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La Cultura Virú


Enviado por   •  9 de Julio de 2014  •  Informe  •  4.645 Palabras (19 Páginas)  •  367 Visitas

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La Cultura Virú es una cultura costeña que se desarrolló entre los valles de La Leche y Santa.

Es una cultura cohetánea con la Cultura Salinar.

La autoridad política se centralizó en el valle de Virú en el sitio hoy conocido con el nombre de Grupo Gallinazo, un núcleo de edificios religiosos y administrativos rodeados de un gran número de viviendas que cubren en total un área de aproximadamente 5 Km2.

Se desarrolló en la Costa Septentrional, aproximadamente entre los años 200 a.C. a 500 d.C. Su nombre proviene de la Huaca Gallinazo de la hacienda el Carmelo del Valle Virú. Se caracteriza por su cerámica decorada con técnica negativa, que tiene nexos con la cerámica de Recuay y Vicús; el modelo de las viviendas es una sola habitación, y excepcionalmente los dos compartimentos.

Es importante indicar que la ulterior cultura Moche, con una cerámica, textilería y objetos de metal artística y técnicamente superiores recibió de la cultura Virú, lo mejor de las atenciones tanto pública como profesional.

Se economía se basó en la agricultura, la pesca, la caza la recolección. Nada o poco se sabe de las creencias religiosas de estos grupos humanos.

CULTURA VIRU

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Son muy diversos los trabajos de investigación arqueológica realizados en el valle Chicama, relativamente escasos los referentes a definir las modalidad de las practicas mortuorias relacionado a la Cultura Virú. Quien inicio la investigación sobre este tema en el valle, básicamente fue realizada por Rafael Larco, y la denomino como cultura “Cultura Virú” a partir de los hallazgos que ejecuto en el Chicama y otros valles como el Santa, Chao, Virú y Moche (Larco 1944, 1945, 1948:22-27).

Aunque unos años antes Kroeber (1925: 65) retomando lo señalado por Bennett en 1939, difunde el topónimo “Gallinazo” con el argumento de que esta es una manifestación muy particular dentro de las ocupaciones prehispánicas del valle de Virú y la denominación “Cultura Virú” bien podría resultar confusa. Por ello kroeber al referirse a “Gallinazo” dijo “Cuando el registro comparativo sea más adecuado no dudaría en usar un nombre propio” (citado por Barr 2000: 12).

Las primeras referencias efectuadas por Larco, en 1933, quien descubrió en la Pampa de “Los Cocos”, cercana a las huacas del Sol y de la Luna, la primera tumba conteniendo vasos cuya característica principal era la pintura negativa. Precedentemente había sido clasificada como correspondiente a la cultura del Callejón de Huaylas. Consecutivamente con los hallazgos en cementerios del valle de Virú, se determinó dar nombre a la cultura por lo abundantes evidencias que cobijaban en este valle, por lo cual Larco, consideró que se encontraba el centro principal y más importante de cerámica negativa descubierta hasta hoy en el Perú.

Larco, definió que estas tenían características propias que le daban unidad, permitiendo al arqueólogo diferenciarlos de las otras culturas. Se sumo a ello las particularidades observadas en la indumentaria, armas, arte orfebre y culto a los muertos, concluía de que se trataba de un agregado cultural. Reconocía que la cerámica era aparentemente distintas a la del valle Virú, esta última presentaba ornamentación negativa. También se ha extraído en otros lugares del país, encontrándose en tumbas de otras culturas, asociada a la cerámica propia de cada lugar. De ahí que considero que se trataba de una modalidad artística que se propago, y cuyo centro bien pudo ser este sector del norte del Perú. A ello Larco, agregó que era indudable que existía relación muy estrecha entre la cultura del Callejón de Huaylas y la cultura de Virú (Larco 1945:1).

Larco, sostenía que la cultura Virú el cual fue llamado “Gallinazo” por Bennett (1939), es coetánea con Salinar y contribuye con elementos nuevos para el desarrollo de la cultura Mochica en la “época auge” (Larco 1948:22). Su cercanía espacial es reconocida por otros investigadores siendo bastante sugerente cronológicamente (Kaulicke 1992:878).

En lo que respecta a la secuencia planteada por Bennett (1939), esta fue cuestionada por Fogel (1993) y Billman (1996), afirmando que no existe sustento estratigráfico dentro de la evolución arquitectónica sostenida por Bennett, quedando abierta la probabilidad de confusión en la lectura y control durante las excavaciones. Sustentan que la secuencia estilística del Proyecto Valle Virú, refleja valores de frecuencia de tipos, sin el debido sustento estratigráfico, por ello no existe seguridad respecto a la posición de tipos como elementos diagnósticos en la secuencia del estilo. Sin embargo varios autores han reconocido para este momento cronológico, como una etapa cultural que se extiende desde el valle de Rímac hasta Piura, mostrando una distribución bastante amplia y globalizante (Kaulicke, 1991; Makowsky, 1994; Shimada y Maguiña, 1994). Pasaremos analizar las investigaciones en cada valle:

VALLE DE VIRÚ

Los estudios arqueológicos en el valle de Virú, inicialmente permitieron conocer evidencias de cementerios en la parte baja y media del valle y en ambas márgenes del río Virú. Entre los sitios de la derecha se tiene a: Huancaquito, Huancaco, Cerro de Pina, Castillo de Huancaco, Huaca Larga, Saraque, Huacapongo; y para la margen izquierda, aguas arriba: Castillo de Tomabal, El Cerrito, San Idelfonso, Pampa de Pur Pur, Guañape y Huaca del Gallinazo (Larco 1945:3).

Larco, en la necrópolis de Tomabal, encontró dos cráneos que mostraban sobre los arcos superciliares, motivos geométricos incisos enmarcados por dos líneas paralelas dobles. Respecto a la cerámica estableció que se distinguen por la superficie brillante, bruñida y de textura uniforme y estaban bien cocidos en hornos abiertos. Por lo general de color rojo, con cierta tendencia al rosado, contrastó un reducido porcentaje de ceramios negros, pardos, plomos y cremas (Larco 1945: 15).

Con respecto a los sitios de enterramiento pertenecientes a este período cronológico en Virú, son aislados como intrusivos. Los aislados y en menor proporción se hallaron en depósitos aluviales; según Willey reporta los sitio V-131 y V-109; tumbas aparentemente fosas simples (Willey 1953: 114,176) elaboradas como recintos funerarios de piedra o sarcófagos de planta rectangular, algunos con recinto anexo para la colocación de ofrendas, mientras otros tienen cubiertas de lajas de piedra o petates de junco, que Larco encuentra asociados a entierros extendidos y ofrendas correspondientes a cerámicas Virú y Moche (Larco 1945).

En lo que respecta a este tipo de modalidades mortuorias también podría considerarse los montículos funerarios o Burláis Mounds (Bennett 1939), los cuales han sido descritos

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