INTRODUCCION

El automóvil es uno de los inventos que ha cambiado

con más intensidad la vida cotidiana de las socieda-

des modernas. Su uso masivo a partir de la década

de los sesenta del siglo pasado ha permitido, en ge-

neral, grandes progresos, ensanchando hasta límites

insospechados los horizontes de movilidad y de liber-

tad personal, y facilitando un desarrollo cada vez

más eficiente de los sistemas de producción y distri-

bución de las empresas. La expansión del automóvil

ha sido tan profunda y acelerada que, en algunos

países, entre ellos España, su industria se ha consti-

tuido en uno de los pilares principales de la econo-

mía, del empleo y de la exportación.

Frente a estas ventajas indiscutibles, también es ver-

dad que la motorización progresiva de la sociedad y

la fuerte dependencia del vehículo privado están en

la base de algunos de los problemas que plantea el

actual modelo de movilidad. La elevada siniestrali-

dad, los altos niveles de congestión que se registran

en la mayoría de áreas metropolitanas del mundo o

los impactos negativos que genera el automóvil so-

bre el medio ambiente son, todos ellos, costes que

hay que tener debidamente en cuenta al trazar el ba-

lance social de este modo de transporte. A ello hay

que sumar, desde una perspectiva más estructural,

los costes derivados del consumo de territorio y los

condicionantes de todo tipo que ello impone sobre

el desarrollo de políticas urbanísticas y de modos de

transporte alternativos.

De todos estos efectos, los medioambientales son los

que han acaparado mayor atención en los últimos

años. Las previsiones cada vez más pesimistas en re-

lación al calentamiento global y al cambio climático,

uno de cuyos causantes son las emisiones de CO

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provenientes del transporte, han abierto el debate

sobre la urgencia de modificar los patrones de movi-

lidad hacia escenarios más sostenibles y, en particu-

lar, de acelerar el desarrollo de tecnologías más ver-

des en el ámbito del automóvil.

Este debate se ha visto intensificado, además, por la

inestabilidad observada en los mercados de petróleo,

y por la creencia creciente entre la mayoría de exper-

tos de que a medio plazo se acentuarán las tensiones

entre una demanda al alza y una oferta limitada y de

peor calidad, lo que resultará en niveles de precios

significativamente superiores a los registrados en

promedio en los últimos veinticinco años. A su vez, la

consolidación de este escenario de escasez relativa

de petróleo (denominado

peak oil

) ha avivado

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