, pues la isla estaba custodiada por Talos, el gigante de bronce. Talos tenía una única vena que le llegaba desde el cuello al tobillo y que estaba rematada en un clavo que evitaba que se le saliese la sangre. Medea hizo beber al gigante una poción prometiéndole que le haría inmortal, pero que en realidad era un potente somnífero. Después le sacó el clavo y dejó que se desangrara, pudiendo así arribar a Creta y de aquí a Yolcos, la patria de Jasón.
Mientras Jasón buscaba el vellocino de oro, Hera seguía maquinando su forma de vengarse del rey Pelias, al que odiaba profundamente. Utilizó artimañas para hacerle enamorarse de Medea, pues la diosa pensaba que esa terrible mujer lo acabaría matando tarde o temprano. Cuando Jasón y Medea llegaron a Yolcos, Pelías se negó a entregarle el trono, a pesar de que habían traído el vellocino. Medea conspiró entonces para que fueran las propias hijas
La muerte de Talos. Medea, a la izquierda, vestida de forma oriental, delante de la nave Argo, llevando su cofre de pociones mágicas, mientras que los Dióscuros retienen a Talos que cae hacia atrás. Poseidón, a la izquierda, con el tridente, observa, junto a Anfítrite.
(Crátera de volutas áticas, Museo Jatta, Ruvo, Italy, 400 a.C.)
Medea y el caldero. Pelias, con cabellos blancos, sentado y portando su cetro, observa a Medea hacer la demostración de su proceso de rejuvenecimiento con un cordero. (Hydria ática de figuras negras, 400 a.C.) de Pelías las que acabasen con él: Caracterizada como una anciana sacerdotisa hiperbórea de la diosa Artemisa les demostró que se podía rejuvenecer a un anciano troceando a Esón (el padre de Jasón) e hirviendo los pedazos en un caldero. Al instante un Esón rejuvenecido saltó de él. Pero cuando las hijas de Pelías, exceptuando la menor de ellas, con la mejor intención, hicieron lo mismo, éste no sobrevivió. A pesar de haberse librado ya de Pelías, los habitantes de Yolco aborrecieron el magnicidio y Jasón y Medea se vieron obligados a dejar Yolcos partiendo hacia Corinto, llamados por los habitantes de esta ciudad sobre la que Medea pretendía tener derechos al trono.
Allí Jasón, ambicioso y cansado ya de su esposa bárbara, acordó con el rey Creonte abandonar a Medea, a la que el Rey pretendía expulsar de Corinto, para unirse a su hija la princesa Glauca. Medea entonces, arrastrada por los celos, envió a Glauca como regalo de bodas un manto de irresistible belleza. Cuando Glauca lo recibió
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