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Hombres Celebres


Enviado por   •  21 de Abril de 2015  •  4.035 Palabras (17 Páginas)  •  180 Visitas

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ADIVINANZAS

 Con la nieve se hace

y el sol lo deshace.

El muñeco de nieve

 Cuál es el animal que camina con las patas en la cabeza?

El piojo

 ¿Qué hay en el centro de Jérez?

La R

 ¿Quién es el animal

que come con las patas?

El pato

 Teje con maña

caza con saña.

La araña

CHISTES

 Un niño entra a una óptica y le dice al vendedor:

- Quiero comprar unas gafas, por favor.

El vendedor le pregunta:

- ¿Para el sol?

Y el niño responde:

- No. ¡Para mí!

Suena el teléfono en la escuela:

- ¿Alo?

- ¿Si? ¡Buenos días!

- Mi niño hoy no pudo ir a la escuela porque estaba enfermo.

- ¿Ah sí? ¿Y con quién hablo?

- Con mi papá.

En el cole la profesora pregunta:

- María, dime un apalabra que tenga muchas “o”.

Y María responde:

-Goloso, profe.

- Muy bien, María. Ahora tú Pepito.

Pepito se queda pensando y dice…

-Goooooooooooooooooooool.

 Luego de una persecución el policía coge al ladrón y le pregunta:

- ¿Por qué le robó el reloj a la señora?

Y el ladrón contesta:

- Yo no le robé ningún reloj, ella me lo dio.

- ¿En qué momento ella le dio el reloj?

- En el momento que le mostré la pistola.

 Un niño le pregunta a su madre:

- Mamá, mamá, que tienes en la barriga?

-Es un bebé hijo.

Y lo quieres mucho?

-Si hijo, lo quiero mucho.

Ahm… ¿Y por qué te lo comiste?

CUENTOS

La princesa y la piedra

En un país muy lejano, había una princesa de extraordinaria belleza, riqueza e inteligencia, a la que todos los hombres se acercaban para conseguir su dinero. Harta de tener que soportar a tales individuos, difundió el siguiente mensaje: solo se casaría con aquel que fuera capaz de entregarle el regalo más lujoso,dulce y franco. Un mensaje que llegó rápidamente a todos los rincones del reino, llenando en un abrir y cerrar de ojos, el palacio de todo tipo de regalos, entre los que destacaba uno en particular. ¿Qué era? Una simple y llana piedra, llena de musgo y líquenes.

Un regalo que enfureció de tal manera a la princesa, que mando llamar inmediatamente a su dueño, para que le explicara el porqué de tan feo regalo.

-Comprendo vuestro enfado-dijo el joven pretendiente-, pues no es un regalo que os pueda parecer a vuestra altura. Dejadme deciros, que esa fea roca que contempláis, no es lo que vuestros ojos ven, ya que lo que he querido representar con ella, es mi humilde corazón. Como veis, es algo tan valioso como vuestras riquezas, franco porque no os pertenece y llegará a ser dulce, si lo colmáis con amor.

Al escuchar estas palabras, la princesa cayó totalmente enamorada de este perspicaz joven, al que envió durante un largo período de tiempo, una ingente cantidad de regalos para atraerle. Pero nada de esto parecía atraerle a su curioso pretendiente. Cansada de esforzarse, sin obtener resultado, lanzó la piedra al fuego, descubriendo con su calor una preciosa estatua dorada.

Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que si quería conquistar el corazón de su amado, debía alejarse de las cosas superficiales y prestar atención a lo verdaderamente importante. De esta manera, dejó atrás todos sus lujos y altanería, ayudando a todos aquellos habitantes que la necesitaban, gracias a los cuales consiguió casarse con su amado.

Los ojos del duende

Cuando Jazmín despertó, una intensa luz rompía el cristal de la ventana en diminutas partículas que luego iban a parar al suelo y se evaporaban antes de tocarlo. Se irguió en la cama y un pegajoso olor a alcohol le recordó lo sucedido: el incendio que había arrasado con todo lo que tenía y la llegada del bombero que la tomó en brazos y la llevó en andas a través de las llamas. En su cabeza las imágenes se iban sucediendo con aleatoriedad, y, a medida que avanzaban, una sensación de agotamiento y desesperanza se iba apoderando más y más de ella.

Llevaba días en cama y nadie había venido a visitarla. Esa tarde entró una joven de mirada luminosa.

—Hola, me llamo Clara. ¿Cómo estás?

—No sé quién eres.

—No, disculpa. Vengo de parte de Índigo.

¿Era posible que la memoria no fuera capaz de recordar un nombre tan extravagante? Lo intentó. No había caso. Le respondió que no conocía a nadie con ese nombre. Clara le dijo.

—Sí, tienes que recordarlo. Era amigo tuyo en la infancia.

Siguió intentándolo. Nada. Le dijo que ni una sola fotografía se había salvado del accidente, por lo que tampoco podía usar las instantáneas para rememorar a ese tal Índigo. Y, después de mucho intentarlo, Clara abandonó la habitación, deseándole que se mejorase.

—Voy a morir, lo sé. Ya nadie me recuerda. Voy a morir como todos los demás.

—No, Índigo, no dejaré que eso pase.

—Ya has visitado a media ciudad, gente que en su infancia creía en mí y que ahora, ni siquiera recuerda mi nombre. ¡No sigas perdiendo el tiempo!

Clara llevaba varios meses intentando ayudarle sin resultados aparentes. Pero se había prometido que jamás bajaría los brazos. Después de 3000 años de vida, como todos los duendes, Índigo moriría si no encontraba a alguien capaz de creer en él. Todos los días de esa semana Clara fue a visitar a Jazmín y cada uno de ellos le preguntó si había recordado a Índigo. En una de esas visitas, Jazmín le preguntó.

—Pero ¿qué ocurre con ese tal Índigo? ¿qué te ha dicho de mí?

—Que eran grandes amigos.

—¡Qué raro! Los médicos me han dicho que no he sufrido lesiones ¿No te parece extraño que no lo recuerde?

—No, porque estás desesperanzada y ya no crees.

—¿Qué tiene que ver eso con los recuerdos?

Se lo contó porque, aunque le había jurado a su amigo que jamás revelaría su secreto, supo que era la última oportunidad de salvarlo. Tampoco

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