Guerras del Opio: cuando China tomó conciencia de Occidente
Enviado por Sergio Alzate • 2 de Octubre de 2016 • Monografía • 6.070 Palabras (25 Páginas) • 346 Visitas
Guerras del Opio: cuando China tomó conciencia de Occidente
Por Sergio Alzate
Hasta la Primera Guerra del Opio (1839 – 1842) el Imperio Chino se consideraba el elegido por el cielo: un círculo imaginario que iluminaba una parte de la tierra en beneplácito divino. Contenida en el territorio ovoide, se hallaba China; fuera de este, los bárbaros, pueblos que hacían parte de las esquinas marginales de una tierra que la mitología de este imperio creía un cubo. El Imperio Chino también se autodenominaba el Celeste Imperio (Ye Sheng & Shaw, 2007, p. 193).
Este sentido de superioridad cultural marcó las relaciones de China con el resto del mundo, en especial con Occidente. “De hecho la sola idea de relaciones exteriores [en China] es absurda. Por consiguiente, China no tenía ministerio del exterior, y los ‘asuntos de bárbaros’ eran manejados por oficiales locales”[1] (Chesneaux, Bastid & Bergere, 1976, p. 10). Así que el Imperio Chino, a la cabeza del quinto emperador Ming, Zhun Zhanji (1425 – 1435), prohibió la importación de bienes extranjeros y el viaje de nacionales al exterior bajo pena de decapitación (Ye Sheng & Shaw, p. 194). Entonces, del siglo XV al XVIII y hasta mediados del XIX, el Imperio Celeste fue autosuficiente en materia económica. Las relaciones comerciales se limitaron al puerto fluvial de Cantón, ubicado en el sur del imperio, bajo condiciones restrictivas: los extranjeros solo podían negociar con los hoppo (comerciantes autorizados por el emperador), teniendo terminantemente prohibido el contactar a autoridades imperiales o salir de las zonas del puerto que se habían delimitado para sus estancias.
Además del mercado restrictivo, China no tenía interés alguno por los productos extranjeros. Las potencias europeas, como Reino Unido, Portugal u Holanda, se veían obligadas a pagar en plata las importaciones de té, seda o cerámica; productos cada vez más demandados en el viejo continente. Este desfase en la balanza comercial fue lo que motivó a Reino Unido a buscar una manera de equilibrar unas finanzas en las que los números daban saldos negativos, y encontró la solución en el opio: tráfico ilegal que se convirtió en una industria narcotraficante de gran éxito, pero que desembocó en tensiones diplomáticas que terminarían en la primera y segunda (1856 – 1860) Guerra del Opio. Conflicto bélico que cambiaría para siempre la historia de un país milenario, pues “señaló tanto el comienzo de la historia moderna de China como el inicio de la revolución democrático-burguesa del pueblo chino contra el imperialismo y feudalismo” (Colección de libros sobre la historia moderna de China, 1980, p. 1).
El presente ensayo analizará los motivos por los cuáles cada país fue a la guerra (enfocado en la Primera Guerra del Opio): ius ad bellum británico e ius ad bellum chino. También se mirará cómo fue el desarrollo de la primera guerra. Finalmente, las dos últimas temáticas serán la concepción de la guerra justa en China y los esfuerzos de memoria histórica llevados a cabo por este país para recuperar los objetos robados en ambos conflictos, y para denunciar los tratados surgidos de estos como injustos.
IUS AD BELLUM BRITÁNICO
Dicen que los triunfadores son quienes escriben la historia. En este aspecto Reino Unido no ha podido ponerle a su narración el nombre querido. Lo que en el mundo se conoce como las Guerras del Opio, allí es tratado como Guerras Sino-británicas. Nombre neutral, sin las connotaciones que caracterizaron el conflicto entre británicos y chinos a mediados del siglo XIX.
Tras la Revolución Industrial y el auge del capitalismo, Reino Unido buscaba nuevos mercados para sus productos y nuevas dispensas de materias primas. China era un comercio atractivo: un país extenso con cerca de 400 millones de habitantes. Sin embargo, dada la naturaleza hermética del Celeste Imperio, la balanza comercial era desfavorable para los comerciantes británicos: para el año 1800 Reino Unido estaba importando 23 millones de libras anuales de té, a un costo de 3,6 millones de libras en plata, único medio de pago aceptado por China (Perdeu, 2010, p. 3). Este desfase entre lo importado y lo exportado no solamente se daba en el té: también sucedía con sedas, cerámicas y productos artesanales. En la Colección de libros sobre la historia moderna de China, editada por el gobierno de la República Popular China en 1980 se consigna que:
De 1786 a 1829, capitalistas ingleses vinieron a China en ocho ocasiones para vender telas de algodón. Pero sus ventas fueron muy pocas y, una y otra vez, tuvieron pérdidas (…) Tales pérdidas se habían repetido hasta 1827 cuando, aunque los artículos ingleses empezaron a producir ganancias, el mercado para ellos era aún limitado (p. 4).
De igual modo, en esta colección se muestra como las importaciones totales británicas a China solamente representaban una sexta parte del valor de las exportaciones chinas de té a territorio británico (p. 4). [a]
Para sopesar este desfase comercial, Reino Unido empezó a comercializar ilegalmente opio en territorio chino. Para hacerle contrapeso a este comercio que estaba drenando de plata las arcas chinas, el emperador Daoguang, de la dinastía Qing, nombró como comisionado antiopio a Lin Zexu, patriota conocido por su moral intachable y severo respeto por las leyes. Lin Zexu destruyó por lo menos 21 mil cajas de opio que confiscó a los barcos mercantes británicos y escribió dos cartas a la reina Victoria, mandataria de Reino Unido, en las que expresaba su descontento por invadirles de un, en sus palabras, veneno moral (Perdeu, p. 26 – 27).
La primera de estas acciones conllevó a que, luego del conflicto, en lo que podríamos llamar ius post bellum, el Reino Unido exigiera una indemnización por parte del Imperio Chino por la destrucción de su mercancía. La segunda acción, la carta dirigida a la reina, no llegó a manos de ella; además que “Lin estaba equivocado. El mercado inglés del opio en la época era absolutamente incontrolable. Su uso se mantuvo hasta la Gran Guerra (…) entre 1827 y 1859, el consumo de opio en territorio británico pasó de 17 mil libras a 61 mil libras”[2] (Gabb, 1988, p. 3). Este problema interno en cuanto al opio (mucho menor que el que vivía China con cerca de 13 millones de adictos) se convirtió en la excusa perfecta: no estaban introduciendo al Celeste Imperio algo prohibido por su mirada y sus normas occidentales. Lo que habría de desembocar en la Primera Guerra del Opio se convirtió, bajo la perspectiva británica, en una lucha por llevar el liberalismo a un mundo que rechazaba los beneficios de la civilización comercial. Una excusa más noble que la real que los podría reducir a simples narcotraficantes.
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