Gerra De Peloponeso
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La Primera Guerra Médica[editar]
Artículo principal: Primera Guerra Médica
(Libro VI de la Historia de Heródoto)
Darío I, rey de los persas entre 522 y 486 a. C.
Tras el duro golpe dado a las polis jonias, Darío I se decidió a castigar a aquellos que habían auxiliado a los rebeldes. Según la leyenda, preguntó: «¿Quién es esa gente que se llama ateniense?», y al conocer la respuesta, exclamó: «¡Oh Ormuz, dame ocasión de vengarme de los atenienses!». Después, cada vez que se sentaba a la mesa, uno de sus servidores debía decirle tres veces al oído «¡Señor, acordaos de los atenienses!».1 Es por esto que encargó la dirección de la represalia a su sobrino Artafernes y a un noble llamado Datis.
Mientras tanto, en Atenas algunos hombres ya veían los signos del inminente peligro. El primero de ellos fue Temístocles, elegido arconte en 493 a. C. Temístocles creía que la Hélade no tendría salvación en caso de un ataque persa, si Atenas no desarrollaba antes una poderosa marina.
De esta forma, fortificó el puerto de El Pireo, convirtiéndolo en una poderosa base naval, mas pronto surgiría un rival político que impediría el resto de sus reformas. Se trataba de Milcíades, miembro de una gran familia ateniense huida de las costas del Asia Menor. Se oponía a Temístocles porque consideraba que los griegos debían defenderse primero por tierra, esperanzado en la supremacía de las largas lanzas griegas contra los arqueros persas. Los atenienses decidieron poner en sus manos la situación, enfrentando así la invasión persa.
La flota persa se hizo a la mar en el verano de 490 a. C., dirigidos por Artafernes, conquistando las islas Cícladas y posteriormente Eubea, como represalia a su intervención en la revuelta jonia. Posteriormente, el ejército persa, comandado por Datis, desembarcó en la costa oriental del Ática, en la llanura de Maratón, lugar recomendado por Hipias (anterior tirano de Atenas, a favor de los persas desde su exilio) para ofrecer batalla, por considerarla el mejor lugar para que actuara la caballería persa.
Maratón (septiembre, 490 a. C.)[editar]
Artículo principal: Batalla de Maratón
Milcíades, avisado del desembarco persa, exhortó a los atenienses a hacerles frente. En lugar de tomar una estrategia defensiva, Milcíades decidió cargar contra el ejército persa logrando crear sorpresa y pánico en las tropas, muchas de las cuales se dieron a la fuga y fueron perseguidas y diezmadas por los griegos. El ejército griego logró apoderarse de ocho naves enemigas, pero no pudo cortar la retirada del grueso del ejército persa, el cual protegido por la reagrupación y sacrificio de algunos cientos de hombres pudo reembarcarse precipitadamente. De inmediato dio Artafernes la orden de dirigirse hacia Atenas, esperando llegar a una ciudad desguarnecida.
En la batalla de Maratón, las alas de los griegos (en azul) envuelven los flancos persas (en rojo) mientras que su centro realiza un ataque en retroceso que llena el vacío dejado por lo griegos.
Las bajas persas ascendieron a más de 6.000 hombres, mientras los griegos sólo perdieron 192, incluido el polemarco Calímaco. Milcíades ordenó dirigirse de inmediato a Atenas y envió por delante a su mejor corredor-mensajero, el propio Filípides, para levantar la moral combativa de la ciudad. Filípides dio la sensacional noticia de la victoria y cayó muerto por el esfuerzo, según la tradición, aunque algunos autores apuntan que fue por consecuencia de las heridas recibidas en el combate. Las tropas llegaron horas después, a marcha forzada, y se fortificaron en el Pireo y la propia Atenas. Ante el evidente despliegue defensivo de los griegos y la desmoralización de las multitudinarias tropas persas, Artafernes no se decidió a desembarcar y dirigió las naves hacia el Asia Menor.
Tres días después de la batalla, los espartanos mandaron 300 hombres al mando de uno de sus generales, pero en la llanura de Maratón sólo yacían los restos de los caídos de ambos bandos, pues los atenienses, en la precipitación de su retorno a su ciudad, no habían tenido tiempo de sepultar a sus hombres.
La derrota de los persas se debió a dos factores fundamentales. En primer lugar, a las tácticas griegas de aprovechar al máximo las particularidades del terreno para favorecer un estilo de combate a corta distancia unido a la audacia militar y el aprovechamiento del factor sorpresa. En segundo lugar, a la organización estratégica persa, que hacía combatir a sus hombres agrupados por nacionalidades, no por armas, lo que debilitaba militarmente a sus fuerzas pero era necesario para mantener la disciplina en un ejército que combatía en su mayor parte (con la excepción de medos y persas propiamente dichos) para un monarca invasor de su propio país, invadiendo otro país extraño.
También se ha destacado un factor psicológico sobre la elevada moral de combate de los Atenienses y Platenses, quienes estaban animados por un inusual sentido de compromiso muy poco conocido en aquella época: su fuerte sentido de identidad cultural y libertad nacional que podríamos denominar "patriotismo". También destaca su autoestima como "hombres libres", particularmente en Atenas gracias a los logros políticos de la democracia ateniense donde desde las reformas de Clístenes se había logrado que muchos de sus habitantes fueran ciudadanos libres y con derechos políticos, pero también en Esparta y otras ciudades-estado gracias a su noción de pertenencia a una polis independiente y regida por sus propios ciudadanos.
Temístocles retoma el mando en Atenas[editar]
Acrópolis de Atenas.
El victorioso Milcíades quiso aprovechar el momento de gloria para expandir el poder de Atenas en el Mar Egeo, por lo que poco después de Maratón envió una parte de la flota contra las islas Cícladas, sometidas todavía a los persas. Atacó la isla de Paros, exigiendo a sus habitantes un tributo de 100 talentos, y al negarse la ciudad le puso sitio, pero la defensa fue tan ardua que los griegos tuvieron que contentarse con unos pocos saqueos. Este pobre resultado empezó a desilusionar a los atenienses con respecto a Milcíades, llegando a verle incluso como un tirano que despreciaba las leyes.
Los enemigos de Milcíades le acusaron de haber engañado al pueblo y le sometieron a proceso, en el que no se pudo defender por haber sido herido en un accidente y estar postrado en una camilla. Se le declaró culpable, salvando la pena capital común en estos casos por los servicios prestados antes a la patria, condenándole a pagar la elevada suma de 50 talentos. Poco después moriría a causa de sus heridas. Sería ahora Temístocles quien tomaría las riendas de Atenas.
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