Informe Sobre Los Orígenes De La fábrica I.M.P.A
horacio.r.silva6 de Julio de 2014
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Informe sobre los orígenes de la fábrica I.M.P.A
Durante la Segunda Guerra Mundial, esta empresa —pionera en las industrias metalúrgica y aeronáutica argentinas, y más recientemente en el fenómeno social de las fábricas recuperadas—, ha debido resistir en soledad los embates del Departamento de Estado norteamericano y del Foreign Office británico, bajo la falsa acusación de pertenecer a capitales alemanes de ideología nazi; esta persecución logró frustrar el proyecto de su fundador, el ingeniero José Mario Sueiro, y los planes del general Manuel Savio, de contar con una industria privada autónoma que abasteciera al país de municiones y aeronaves destinadas a la defensa nacional.
En este informe se esclarecerán la verdadera fecha de fundación de la fábrica, y la falsedad de la leyenda de los capitales nazis; a continuación, los detalles de esta increíble historia donde se entremezclan el glamour hollywoodense, la lucha entre los nacionalsocialismos alemán y austríaco, la interferencia británica y norteamericana en los destinos de la Nación y el nacimiento del peronismo, con el profundo significado social de la recuperación de una identidad obrera, y de la casi extinguida cultura del trabajo en Argentina.
Por Horacio Ricardo Silva
Capítulo I
Los orígenes de IMPA
Q
uien quiera conocer la historia de esta importante fábrica metalúrgica, encontrará en las variadas fuentes que se han ocupado de ella, notables imprecisiones respecto del año exacto de su fundación, y del origen de los capitales que la conformaron. En efecto, en las numerosas páginas web consultadas durante esta investigación, se señalan indistintamente tres fechas: 1910, 1918 y 1920, y la filiación alemana del capital original, sin mencionar en ningún caso los documentos o archivos de los cuales se obtuvieron tales informaciones.
El artículo Mundo Impa, publicado en la revista dominical del diario La Nación el 22-4-2001, las sitúa en el año 1910, con capitales de origen alemán ; y la propia web oficial de la fábrica, recoge esta misma versión.
Asimismo el libro IMPArables, de Julieta Ávalos, se destaca por su notable carencia de rigor metodológico, que la lleva a efectuar afirmaciones erróneas basadas en documentos que no revisten solidez alguna desde el punto de vista histórico.
Así, en su capítulo introductorio —Reseña histórica de IMPA— se aventuran las fechas de 1918 y 1929, se omite la existencia de IMPA Armamentos en San Martín, se le confiere status de planta fabril a un simple depósito de la empresa ubicado en Ciudadela, se afirma que la fábrica participó del proyecto Pulqui, y se asevera que el cierre de IMPA Quilmes fue decretado en 1961 por el gobierno del doctor Arturo Frondizi.
Por tales motivos, el presente Informe está dedicado a esclarecer todas estas inexactitudes, aportando además rigurosas pruebas —consideradas concluyentes por el autor— de que la empresa fue constituida con auténticos capitales argentinos, y que su fundación puede precisarse con toda exactitud en el año de 1932.
Un mundo en crisis
Corría el año de 1931. El mundo entero estaba aún convulsionado por la Gran Depresión, la brutal crisis económica abierta por el crack de Wall Street en octubre de 1929. En Europa, el NSDAP de Adolf Hitler —un ignoto partido de derechas—, se convertía en la segunda fuerza política del parlamento alemán. El presente se veía envuelto en una densa niebla gris, que preanunciaba los horrores de la futura Segunda Guerra Mundial.
En Argentina, el régimen militar de José Félix Uriburu, que había derrocado al presidente Hipólito Yrigoyen el año anterior, daba inicio a la Década Infame fusilando al anarquista expropiador Severino Di Giovanni; el numeroso público congregado en los alrededores de la Penitenciaría Nacional para oír la descarga fatal, aplaudió luego con entusiasmo el debut de los gases lacrimógenos, aplicados por primera vez el 22 de mayo de ese año, en ocasión de un motín de presos sociales en la cárcel de Villa Devoto.
En este poco alentador contexto político y económico, surgió en Buenos Aires el proyecto de fundar una pequeña fábrica de envases de estaño con tapa a rosca, la Industria Metalúrgica Plástica Argentina (IMPA), la cual se convertirá en la niña mimada de los generales argentinos Manuel Savio y Juan Domingo Perón, y que atraerá sobre sí la implacable persecución del Departamento de Estado norteamericano, y del Foreign Office británico.
Los pioneros
El ingeniero industrial José Mario Sueiro nació el 20 de junio de 1903 en Buenos Aires, en el seno de una familia de clase media baja. Siendo aún un adolescente, se vio obligado a salir a trabajar para poder costearse los estudios secundarios y universitarios, en la Facultad de Ingeniería. Joven aún, se unió en matrimonio con Dora Hardy, con quien tuvo tres hijos: Horacio, Margot y Beatriz.
