LAS RABONAS EN EL PERÚ
Enviado por Yasser Roque • 21 de Noviembre de 2018 • Trabajo • 3.731 Palabras (15 Páginas) • 704 Visitas
LAS RABONAS EN EL PERÚ
Estudiante: Susan Thalia Orellana Justiniano
Docente: Julio Cesar Zedano Cornejo
Curso: Geología General
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN 2
2. LA GUERRA DEL PACÌFICO 3
3. LAS RABONAS DEL PERÚ 4
3.1. ANTONIA MORENO DE CÁCERES 5
3.2. LEONOR LORDOÑES 6
4. DELFINA PAREDES 7
1. INTRODUCCIÓN
En el presente informe daré a conocer, dentro del contexto de la Guerra del Pacífico, el rol importante que tuvieron las esposas e hijas de los soldados, llamadas “rabonas” según varios autores.
Además, relataré la función como madres y guerreras, resaltando la astucia que presentaban según los trascritos de Antonia Moreno de Cáceres, quien acompañó a su esposo Andrés Avelino Cáceres en su lucha por el territorio peruano.
Dentro de todo el informe daremos el protagónico al personaje femenino, los peligros a las cuales estaban expuestas y los logros que se obtuvieron por su valentía.
2. LA guerra del pacìfico
Esta guerra se derivó de un conflicto diplomático entre Perú y Bolivia contra Chile. Las causas de este desacuerdo obedecieron a factores territoriales, económicos y políticos, los cuales se venían gestando desde mediados del siglo XIX. Entre el territorio chileno y el boliviano, existía una delimitación fronteriza irregular en la zona que bordea el océano Pacífico. John Mayo dice que el límite de estas dos tierras no estaba bien definido y que se localizaba en el desierto de Atacama. El autor afirma que, en un principio, esta inexactitud limítrofe no representó problema alguno para estas naciones, puesto que el desierto era un territorio infértil. Sin embargo, mayo explica que los dos países cambiaron de opinión al descubrir que en el territorio existían depósitos de guano y salitre.
Este hallazgo generó una tensión entre los gobiernos vecinos debido a que estos productos representaban altos dividendos para sus economías. En 1874, las dos patrias firmaron un tratado para definir sus correspondientes derechos sobre la explotación de salitre en esta zona. En la región limítrofe mencionada se encuentra Antofagasta, zona que en ese entonces le pertenecía a la nación boliviana, y Tarapacá, espacio geográfico que pertenecía al Perú. Las dos zonas contaban con depósitos productivos de guano y salitre, explotados legalmente por empresas chilenas y europeas. Estas compañías pagaban impuestos a Bolivia y a Perú. Posteriormente, la producción de guano en el Perú declinó, y el gobierno vio que el salitre sería el próximo producto rentable para la economía del país.
En el año 1876, el presidente peruano, Manuel Pardo, decidió iniciar una política de expropiación legal de las empresas salitreras en su territorio (Bermúdez 337). Esta decisión provocó un deterioro en las relaciones con los vecinos chilenos. Luis Ortega nota que Bolivia estableció un impuesto a las empresas extranjeras en 1878. Esta tributación infringió los acuerdos de 1874, los cuales permitían una explosión colectiva de salitre y pactaban no incrementar los impuestos a la nación chilena durante 25 años. El incumplimiento de estos pactos desencadenó una ruptura total de las relaciones diplomáticas entre las dos naciones, desatando la lucha armada.
El 5 de abril de 1879, el gobierno de Chile emprendió la guerra contra Perú y Bolivia. Según Ortega, el objetivo chileno era apoderarse de los territorios salitreros. Es así como estalla la Guerra del Pacífico.
De acuerdo con José Ugarte Díaz, la Guerra del guano generó una pugna interna dentro de la nación peruana. Este país se encontraba ya fragmentado desde los tiempos de la independencia. Ugarte Díaz observa que, durante la guerra, muchos sectores de la población peruana se aliaron al ejército chileno. Moreno de Cáceres describe estas alianzas así: “La garitera me había prevenido que, en ese pueblo, el gobernador y el teniente gobernador, iqueños, paisanos míos, obedecían a las tropas invasoras [chilenas]”. La cita revela la división de la nación peruana en pleno conflicto.
Ugarte Díaz dice que “todas las clases dirigentes estuvieron de acuerdo […] en acordar la paz con el invasor. El único que no se mostró de acuerdo fue el General Andrés Avelino Cáceres […] quien emprendió junto a sus montoneras una resistencia obstinada y sangrienta en las sierras andinas”. La autora destaca aquí la resistencia del General, quien enfiló en sus tropas guerrilleros indígenas y soldados oficiales. Estos escuadrones se adentraron en los Andes centrales, y lidiaron con el paisaje y el clima inhóspito para poder combatir a los chilenos. La serie de batallas libradas por Cáceres constituyen la Campaña de La Breña. Su nombre se debe al hecho de que fueron batallas peleadas en “las montañas o breñas”.
3. LAS RABONAS DEL PERÚ
La presencia femenina en los campamentos militares fue un rasgo común en diferentes lugares de Latinoamérica durante el siglo XIX. En Perú, se les conocía a estas mujeres como “rabonas.” Vanesa Miseres explica que las rabonas eran indígenas compañeras y colaboradoras de los soldados. Ellas preparaban alimentos para las tropas, cargaban armas, y se ubicaban en la parte trasera de la caravana (“Las últimas”). De acuerdo con esta descripción, las rabonas no participaron en los combates, pero su labor de apoyo hacía la guerra más vivible para los soldados. También colaboraban con tareas varias y fortalecían a los combatientes emocionalmente. Según Miseres, “las rabonas llenan ‘el vacío familiar’ del soldado y eso contribuye a cierta solidez o estabilidad del cuerpo militar al evitar la deserción”. Su nombre originario era panicuna que en quechua significa mi familia.
Las rabonas quedaron inmortalizadas, entre otros registros, en los relatos de viajes de escritoras extranjeras. La autora peruano-francesa Flora Tristán visitó el Perú en un tiempo de guerras internas y de caudillaje, cuando Perú recién había logrado la independencia del yugo español (Miseres, “On a Republic”). Dadas estas circunstancias bélicas en el contexto peruano, las rabonas no pasaron desapercibidas frente a los ojos de Tristán. La autora describe a estas mujeres así:
Viven con los soldados, comen con ellos, se detienen donde ellos acampan, están expuestas a los mismos peligros y soportan aun mayores fatigas. Cuando el ejército está en marcha, es casi siempre del valor y de la intrepidez de estas mujeres que lo preceden de cuatro o cinco horas, de lo que depende su subsistencia.
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