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La Década Infame


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2019  •  Ensayo  •  3.236 Palabras (13 Páginas)  •  204 Visitas

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La Década Infame.

Sartre, al hablar del proletariado urbano, dice que en última instancia, aún en su momento de mayor humillación en una fábrica, el proletario siempre decide dónde poner un tornillo, ponerlo antes o después y son estos pequeños momentos donde descubre su libertad. El esclavo habrá de convertirse finalmente en una autoconciencia independiente, en un sujeto libre, empezando por el momento en el que adquirió la condición de esclavo al haber experimentado el temor ante la muerte y superando la condición de mera cosa. Además, en su condición servil aprende a reprimir sus propios deseos por lo que se ubica en posición superior a la del amo (Feinmann).

La década infame presenta una particularidad histórica en la que queda casi relegada la lucha de clases en nuestro país, para dar lugar a verdaderas batallas por el ejercicio del poder de dos clases dominantes (Burguesía y Oligarquía) que a la vez se someten ante el obsceno dominio del Imperialismo Inglés.

Desde esta perspectiva, nos pareció pertinente abordar este período tan particular, fragmentando, de alguna manera, esas totalidades interdependientes que operaron para que desde la caída de Hipólito Irigoyen hasta la toma por la fuerza de la presidencia por parte del General Arturo Rawson, Argentina quede sometida al dominio económico británico.

Por este motivo nos proponemos analizar los diferentes fragmentos desde una de las herramientas que mejor nos permite vislumbrar los pormenores de las relaciones humanas: “la dialéctica hegeliana”.

Es menester, entonces, comenzar a desarrollar el marco teórico que nos permitirá realizar esta tarea tan ambiciosa y compleja, disculpándonos de antemano si no logramos ser claros o si a penas logramos rascar la superficie de un problema que nos constituyó como país.

Según Hegel, el hombre hace a la historia y la historia hace al hombre y la historia de ese sujeto es la historia del desarrollo autoconsciente de un espíritu que es realmente el hombre en la medida en que se va dando forma a través de la historia, a lo que Hegel llama espíritu absoluto, idea absoluta, saber absoluto. Es el Hombre haciendo su Historia (Hegel, 2006).

Pero este proceso no viene dado de manera lineal ni por acción divina. Se da a través de una relación de poder dialéctica que se establece entre dos voluntades.

Por tanto, debemos comprender, antes de emprender la tesis que queremos exponer, cómo funciona la dialéctica del amo y del esclavo para poder intentar concluir como devino la historia argentina en un período particular.

Vale aclarar entonces que el filósofo antes citado, menciona dos tipos de voluntades: la animal y la humana.

La voluntad para Hegel es voluntad deseante. La animal, simplificándolo de una manera insolente, desea cosas consumibles. Desea alimentos, afecto, cuidado (sólo cosas que representan su bienestar inmediato).

La voluntad humana, en cambio, desea deseo. Esto es, desea ser deseado, ser reconocido en una relación de sometimiento. Desea que el otro lo reconozca como su amo.

De esta manera, ambas voluntades comienzan una guerra a muerte por imponer su deseo. Aquí surge otro concepto imprescindible para la dialéctica: el terror a morir.

Una de las voluntades va a ir hasta las últimas consecuencias, priorizando su deseo ante ese temor. La otra, cederá ante el temor y reprimirá su deseo en favor de su vida.

Es entonces que el esclavo renuncia a su deseo (por el miedo a la muerte) para someterse al afán de dominación del amo. Un amo que existe en la medida que es reconocido por su antagonista. Esto es, el sujeto (amo) se constituye cuando el objeto (esclavo) acepta su condición. Esto implica muchas consecuencias.

La primera es que la acción nace de la negación de ese vínculo de dependencia por parte del esclavo que quiere acabar con la supremacía del amo. Y la acción no es otra cosa que deseo que genera un vacío, una nada que se materializa en algo tras el rechazo de lo existente. “El deseo es la presencia de una ausencia” (Hegel, 2006).

Partiendo desde este marco conceptual y teórico, abordaremos sincrónicamente la historia argentina, tomando el recorte que va desde 1930 a 1943.

Probablemente sea la primera vez que se utiliza una prosopopeya para nominalizar una época histórica: La infamia, particularidad inherente de los hombres y no de su cultura.

Tal es el grado de degradación del honor, la reputación y el descrédito, que José Luis Torres se vio obligado a personificar una década para poder adjetivarla como “Infame”.

En 1929, la Gran Depresión (24 de Octubre – Jueves Negro) produce un quiebre en la Bolsa de valores de New York que puso en jaque la economía mundial, provocando inmensas caídas en la economía argentina, basada en un modelo agroexportador.

Ante la falta de medidas efectivas para hacer frente a la crisis, la UCR personalista de Yrigoyen fue perdiendo apoyo, y en un período de licencia, su vicepresidente, partidario de la corriente de Alberdi, permanece sin tomar acciones (intencionalmente) ante las sublevaciones suscitadas por los trabajadores fabriles. Esto propició que el 6 de septiembre de 1930, José Félix Uriburu, con el apoyo implícito de Justo, realice el primer golpe de estado de la Argentina.

Aquí encontramos una de las primeras relaciones de dominio ejercido entre dos poderes. Justo, consciente de la inconveniencia de participar en un golpe, debido a sus intenciones presidenciales, manipula ideológicamente a Uriburu, quien se transformará en su fuerza de choque, deponiendo a Yrigoyen, encarcelándolo en la Isla Martín García y asumiendo la presidencia. Justo no desconocía las intenciones y las formas de obrar de Uriburu, sabiendo que tarde o temprano, por su falta de preparación, debería llamar a elecciones, propiciándole el momento oportuno para que Justo asuma democráticamente el poder.

Desde esta perspectiva, justo comprende que en esta relación de poder (Ambos deseaban la presidencia), debía ceder, no ante el temor a morir, sino ante el verdadero deseo de perpetuarse en la presidencia de una manera democrática. Por ello, Uriburu se presenta en esta dialéctica como el gran vencedor, el amo, pero ignora que se encuentra en la posición que Justo quería.

Durante la presidencia de Uriburu la crisis se encontraba menoscabando las realidades sociales y el proceso de revocar la convertibilidad que había planteado Yrigoyen, ayudaba a que la situación empeore. A raíz de esto, debió implementar una serie de acciones que poco agradaron a los conservadores, quienes habían apoyado el golpe.

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