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La Tumba de las Luciérnagas


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2013  •  Ensayo  •  3.476 Palabras (14 Páginas)  •  703 Visitas

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No extraña dentro de la narrativa, de la ficción, japonesa la aleación de lo terrible y lo lírico, de la serenidad y la convulsión que presenta “La Tumba de las Luciérnagas”, un film profundamente japonés incluso en sus contradicciones entre la emotividad que surge de forma natural y aquella fruto de la imposición melodramática, de la obligación de emocionarse. “La Tumba de las Luciérnagas” es una película triste y real, pero esas características no significan nada en relación a la calidad mayor o menos de cualquier obra. En diversos momentos la película subraya hasta el exceso, desde la crueldad casi “Dickensiana” de la tía que acoge a los hermanos, hasta el miserabilismo, reiterativo, de la situación de los mismos cuando Seita decide dejar la casa familiar y enfrentarse al mundo en solitario.

Fuerza la lágrima en las evocaciones “Postmortem” de la niña, contrapuestas a la belleza veraniega del final de la guerra recreada con una paleta de ricos azules y verdes que transmiten serenidad –un detalle estético que junto a la atención al detalle ambiental, a los objetos y espacios se conformaría con el tiempo y las películas como una de las características distintivas del sello “Ghibli”-. También se puede aducir un regodeo en las consecuencias físicas de la miseria y la guerra o el escaso desarrollo, progresivamente lacrimógeno, de la figura de Setsuko que Seita nunca se plantea como carga, sino como deber plenamente asumido. Algo muy diferente a la situación autobiográfica que recrea, según confesión del propio Akiyuki Nosaka.

“Honestamente, la muerte de mi hermana también fue un alivio para mí, una carga que me sacaba de encima. Saber que nadie volvería a despertarme de noche con su llanto, que podría ir de un lado para otro sin tener que cargar con una niña en mi espaldas. Me duele mucho decir esto sobre mi hermana, pero también esos sentimientos eran reales. Por eso, porque todo eso me resulta odioso, es que nunca quise releer mi novela (Grave of the Fireflies, 1967). Es tan hipócrita... (...) Hay muchas cosas que no pude resolverme a escribir. En la historia, el hermano mayor se va volviendo cada vez mejor persona... fue una forma de tratar de compensar todo lo que en la realidad no pude hacer. En ese entonces, siempre me proponía en mi cabeza hacer actos de generosidad, pero no podía. Siempre pensaba ‘No voy a comer para darle alimento a mi hermanita’, pero cuando finalmente tenía la comida en la mano... estaba hambriento y comía. No hay delicia comparable a la de comer, en esos momentos. Y el dolor que venía después, era igual de enorme. No creo que existiera una persona más desesperada que yo...” Declaraciones extraídas de http://hjg.com/

Él es Seita sobreviviente, aunque dulcificó muchos aspectos para moldear el cuento original, más seco, lacónico y despojado que la película, ya que su egoísmo por vivir, algo que consiguió, estaba por encima del deber de proteger a su hermana o su madre. Es decir Seita es una versión heróica de Nosaka, una donde el “Giri”, la obligación, todavía pesa más que en “Ninjo”, el deseo propio. De cualquier modo esa pulsión -cultural, histórica, psicológica- conduce, irremediablemente, a la muerte. No cabe otra conclusión que no sea el pesimismo, es así.

Resulta ejemplar de esta entrega del protagonista, y al tiempo de lo mejor que cinematográficamente ofrece “La Tumba de las Luciérnagas”, la concisa puesta en escena y el tratamiento del color del descubrimiento de la madre, mortalmente herida, desecha en realidad, de los hermanos: la pequeña Setsuko llorando y preguntando porque no puede ver a su madre, aunque en realidad lo sabe perfectamente y su hermano comenzando a dar vueltas en una barra gimnástica que se encuentra en el patio del colegio que sirve de improvisado hospital de campaña con la intención de ofrecerle a su hermana una distracción absurda en mitad de la tragedia - personal y colectiva, concreta y simbólica-, demostrando que desde ese momento será capaz de todo, de cualquier humillación para protegerla.

Seita ejemplifica el estoicismo y el combate íntimo entre la individualidad y su (Auto) represión presente en la cultura japonesa. Ambos son hijos de un oficial de la marina, es decir de una familia respetable y los aspectos más crudos del relato inciden en el brutal despojamiento de esta condición honorable. Seita robará –incluso aprovechando el toque de sirena de los bombardeos-, se apartará de la familia, se volverá egoísta… se deshonrará en definitiva en múltiples formas solo para intentar garantizar la supervivencia de su hermana, entregándose a ella al extremo de perder su propia dignidad.

La guerra iguala a todas la clases, su capacidad de destrucción es transversal nos parecen decir Akiyuki Nosaka e Isao Takahata, ambos nacidos en la década de 1930, ambos hijos de la guerra, los bombardeos, el hambre y la ocupación. Hijos de la humillación individual y colectiva, en definitiva.

Ya el terrible inicio del film nos ha mostrado todo esfuerzo será inútil. “21 de septiembre de 1945: Ese fue el día en que morí” son las primeras palabras se Seita. Los narradores son dos fantasmas, un par de presencias que son ecos del horror distinguidos por la textura rojiza, espectral, con la cual son representados gráficamente. Takahata los recupera al final, tras la cremación de Setsuke, reunidos en una panorámica sobre el Kobe contemporáneo, vuelto a erigirse sobre las ruinas morales y físicas que se esparce como un montón de luciérnagas, ese motivo recurrente que remite de manera directa a la fragilidad de la existencia y a lo efímero de la misma y de las mejores cosas que puede ofrecer: La calma, la belleza…

Pero a la vez las luciérnagas forman parte de esa colección de insectos –moscas, hormigas, larvas…- en los cuales la película se detiene para testimoniar de forma minuciosa la intendencia de la muerte; el proceso de descomposición de la carne es un metáfora brutal de la descomposición de un país bajo la guerra y sus derivaciones. De nuevo la dualidad.

Curiosidades:

• Además de esta celebrada adaptación al anime “La Tumba de las Luciérnagas” ha conocido dos traslaciones en imagen real; la primera de ella para televisión en 2005, de duración desmesurada e incorporando diferentes personajes y acción en el presente, desde el cual se evocaba la historia central situada en la 2ª Guerra Mundial. La segunda es un largo de 2008, dirigido por Taro Hyugaji, y que resulta más un “Remake” en imagen real de la película de Isao Takahata que una adaptación del original de Akiyuki, una historia de poco más de cuarenta páginas, despojada, cruda y extremadamente seca.

• Akiyuki Nosaka ya había sido adaptado al cine con insistencia durante la época

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