Sobre héroes Y Tumbas
Enviado por tepana • 7 de Febrero de 2012 • 4.296 Palabras (18 Páginas) • 969 Visitas
SABATO, Ernesto
Sobre héroes y tumbas
1. RESUMEN DEL CONTENIDO
La obra se compone de una nota autobiográfica a manera de proemio (p.7), una noticia preliminar (p.9) y cuatro partes: I. El Draqón y la Princesa (pp. 11-122); II. Los rostros invisibles (pp. 123-234); III. Informe sobre ciegos (pp. 235-368); y IV. Un Dios desconocido (pp. 369-465).
La breve reflexión autobiográfica (p.7) resulta interesante tanto para abordar críticamente Sobre héroes y tumbas, como sus obras precedentes, particularmente El Túnel. Sabato indica que hay "ficciones mediante las cuales el autor intenta liberarse de una obsesión que no resulta clara ni para él mismo"; y agrega que esas "son las únicas que puedo escribir", "las incomprensibles historias que me vi forzado a escribir desde que era un adolescente". Confiesa haberse dedicado, en los trece años posteriores a la publicación de El Túnel en 1948, a explorar "ese oscuro laberinto que conduce al secreto central de nuestra vida". Relata un constante descontento por la incapacidad expresiva de su búsqueda y agradece a sus amigos que lo inducen a publicar "esa fe y esa confianza que, por desdicha, yo nunca he tenido". Dedica Sobre héroes y tumbas "a la mujer que tenazmente me alentó en los momentos de descreimiento, que son los más".
La noticia preliminar (p.9) es un "fragmento de una crónica policial publicada el 28 de junio de 1955 por "La Razón" de Buenos Aires". Recoge la noticia del parricidio y suicidio de Alejandra Vidal Olmos: mata a su padre a balazos y luego provoca el incendio que la devora. Sirve como pórtico que permite dar a priori un marco de referencia unitaria a la diversidad temática de la novela. Allí se califica al "Informe sobre ciegos" de Fernando Vidal como "el manuscrito de un paranoico".
La noticia preliminar permite ubicar, cronológicamente, al lector en un momento preciso de la historia argentina: el bienio 53-55. En efecto, el texto del primer capítulo de la primera parte comienza (p.11): "Un sábado de marzo de 1953..."
La primera y la segunda parte ponen ante los ojos del lector la alucinada historia del acercamiento y del distanciamiento de Martín del Castillo y Alejandra Vidal.
I. La primera parte
El Dragón y la Princesa se inicia con la descripción, no exenta de ribetes poéticos, de una tarde otoñal (pp. 11-12). En su deambular melancólico y triste Martín se encuentra unos restos de periódico, "un trozo de diario abandonado, un trozo en forma de país: un país inexistente pero posible" (p.12). Surge el encuentro de Alejandra y Martín y la progresiva desvelación retrospectiva de la atormentada existencia de uno y otro. Primero se presenta a brochazos la traumatizada personalidad de Martín: la madre que le gritaba que era producto de un descuido, que había hecho lo posible por abortar... "Como si toda la basura de su madre la hubiere acumulado en su alma, a presión". "Será por eso —agregó— que cuando pienso en ella siempre se me asocia la palabra cloaca" (p.21). A continuación se presentan reflexiones sobre la "esperanza" y el pesimismo (p.26), el desamparo y la soledad (p.27 y ss.): "... de esa vaga pero irresistible melancolía que siempre nos suscita a los hombres la palabra FIN colocada al término de una historia que nos ha apasionado por su misterio y su tristeza. Lo que es lo mismo que decir la historia de cualquier hombre, pues ¿qué ser humano existe cuya historia no sea en definitiva triste o misteriosa?" (p.29). Tal situación no es privativa de los ancianos: puede darse en un muchacho como Martín "que empieza a ver con horror que el absoluto no existe" (p.30).
El cap. VI (p.31 y ss) presenta la visión de la bandera argentina (azul celeste y blanca) como la "bandera inmaculada" y las "palabras claves" de la existencia de Martín: "frío, limpieza, nieve, soledad, Patagonia", todo dentro del marco típico, fluido, del cuadro costumbrista del bar de Chichin y del habla criolla con sus modismos y con sus apócopes característicamente porteños.
El cap. VII (pp. 34 y ss) pone al lector en contacto con el padre de Martín, un pintor fracasado, y la relación con su hijo: "como habitante solitario de dos islas cercanas pero separadas por insondables abismos" (p.34). Su padre confesándole a su hijo que era un fracasado y Martín gritando: "¡este es un país asqueroso! ¡Aquí los únicos que triunfan son los sinvergüenzas!".
A continuación, tomando como fondo la relación Martín —Alejandra, comienza a presentarse la vida de Alejandra: su visión de la humanidad como "una chanchada" (p.42) su crisis religiosa, a comienzos de la adolescencia (pp. 51 y ss.); su orgullo que la fija en la impenitencia (p 53); la corrupción de Marcos Molina por Alejandra (pp. 54 y ss.); las blasfemias de Alejandra y la afirmación del ateísmo.
A partir del cap. XII de esta primera parte, y hasta el final del libro, comienza el autor a ofrecer en párrafos intercalados un flash-back relacionado con los antepasados de Alejandra. En él irán apareciendo hechos, personajes y lugares centrales de la reciente historia argentina, "esta tierra bárbara, regada con la sangre de tantos argentinos, (...) esta quebrada milenaria, esta soledad americana, esta desesperación anónima..."
Más adelante, siempre centrado el desarrollo en la personalidad de Alejandra, se encuentran afirmaciones como "el mundo es una porquería" (p.104), la "ciudad inmunda" (p.105), "yo soy una basura" (p.105), etc., y la reducción de lo espiritual a lo carnal: "La carne se le aparecía de pronto como espíritu" (p.113); "una de las trágicas precariedades del espíritu, pero también una de sus sutilezas más profundas, era su imposibilidad de ser sino mediante la carne" (p.117).
Finaliza la primera parte con reflexiones sobre la "felicidad" (pp. 120 y ss.) y la presentación de la existencia como "sucesión de éxtasis y de catástrofes".
II. La segunda parte
Los Rostros invisibles, nos presenta casi desde su inicio (pp. 132 y ss.) dos nuevos personajes del abigarrado marco de relaciones de Alejandra: Molinari y Bruno. A través de Molinari surge la visión del burgués y capitalista que fue, en su juventud, socialista y hasta anarquista; su concepción del mundo y el diálogo sobre las generaciones. El comentario de Alejandra fija la opinión sobre Molinari: "Molinari es un hombre respetable, un Pilar de la Nación. En otras palabras: un perfecto cerdo" (p.139).
Continúa con una visión de América Latina y de la etapa de la crisis argentina
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