La Crisis De Los años 30..

El presidente Coolidge envía un mensaje al congreso norteamericano en diciembre de 1928, caracterizado por la euforia y pronosticaba para su país el más largo período de prosperidad. La nueva etapa económica culmino en una orgia de especulación. Durante un largo periodo de tiempo parecía imposible que pudiera perderse dinero en la Bolsa, lo que acabo por convertir a cada nuevo inversor en un especulador. Nadie se preocupaba de averiguar si la cotización de las acciones estaba justificada por la situación económica.

El quiebre de la Bolsa de Nueva York se produce en octubre de 1929, en forma sorprendentemente repentina, punto de arranque de una depresión que se inició en Estados Unidos y en poco tiempo se extendió al mundo capitalista. El accionista no tenia medio de saber la cotización real de sus acciones y daba orden de venta con la esperanza de que al cierre de la operación sus pérdidas fueran soportables. La caída de la Bolsa se detuvo definitivamente, en el verano de 1932, su nivel había bajado en un 83% con respecto de su cota máxima de 1929.

El derrumbamiento de la Bolsa se produjo porque las cotización habían dejado de reflejar la marcha de la economía, tanto los corredores como los clientes estaban mal informados acerca de la calidad de los valores en venta. Posiblemente lo que desencadeno la subida de la Bolsa fue precisamente la política de dinero barato adoptada en 1927.

La crisis se caracterizó en la caída de la producción y del comercio exterior, y en el enorme incremento de la desocupación. La actividad económica no se recuperó hasta 1937.

El problema mayor residía en un precario mecanismo crediticio que afectaba al sistema financiero mundial. En efecto, la medida a adoptar por la Reserva Federal para frenar la especulación consistía en subir su tasa de descuento, decisión que iba más allá de las fronteras norteamericanas, en tanto contribuía a disminuir la corriente de créditos hacia el exterior, pero además atraía capitales hacia los Estados Unidos. En 1928 – 1929 el flujo de capital norteamericano hacia el exterior cayó.

La interrupción de los prestamos afectó seriamente a muchos países de Europa y América Latina, los cuales se habían endeudado de manera creciente y dependían de continuas importaciones de capital para mantener su equilibrio exterior: La interrupción drástica de los préstamos por parte de los acreedores colocó a los gobernantes de ésos países frente a un problema en relación con la política económica interior. Para obtener recursos con los cuales enfrentar las obligaciones exteriores, se debieron disminuir las importaciones, con un impacto sobre el comercio mundial. La segunda y más grave circunstancia que contribuyó a desencadenar la crisis: el retroceso de la actividad económica en los Estados Unidos. Las repercusiones sobre la economía mundial fueron dramáticas.

Se produjo una reducción de los prestamos al extranjero, pero a ello se agregó una fuerte caída de las importaciones, que en razón de la relevancia de la demanda norteamericana, produjo un derrumbamiento en los precios internacionales de las mercaderías. Fue en curso de éste proceso el llamado “crac” de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929.

El famoso “jueves negro” (24/10/1929) la caída del mercado de valores, los inversores se retiraron de la bolsa y la decisión de reducir gastos se extendió a todos los sectores, afectando a los niveles de producción y a los precios. La caída de los precios implicó quiebras, retiro de depósitos de los bancos y mayores restricciones del consumo.

Los problemas del sistema bancario fueron el factor individual que mayor influencia tuvo sobre la depresión. La vulnerabilidad del mismo, condujo a que las quiebras de bancos hicieran tomar conciencia a los ciudadanos de las dimensiones de la crisis. Durante la depresión perdieron dinero la totalidad de las industrias del metal, ferroviarias, de construcción de maquinaria, de automóviles y las inmobiliarias.

En relación con lo que ocurría en el resto del mundo, a la disminución de los préstamos exteriores y a la posterior exigencia de pago de las deudas contraídas se sumó la promulgación en junio de 1930 del arancel Smoot-Hawley, que elevaba las tarifas proteccionistas de los EEUU disminuyendo el comercio internacional y frenando las importaciones. Tuvo como consecuencia la aplicación de represalias por partes de los países afectados.

En Europa, si bien la persistía la deflación, y la desocupación había alcanzado niveles muy altos, los países más afectados eran los exportadores de materias primas, hasta el punto que algunos de ellos habían abandonado el patrón-oro. En mayo de 1931 estalla el pánico financiero internacional con la quiebre del Credit- Ansalt, el banco más prestigioso de Austria. O que siguió fue una fuga de capitales en Alemania, Inglaterra y los EEUU

Alemania, en el pago de las reparaciones de guerra, optó por una subida de las tasas de interés, profundizando la caída de la actividad económica y un incremento de la desocupación. En diciembre de 1931 se procedió a la reducción de salarios y los precios de las industrias cartelizadas y en 1932 se desataron conflictos sociales y políticos donde Hitler vio facilitado su acceso al poder.

En Inglaterra condujo a la caída del gobierno laborista, reemplazado por un gabinete de coalición que optó por el abandono del patrón-oro el 21/9/1931 bajo el fundamente de que no querían verse descolocados en su posición comercial. En resumen, hacia fines de 1932 se había producido la desorganización y la destrucción parcial de la maquinaria que movía la economía internacional, procediendo a los países a buscar una salida individual a la crisis.

En lo que respecta a América Latina, Asia y Oceanía, las repercusiones de la crisis fueron más graves como la disminución relativa de los precios de los productos primarios respecto de los bienes manufacturados. Las dificultades crecientes originadas en el pago de los servicios de la deuda en un contexto de escasez de crédito, el resultado para la mayor

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