La Educación Moral De Los Aztecas
Enviado por azenethjg03 • 14 de Abril de 2015 • 2.078 Palabras (9 Páginas) • 444 Visitas
INTRODUCCIÓN
En el siguiente trabajo se aborda el tema de la educación moral de los Aztecas, la educación de los aztecas tenía como propósito fundamental, formar la personalidad del individuo, lo cual se expresaba en lengua náhuatl como “in ixtli, in yollotl”, “alcanzar el rostro y el corazón”. Si bien les enseñaban un oficio, también les infundían el amor por él. En toda actividad se les inculcaba un gran sentido de la familia y del grupo humano. Su educación era tradicionalista y estaba basada en un origen bélico, por esa razón es considerada una cultura guerrera.
La característica fundamental en la educación de los Aztecas fue que era activa e integral. Los dos principios fundamentales que guiaron la educación en los Aztecas, desde el hogar hasta la escuela eran: el del autocontrol por medio de una serie de privaciones a que debía acostumbrarse el niño y el conocimiento de sí mismo y de lo que debe llegar a ser, inculcado a base de repetidas exhortaciones paternas y de los maestros.
Una segunda etapa en el proceso de educación se abría con la entrada del niño a los centros educativos. La educación especializada más importante se llevaba a cabo en el Telpochcalli, si se quería ser guerrero, o en el Calmécac si iban a dedicarse a las ciencias.
LA EDUCACIÓN MORAL DE LOS AZTECAS
La educación en los Aztecas, ocupaba un lugar de gran importancia, iniciaba en el hogar, a cargo de los padres y continuaba en instituciones públicas a partir de la adolescencia. La educación tenía como propósito fundamental formar la personalidad del individuo, la cual en lengua náhuatl se expresaba in ixtli, in yollotl “alcanzar el rostro y el corazón”.
De tal manera, que una vez que el Azteca recibía educación, adquiría un rostro y un corazón, un rostro sabio y un corazón firme como la piedra y resistente como el tronco de un árbol, de donde se alimenta la hoguera eterna en honor de los dioses; el hombre educado es el dueño de un rostro y de un corazón, hábil y comprensivo.
El Temachtiani, el maestro, el sabio, era aquel que lograba, como consecuencia de su tarea educativa, hacer sabios los rostros ajenos, les abre los ojos, los ilumina. Pero para llegar a ser sabio, maestro de la verdad, debía tener una cara, un rostro; haber abierto los oídos para iluminar a los demás, haber recorrido el camino para después formar guías y darles su propio camino. El maestro tiene que mirarse en el espejo, para después ponerlo delante de los otros, tiene que ser primero sensato y cuidadoso, para que los demás lo sean también, y así aparezca en ellos una cara y se fortalezca un corazón.
Gracias a la acción del maestro náhuatl y a su estricta enseñanza, la gente humaniza su querer, hace fuerte su corazón, les conforta, ayuda, remedia. El del rostro sabio, Quetzalcóatl personificado, comenzaba enseñando a obedecer a las personas, a respetarlas, como deben entregarse a lo conveniente, lo recto y cómo han de evitar lo no conveniente, lo no recto, huyendo con fuerza de la perversión y la avidez, como si tomasen ejemplo de los estoicos y demostrando que el discurso pedagógico de los antiguos mexicanos está considerado entre las formas literarias, tan bello como la poesía misma, la cual también cultivaron a plenitud y en espiritual deleite.
Todos los que recibían educación, debían caracterizarse por la prudencia y la cordura, pero todo maestro tenía que desarrollar cuando menos cinco atributos: hacer tomar a los otros un rostro, hacerlos sabios, que se transformen en cuerdos y cuidadosos, humanizar y hacer fuertes los corazones. La educación Azteca constaba de dos etapas: hasta los catorce años era educado en el seno familiar y posteriormente en instituciones oficiales; la educación doméstica era dura y austera, el padre tenía a su cargo la educación del hijo, y la madre la de la hija.
La educación pública se llevaba a cabo en el Calmécac (hilera de casas) y el Telpochcalli (casa de los jóvenes). El Calmécac era un internado para lo hijos de los nobles por lo que entre los diez y los quince años aproximadamente, hombres y mujeres, del grupo social privilegiado, ingresaban a este sistema escolarizado, eran escuelas vinculadas con el sacerdocio.
La enseñanza en estas instituciones estaba orientada hacia la formación de la élite dirigente. En ellas se enseñaban técnicas (lectura, interpretación calendárica, ritual religioso) y prácticas (trabajo, sacrificio y penitencia), que eran exclusivas del grupo dominante y parte fundamental de su quehacer. Estos centros cumplían una función ideológica importante, ya que formaban a la élite con rigurosas y severas costumbres, reforzando la imagen difundida socialmente, de su gran aptitud para el mando y su virtuosa conducta moral. Los nobles que asistían a estas escuelas podían permanecer en ellas indefinidamente, adoptando funciones sacerdotales, o bien pasar sólo unos años de formación.
El Telpochcalli, era para la clase media, para los maceguales, los individuos obligados a pagar tributos y servicios personales. La enseñanza era práctica y los tipos de habilidades que se desarrollaban en el Telpochcalli eran: canto divino, cuenta de los días; cómo cazar y hacer cautivos en la guerra; usar macana, escudo, dardo y flecha, etc. La enseñanza de prácticas militares era fundamental, la disciplina era rigurosa, las sanciones, incluso crueles, y la vigilancia era permanente, para lograr la conformidad y la sumisión total.
Si el muchacho era hijo de nobles, era puesto bajo la dirección del sumo sacerdote del Calmécac, ahí se ponía más empeño en la enseñanza de tipo intelectual, mientras que en el Telpochcalli se preocupaban por el desarrollo de las habilidades del joven para la guerra y la caza. De manera que podemos apreciar dos tipos de educación, para una sociedad dividida en clases sociales, entre los que detentan y ejercen el poder y los dominados destinados al trabajo y el tributo. La familia, la escuela y el Estado transmitían, interpretaban, enriquecían o degradaban la cultura indígena elaborada en varios milenios de convivencia en las tierras de Mesoamérica, todas ellas hermanadas en el culto a sus dioses y la sumisión a los soberanos. Esa era parte fundamental de su política educativa, que era también la social, religiosa, económica, política y cultural, según su particular e integral visión del mundo.
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