Historia De La Historiografía Argentina
JorgiusM20 de Noviembre de 2013
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HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA ARGENTINA
1. Los orígenes de la historiografía argentina: La Escuela Erudita.
Surgimiento y Consolidación.
La Historiografía erudita fue un producto de un desarrollo gestado en medio de cambiantes condiciones de posibilidad que tuvieron lugar durante la segunda mitad del silgo XIX. Las razones políticas constituyen el elemento necesario pero no suficiente para explicar este fenómeno. Es decir, la historia erudita es un fenómeno relacionado con el proceso de consolidación del Estado nacional y la emergencia de su burocracia especializada. El otro factor importante es la variada producción de textos de distinta procedencia y factura. En este contexto, la diferenciación de la narración histórica respecto del relato literario, el género biográfico, memoralístico, la tradición oral y el discurso periodístico.
La consolidación del formato erudito supuso así, por un lado, un conjunto de operaciones técnicas, comenzando por aquella que comprometía la narración histórica con base heurística . Este primer criterio alimentaría luego al segundo: la etapa hermenéutica , que se refiere a la crítica de fuentes y la confrontación entre ellas.
El objetivo de esta primera corriente historiográfica es construir un mito de los orígenes para la historia argentina. Con una clara intención moralizante y ejemplificadora estos historiadores intentan narrar la historia argentina a partir de la biografía de los grandes hombres de la revolución. Una historia signada por los grandes héroes y las grandes hazañas de un período que marca el origen de la Nación Argentina y perfilan un porvenir de grandes progresos e importancia para el país.
Dos historiadores eruditos principales son los que se destacan en esta corriente historiográfica y a la vez son sus fundadores: Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.
Bartolomé Mitre: De la biografía a la historia
En los años 1858-1859 aparece por primera vez La Historia de Belgrano y de la independencia argentina de Mitre. La fórmula de esta obra fue expresada por Mitre en los siguientes términos: se trataba de dar cuenta de “la vida de un hombre y de la historia de una época”, trazada hasta 1816 gracias a la ampliación de la base documental en que se apoyaba la mayor parte de la reconstrucción histórica que realiza la obra. En tanto biografía, el texto aspiraba a representar a través de la figura de Belgrano un tipo de “virtud republicana”, con aciertos y errores, debilidades y grandezas; he allí la idea de moral del libro, capaz de servir de ejemplo y lección. La historia de vida no sólo operó como ejemplo ética sino como guía para la investigación. En la obra, Mitre aplicaba aquellas nociones para ilustrar los distintos aspectos de la Revolución de Mayo al concebir a Mariano Moreno como su fugaz espíritu; a San Martín como su dimensión americana y guerrera; Rivadavia encarnaba el sistema representativo, en tanto que Artigas era pintado como el Atila sobre el que giró la revolución interna, el movimiento semi bárbaro de masas emancipadas. El conjunto de estas cuatro biografías de personalidades de diferente género podía ofrecer parcialmente el cuadro de la revolución, pero la figura de Belgrano las conectaba y actuaba como eslabón de la cadena que une las tradiciones coloniales a los principios revolucionarios. El argumento de La Historia de Belgrano, según Mitre, consiste en dar cuenta del desarrollo gradual de la idea de independencia del pueblo argentino, desde sus orígenes a finales del siglo XVIII, durante su revolución y hasta la descomposición del régimen colonial en 1820. Para Mitre la revolución emanaba del mismo orden colonial: Un órgano municipal, el Cabildo y una tradición jurídica, la libertad de comercio son los dos factores que conjugados con la movilización a partir de la invasiones inglesas y la crisis española dieron origen a la revolución de independencia. La guerra social abierta luego de 1820 fue la consecuencia de la revolución política y momento culminante de la revolución de mayo en el que los caudillos consumaron la destrucción del Estado y transformaron esa revolución política y en revolución social.
La base documental en la que se basó Mitre para escribir esta obra abarcaba un nutrido corpus, desde documentos proporcionados por el sobrino de Belgrano a una poderosa tradición oral transmitida por los contemporáneos de los sucesos que se narraban. Abarcaba también memorias, bandos, partes, etc., que integraban un apéndice documental a la usanza de los historiadores alemanes y que se generalizaría en la historiografía rioplatense. Mitre hacía de los documentos la piedra angular de toda la reconstrucción historiográfica.
