LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990
Enviado por juansalamias • 9 de Octubre de 2013 • 2.729 Palabras (11 Páginas) • 710 Visitas
X: LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990
En el tercer cuarto del presente siglo se dio la transformación social mayor y más intensa, rápida y universal de la historia de la humanidad. Es verdad que en las zonas desarrolladas del mundo hacía tiempo que vivían en un mundo de cambios, transformaciones tecnológicas e innovaciones culturales constantes. Pero para la mayor parte del planeta los cambios fueron tan repentinos como cataclísmicos. Para el 80% de la humanidad la Edad Media se terminó en los años cincuenta, o mejor dicho, sintió que se había terminado en los años sesenta. Quienes vivieron la realidad de estas transformaciones no se hicieron cargo de su alcance, pues las experimentaron progresivamente y no las concibieron como revoluciones permanentes.
El cambio social más drástico y de mayor alcance de la segunda mitad de siglo, y que nos separa para siempre del mundo del pasado, es la muerte del campesinado. Es vísperas de la segunda guerra mundial, sólo Gran Bretaña y Bélgica eran países industrializados donde la agricultura y la pesca empleaban a menos del 20% de la población. En los EE.UU. y Alemania, las dos mayores economías industriales, la población rural representaba la cuarta parte de la población. Para principios delos ochenta ningún país occidental tenía una población rural superior al 10% del total.
Algo aún más extraordinario fue el declive de la población rural en los países con falta de desarrollo industrial. En América Latina, al término de la segunda guerra mundial, los campesinos constituían la mitad o la mayoría de la población activa. Pero ya en los setenta no había ningún país en que no estuvieran en minoría. La situación era parecida en los países islámicos. Sólo tres regiones del planeta seguían dominadas por sus pueblos y campos: el África subsahariana, el sur y el sureste de Asia y China. Es cierto que estas regiones de población rural seguían representando a la mitad del género humano a finales de la época. Sin embargo, incluso ellas acusaban los embates del desarrollo económico.
En las regiones pobres del mundo la revolución agrícola no estuvo ausente, aunque fue más incompleta. En conjunto, los países del tercer mundo y del segundo (anteriormente o todavía socialista) dejaron de alimentarse a sí mismos, y no producían los excedentes alimentarios exportables que serían de esperar siendo países agrícolas. Como máximo se les animaba a especializarse en cultivos de exportación para los mercados del mundo desarrollado.
El mundo de la segunda mitad del siglo XX se urbanizo comonunca, a mediados de los ochenta el 42% de su población era urbana. Las aglomeraciones urbanas más grandes de finales de los ochenta se encontraban en el tercer mundo: El Cario, Ciudad de México, Sao Paulo y Shanghai; mientras el mundo desarrollado seguía estando más urbanizado que el mundo pobre, sus propias grandes ciudades se disolvían.
No obstante, el viejo mundo y el nuevo mundo convergieron. La típica gran ciudad del mundo desarrollado se convirtió en una región de centros urbanos interrelacionados, situados alrededor de una zona administrativa o de negocios. Surgieron redes periféricas de circulación subterránea rápida en todas partes. La descentralización se extendió al irse desarrollando barrios o complejos residenciales suburbanos con sus propios servicios comerciales y de entretenimiento.
La ciudad del tercer mundo aunque conectada también por redes de transporte público y un sin fin de números de auto buses y taxis colectivos, no pudieron evitar estar mal dispuestas y estructuradas, debido en parte a la magnitud de su población y porque muchas surgieron a partir de barrios de chabolas en espacios abiertos sin utilizar.
A la par de la decadencia del campesinado, se experimentó un auge de las profesiones para las que se necesitaban estudios secundarios y superiores. La demanda de plazas de enseñanza secundaria y superior se multiplicó a un ritmo extraordinario, aligual que la cantidad de gente que había cursado o estaba cursando esos estudios. Este estallido se dejó sentir en la enseñanza universitaria, hasta entonces insignificante desde el punto de vista demográfico. A finales de los ochenta los estudiantes se contaban por millones en varios países (del 2,5 al 3% de la población total). La fiebre universitaria fue menos acusada en los países socialistas, pese al orgullo de su política de educación de masas, a medida que las dificultades del sistema crecieron en los setenta y ochenta, estos países se rezagaron con respecto a Occidente.
La enseñanza superior se convirtió en la mejor forma de conseguir ingresos más elevados, pero sobre todo, un nivel social más alto. La mayoría de los estudiantes procedía de familias más acomodadas que el término medio, pero no necesariamente ricas. La expansión económica mundial hizo posible que familias humildes pudieran permitirse que sus hijos estudiasen de tiempo completo. En los setenta la cifra mundial de universidades se duplicó con creces.
Esta multitud de jóvenes estudiantes y profesores eran un nuevo factor tanto en la cultura como en la política. Tal como revelaron los setenta, eran políticamente radicales y explosivos, además de eficaces para dar expresión nacional e incluso internacional al descontento político y social, como en el movimiento estudiantil de 1968. El motivo porque el 68 no fue la revolución fue que los estudiantes no podían hacerla solos. Su eficacia radicaba en su ejemplo era capaz de denotar a grupos mayores pero más difíciles de inflamar (como los movimientos obreros). Tras el fracaso de los sueños del 68, algunos estudiantes radicales intentaron hacer la revolución por su cuenta formando bandas armadas terroristas, pero aunque estos movimientos recibieron mucha publicidad, rara vez tuvieron incidencia política seria.
Es significativo que el nuevo grupo social de los estudiantes fuera el único de entre los nuevo y viejos agentes sociales que optó por la izquierda radical. Se ha explicado en parte este fenómeno por el esencial ímpetu revolucionario, entusiasta y de desorden de la generación joven, pero esto no explica por qué los jóvenes que estaban a las puertas de un futuro mucho mejor que el de sus padres, se sentían atraídos por el radicalismo político. En realidad, un alto porcentaje de estudiantes no era así, sino que se contentaba con el título que le garantizaría el futuro, pero éstos resultaban menos visibles que la minoría de los políticamente activos.
La explosión de la demanda universitaria rebasó a las instituciones universitarias que no estaban preparadas ni física ni organizativa ni intelectualmente para esta afluencia. El resentimiento
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