Indio En Guatemala
Enviado por Queimportan • 15 de Septiembre de 2012 • 3.199 Palabras (13 Páginas) • 1.016 Visitas
¿QUÉ ES EL INDIO? Su historia en Guatemala.
Tras 20 años de negociaciones, la ONU aprobó la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas, cuyo fin es proteger los derechos humanos, tierra y recursos de 370 millones de seres humanos que, según esa entidad mundial, encajan en esta palabra, cuyo significado es “originario del país del que se trata, especialmente si se refiere a una civilización poco desarrollada”.
Es un documento que constituye un avance en muchos casos, pero que, al no ser vinculante -es decir, de cumplimiento obligatorio-, en la práctica poco podrá hacer por esos pueblos. Primero, por el voto negativo de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, donde hay numerosos grupos raciales propios de esos países que han estado históricamente más aislados, como ocurre también en casos como los que comparten la jungla amazónica, donde sobreviven etnias que en realidad no tienen relación directa con el resto de países que integran esa selva.
Pero es distinto el caso de los grupos indígenas asentados en países latinoamericanos. Hay que comenzar porque las culturas aborígenes de Guatemala, México, Perú, Ecuador o Paraguay, de alguna manera se han integrado a los países.
Son parte de su vida cotidiana. Sus antepasados sufrieron hace medio milenio la conquista española, que originó el nacimiento de la raza mestiza que prevalece y es mayoritaria. Es una nueva cultura, y resulta muy difícil hablar de grupos indígenas raciales puros, concepto que, por obvias razones, ya ha sido más que superado.
En la América Latina, será prácticamente imposible aplicar lo expresado por la declaración, en cuando a que los pueblos indígenas tienen derecho “al resarcimiento, restitución o compensación justa y equitativa por sus tierras y recursos conquistados, tomados, ocupados, usados o dañados sin su libre, previo e informado conocimiento”, porque en la actualidad tienen derechos de propiedad como los mestizos y quienes nacieron en otras latitudes.
Por aparte, al no especificar desde cuándo empieza a contar el tiempo para que haya derecho de esos resarcimientos, en una interpretación exagerada quedaría abierta la puerta, por ejemplo, a que se les debería pagar a los indígenas por la ocupación de la isla de Manhattan, de la capital de México, de Chichicastenango, de Cuzco y demás ciudades actuales que ya existían antes de la llegada de los conquistadores. Y el segundo problema es cómo hacer para decidir quiénes serían las personas que recibirían el dinero, cómo se repartiría, cómo se calcularía la suma, y así un sumamente largo etcétera.
Hasta el análisis más superficial demuestra que lo aprobado en la sede de la ONU no es más que una declaración de buenas intenciones, y por eso lo deja a la voluntad de los Estados, porque en cada uno de los que tienen indígenas dentro de su conglomerado poblacional, el significado es distinto. El mayor beneficio para estos grupos es que sus integrantes tengan igualdad de oportunidades en cuanto a educación, a posibilidades de trabajo. Lo demás es, en realidad, una retórica bella, pero inútil.
No es fácil contestar este cuestionamiento pero vale la pena intentarlo, porque se trata de un asunto sobre el que se han divulgado graves errores históricos recientemente en Guatemala. Solo la historia puede responder a la pregunta planteada. Mejor dicho: la respuesta tiene que ser histórica si ha de ser explicativa y no meramente descriptiva.
Hay una gran diferencia entre decir quién es el indio (mostrarlo), o cómo es el indio (describirlo), y decir por qué es indio (explicarlo). Para la ciencia, explicar un fenómeno es señalar sus causas, y las causas que generaron al indio guatemalteco sólo pueden encontrarse en el proceso histórico de la sociedad guatemalteca. La oscuridad que envuelve al concepto de indio es consecuencia del escaso desarrollo de la ciencia histórica en nuestro medio.
Primero debemos estar de acuerdo en que no ha habido indios desde la eternidad, que esa realidad humana que llamamos al indio tuvo un comienzo. Parecerá una cruda simpleza, pero hay buenos motivos para comenzar desde allí. Del indio se suele hablar como si hubiera existido y hubiera de seguir existiendo siempre. Tal deformación del juicio proviene de la deshistorización del indio operada en la mentalidad de los terratenientes coloniales, y convertida en supuesto pedagógico cuanto tomaron el poder después de la Independencia: “El indio siempre ha sido indio”, así reza el principio criollista.
Desde el punto de vista puramente ideológico, de luchas de clases, hay que reconocer que los criollos procedieron con acierto; porque presentar al indio como un ente sin historia era una sutil manera de negar sus posibilidades de desarrollo y superación, un modo de ocultar las potencialidades humanas que yacían en él frustradas por la opresión. Todo lo cual favorecía la perpetuación de la propia clase criolla, explotadora de indios por definición.
El truco es perfecto, se presenta al indio como una realidad definitiva, y no como una condición históricamente determinada a la que ingresó un conglomerado humano en un momento dado. Se escamotea así el hecho fundamental de que los indios son seres humanos a quienes la dominación colonial les imprimió ciertas características, y que, incorporados a situaciones distintas, necesariamente tomarán otras características y dejarán de ser indios. La concepción del indio como un ente invariable implica que se le concibe como un ser distinto del resto de los humanos, pues a éstos se les reconoce como esencial su capacidad de cambio progresivo. La ideología criolla deshistorizo al indio en el afán general de deshumanizarlo.
Es asombroso comprobar cómo el truco sigue dominando en nuestros días incluso muchas mentalidades que quieren adoptar posiciones revolucionarias respecto del indio, pero que, cogidas en la vieja falacia (por falta de sentido histórico), hacen la más ingeniosas predicciones acerca del futuro del indio en el sentido de que tiene que seguir siendo indio. Así, por ejemplo, se dice que “el indio es el colonizado”, pero luego se pasa a afirmar que el colonizado va a liberarse, a descolonizarse, a desalinearse. Sin dejar de ser indio. Conviene hacer un esfuerzo para entender que los conquistadores no se encontraron con indios, aunque hayan usado esa palabra para designarlos. Pedro de Alvarado no vio jamás a un indio: murió cuando todavía no había indios; el conquistador hallo la muerte cuando el régimen colonial no estaba todavía estructurado ni había comenzado a transformar a los nativos en indios. Alvarado no vio ni pudo imaginar un indio en pueblo de indios, con Ayuntamiento y cofradías,
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