Las críticas a la Historia de Belgrano fueron iniciadas por el Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield y por Juan Bautista Alberdi. El punto de partido de Vélez Sarsfield fue cuestionar la figura de Belgrano construida por Mitre, considerándola una sobreestimación por sobre los pueblos de las provincias. Una segunda discrepancia surgía en torno a la figura de Güemes, cuya estatura heroica era para Vélez igualable a la de San Martín o Bolívar, en tanto que para Mitre no pasaba de ser un mero caudillo local.
Por su parte, las críticas de Alberdi a la obra de Mitre tiene connotaciones políticas evidentes. La crítica historiográfica fue el medio utilizado por Alberdi para enjuiciar implacablemente a su adversario como lo hizo también contra Sarmiento. A ambos acusaba de hacer falsa historia y también falsa política. Identificaba a Mitre con las perspectivas e intereses de las minorías ilustradas porteñas, históricamente llamadas a sojuzgar al interior como sucedió en 1810 con Moreno y en 1865 con Mitre. Denunciaba en sus críticas el coloniaje porteño sobre las provincias y las ambiciones portuarias y sus efectos desmembradores. Para Alberdi, la resistencia en tal avance porteño seguía depositada en los caudillos provinciales, verdaderas encarnaciones de la soberanía del pueblo, en los que Mitre representaba incorrectamente como la democracia semibárbara y el espíritu localista.
Vicente Fidel López: Una historia filosófica.
El desembarco de López en la investigación histórica fue más tardío que en el caso de Mitre y debería situarse a comienzos de la década de 1870. Pero su obra fundamental comenzó a editarse a partir de 1883. Se trata de una obra monumental titulada Historia de la República Argentina, esbozada en sus rasgos generales en su etapa del exilio chileno durante el gobierno de Rosas. La obra abarcaba diez tomos y fue financiada con fondos públicos. En el Prefacio, López informaba al lector de que el objetivo de la obra es testimoniar el fracaso que había sufrido el verdadero gobierno representativo y electoral desde sus orígenes hasta nuestros días. Para López la revolución había abierto el camino institucional para crear una democracia representativa, pero que el recurrente fracaso institucional no pudo diseñar un sistema capaz de sustituir la dominación española. Aún así, esto no afectaba la valoración positiva que López tiene de la Revolución de Mayo y su legado.
López no fue ajeno al afán documentalista que tenía Mitre, pero no compartía con él la misma confianza que depositaba en esos testimonios y documentos del pasado. Escribía López: “nuestros archivos no contienen verdaderos secretos, ni encierran la solución de ningún problema histórico o social por resolver; contienen, cuando más, ínfimos o curiosos detalles sobre incidentes personales que nada pueden cambiar la noción viva y general que todos tenemos de nuestra reciente historia [..] nuestro deber nos manda a contar aquello vivimos en las nubes de nuestra infancia… lo que oíamos de nuestros padres…”. Este modo de concebir la labor historiográfica explica el gusto de López por los testimonios orales.
2. Los historiadores positivistas.
Los principales autores de esta corriente historiográfica son: Francisco y José María Ramos Mejía, Juan Agustín García, Ernesto Quesada, Rodolfo Rivarola, Lucas Ayarragaray, Carlos Bunge, José Ingenieros y Juan Álvarez. La etiqueta de positivistas se refiere por un lado a las matrices intelectuales y a las creencias de muy diferente amplitud que van desde la afirmación de que se pueden utilizar para el conocimiento del pasado las herramientas conceptuales de otras ciencias hasta que de él son extraíbles leyes con la misma precisión que se supone obtienen las ciencias físicas. Estos nuevos historiadores tienen en común la búsqueda de algún tipo de explicaciones generales, leyes o al menos regularidades que organizan la interpretación del pasado. Es decir, una actitud científica ante el conocimiento del pasado y del presente.
Ello implica también miradas al pasado que abarcaban largos períodos en los que se podían percibir la permanencia de esos factores o leyes, lo que obligaba a una reorganización del relato histórico convencional. Los positivistas rompen de esta manera con el relato cronológico para proponer una organización de los materiales del pasado por temas o por problemas que permitiesen percibir aquellas leyes constantes. Al mismo tiempo, los principios orientadores, metodológicos y el vocabulario se buscarían en aquellas otras ciencias que en la segunda mitad de siglo XIX habían adquirido centralidad: neuropsiquiatría, psicología de los pueblos, la sociología, la ciencia política, la economía biológica, la economía y otras ciencias marcarían a una generación de historiadores que propone la convergencia entre historia y
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