LAS GUERRAS CIVILES COLOMBIANAS DEL SIGLO XIX: DE LA GUERRA DE LOS SUPREMOS A LA GUERRA DE LOS ATERSANOS
Enviado por yulianar1593 • 1 de Mayo de 2014 • 4.234 Palabras (17 Páginas) • 552 Visitas
LAS GUERRAS CIVILES COLOMBIANAS DEL SIGLO XIX:
DE LA GUERRA DE LOS SUPREMOS A LA GUERRA DE LOS ATERSANOS
Andrés Ortiz
Yuliana Rodriguez
Introducción
Abordar los conflictos civiles que tuvieron lugar en el país durante la segunda mitad del siglo XIX es, sin lugar a dudas, algo complejo. Principalmente porque se trata de un conjunto de disputas heterogéneas dentro de las cuales encontramos motines, revueltas, sublevaciones, golpes de Estado, guerras de alcance nacional o simples asonadas que han sido interpretadas de múltiples maneras, y cuyos motivos y objetivos fueron tan diversos como los actores que en ellas participaron.
Lo relevante de estos conflictos, y por lo cual decidimos abordarlos, es ese hilo conductor que María Teresa Uribe y otros autores ven ellos, y es su estrecha relación con el proceso de construcción del Estado-Nación colombiano. En este sentido compartimos el presupuesto analítico según el cual “las guerras civiles colombianas del siglo XIX fueron guerras en las cuales se buscaba definir la estructura del Estado, la relación de este con la población que constituía, los protagonistas principales de la comunidad política concreta, los límites de la lucha política dentro del Estado y los parámetros de inclusión y exclusión. Es decir, las guerras civiles del siglo XIX fueron guerras entre ciudadanos por la definición del Estado, de lo público y de la ciudadanía” (Uribe de Hincapie & López, 2006, pág. 49). Y es este presupuesto analítico el que le da sentido y forma a esos llamados pretextos o prefiguraciones de las guerras civiles como lo fueron la disputa por el lugar que debía ocupar la Iglesia en el Estado, la abolición de la esclavitud, el tipo de organización política –federal o centralista- la cual determinaría la política económica del Estado y su relación con potencias como Francia e Inglaterra en ese ámbito, entre otros motivos y objetivos a los cuales se hará referencia en el presenten trabajo y que, en nuestra opinión, no se acotan en la rivalidad partidista.
Por lo amplitud y complejidad del tema a abordar, hemos decidido centrarnos en tres de las ocho guerras civiles de alcance nacional –La guerra de los supremos, la guerra civil de 1851 y la guerra civil de los artesanos de 1854-. Las cuales consideramos relevantes en la medida que son las últimas guerras que se dan en lo que se conoció como la República de Nueva Granada y generaron una serie de contextos y condiciones que facilitaron la transición al orden político de carácter federal.
1. La Guerra de los supremos [Guerra de los conventos]
1.1 Una aproximación al contexto de la guerra de los supremos
En la reconstrucción y comprensión de la guerra de los supremos hay que preguntarse, resumiendo la pregunta de Fernán González (2004) ¿Cómo es que una rebelión local sobre el cierre de unos conventos termina en una guerra de desarrollo nacional? (p. 38). Es decir, por qué motivos un conflicto local transciende desde su propia lógica hasta alcanzar una dinámica en la cual se encontraron involucrados la mayoría de actores de toda la nación. La respuesta a la anterior pregunta, cuando se leen las guerras civiles colombianas del periodo de la nueva granada y en específico la guerra de los supremos, está contenida en la manera de entender el conflicto. Ver el conflicto en un sentido no homogéneo, sino particular y complejo. De esta manera, González hace una lectura del conflicto desde los niveles local, regional y nacional para concluir que la guerra de los supremos fue un conflicto que “se inicia en la localidad, se expande a la región y luego a la nación, y sirve de detonante de una serie de problemas muy distintos en cada una de las regiones involucradas” (González, 2004, p. 42).
Ha sido claro en nuestra historia, que después de la independencia la Nueva Granada fue dividida territorialmente en diecinueve provincias, y a pesar de existir un gobierno central, estas estuvieron gobernadas por poderosas élites locales que competían entre sí, lo cual estructuró formas de dominio y liderazgos que pretendían la conquista del otro. Safford (2005) en su libro - Colombia: país fragmentado sociedad dividida, su historia- detalla minuciosamente este problema y escribe “La rivalidad de estas poblaciones ha sido una característica continua de la política colombiana desde la colonia hasta hoy” (p. 25). Y dentro de estas poblaciones entraría también esclavos e indígenas. Por otro lado Arellano (2005) en su tesis de maestría escribió con respecto a las élites “las jurisdicciones provinciales para la primera mitad del siglo XIX, expresaron la existencia de unas élites locales, que buscaban desde su “parcela” de dominio, un proyecto de Estado que garantizara su estatus y diera un margen de participación e influencia sobre la administración republicana” (p 44). De esta manera queda entonces entendido que bajo las circunstancias de unos poderes rivales territorializados, las diferencias o cualesquier problema, tienden a exacerbar los ánimos mucho más allá de las propias dinámicas locales. Las rebeliones o inconformismos trascienden a niveles superiores proyectando ya no una simple reivindicación, sino tratando de imponer toda una concepción de Estado o de poder. La denominada guerra de los supremos o guerra de los conventos (1839-1842) fue un ejemplo de lo anterior. Las luchas fueron lideradas y enfrentadas por los representantes de esas élites que ostentaban el poder local, dentro de los personajes reconocidos estuvieron: José María Obando, Rafael Urdaneta, Tomas Cipriano de Mosquera, Salvador Córdova, Juan María Gómez, entre otros.
1.2 ¿Qué fue la guerra de los supremos?
La guerra de los supremos o conocida también por la guerra de los conventos (1839-1842), inicio como una rebelión religiosa contra el cierre de los conventos de menos de ocho religiosos ordenado desde el gobierno central por el entonces presidente de la república José María de Márquez. Los primeros en sublevarse fueron los religiosos de Pasto y Popayán. Tumultos de campesinos, artesanos e indígenas de estas dos provincias, arengaban en contra del gobierno central, por la religión y a favor de la revocatoria del decreto que ordenaba los cierres. Así lo describe González aludiendo al parte oficial de Herrán cuando fue enviado a imponer el orden “Mil vivas a la religión exaltaban a la turba ignorante y la encendían en un fuego feroz y salvaje” Los sublevados fueron sometidos y el “triunfo le permite a Herrán entrar a pasto el 1 de septiembre. Al día siguiente proclamó un indulto a los que depusiesen las armas y también se proclamó solemnemente el decreto de supresión de los conventos menores” (González 1991, p. 120). Sin embargo, González citando a José Manuel Restrepo, habla de
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