A los 27 años, después de estudiar las posibilidades y perspectivas del mercado local, concibió la idea de fundar la fábrica, en principio tan sólo un pequeño taller. Los ejes del proyecto se basaban en el aprovechamiento de la riqueza minera nacional para la obtención de materia prima, y en la necesidad de la industria local de poder fraccionar sus productos sin mayores complicaciones.
Para comenzar, contaba con un pequeño capital que luego se reveló insuficiente. El primer paso consistía en viajar a Europa para proveerse del equipamiento necesario, y para aprender in situ el modo más eficaz de emplearlo.
Poco antes de partir comentó entusiasmado sus ideas a Roberto Julio Lienau, un mexicano naturalizado argentino de 59 años de edad , representante comercial de una marca de automóviles en Buenos Aires, quien se entusiasmó a su vez; la idea de crear una rama industrial especializada en materiales plásticos y metalúrgicos, aún no desarrollada en Argentina, constituía un poderoso aliciente. Lienau ofreció al joven pionero coparticipar del proyecto mediante un aporte económico; pero fue rechazado gentilmente por Sueiro, quien prefería montar solo la empresa.
Terminados los preparativos Sueiro viajó a Alemania, por entonces cuna de la tecnología de punta industrial. Una vez allí recorrió las diversas ferias y exposiciones del rubro, donde se informó y adquirió la maquinaria necesaria para empezar a producir; y, según consta en un artículo del diario La Razón (12-9-1944), durante un tiempo se empleó como simple obrero en una metalúrgica alemana, con el solo objeto de aprender el correcto manejo de las máquinas.
No obstante todo su empeño, a los seis meses de estadía comprobó que el dinero propio no era suficiente para realizar todas las compras necesarias, entre ellas la materia prima indispensable para arrancar con el emprendimiento. Hallándose por entonces en la ciudad de Stuttgart, decidió cablegrafiar a Lienau para aceptar tardíamente su ofrecimiento, proposición que el mexicano-argentino aceptó complacido, girando un monto de capital equivalente al mismo que había invertido el propio Sueiro.
Con esta inyección extra de dinero líquido, el joven ingeniero adquirió los insumos que faltaban, y contrató técnicos europeos y brasileños para que viajaran a la Argentina y le auxiliaran en la compleja tarea de la instalación y puesta en marcha de las flamantes maquinarias.
De esta manera, quedó constituida la sociedad inicial, con una participación igualitaria de un 50% por ambas partes.
El regreso de Sueiro se produjo el 21 de enero de 1932, a bordo del vapor “Cap. Arcona”, procedente de Hamburgo, Alemania. A poco de llegar se reunió con su flamante socio, y de esa manera nació la casa “Lienau y Cía.”, primera denominación que recibió la futura I.M.P.A.; la sede elegida para montar el taller fue una fábrica desocupada en el barrio de Almagro, de la Capital Federal, ubicada en la calle Querandíes 4288.
Como ocurre con todo emprendimiento nuevo, los primeros años de la empresa fueron extremadamente difíciles. El montaje y puesta a punto de las máquinas, así como el aprendizaje de su manejo, llevó más tiempo de lo previsto. Las dificultades materiales se multiplicaban día a día, y naturalmente, la empresa estaba aún muy lejos de producir siquiera una mínima rentabilidad.
Los técnicos contratados en el exterior, desalentados por las escasas perspectivas de éxito, decidieron rescindir sus contratos y regresar a sus países de origen. Para poder afrontar los gastos de los pasajes, Sueiro debió vender parte de sus bienes personales.
El plantel quedó así reducido a “no más de veinte obreros criollos y uno que otro técnico” , quienes constituyeron el núcleo inicial de la empresa, entre los cuales se destacó el obrero Félix Bardeci, quien años después asumiría la jefatura técnica de la planta.
La situación se estaba volviendo insostenible, hasta que una de las más importantes empresas del ramo de los dentífricos, Colgate, encargó al pequeño taller la manufactura de centenares de miles de tubos para su conocida pasta dental. Fortalecida por este primer hito, la empresa pudo empezar a generar ganancias y hacerse un nombre de respeto en el mercado, comenzando a recibir pedidos de los más variados rubros industriales.
En el aviso publicado en la Guía Kraft del año 1934, se da cuenta del entusiasmo que ganó a los socios:
“Lienau & Cía. — FABRICA NACIONAL DE ENVASES DE ESTAÑO — POMOS DE ESTAÑO CON TAPAS DE BAKELITE — EL POMO DE ESTAÑO BIEN TERMINADO Y DE ATRACTIVA PRESENTACION ES UN PODEROSO COMPLEMENTO PARA AYUDAR A LA VENTA —
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