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La escritura y la formación de la inteligencia en la antigua Mesopotamia. (Bottero)


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2023  •  Tarea  •  2.498 Palabras (10 Páginas)  •  49 Visitas

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La escritura y la formación de la inteligencia en la antigua Mesopotamia. (Bottero)

Caracterice el proceso de abstracción progresiva de los sistemas de escritura.

Jean Bottéro, uno de los historiadores más destacados en el estudio de la Mesopotamia antigua, ha realizado importantes investigaciones sobre la escritura y la formación de la inteligencia en esta región. Según Bottéro, la escritura mesopotámica fue una herramienta clave en el desarrollo de la inteligencia y la cultura de esta antigua civilización.

Sostiene que el proceso de abstracción de la escritura se caracteriza por una evolución gradual de los sistemas de escritura desde una representación pictórica de objetos y eventos concretos hacia la representación de conceptos abstractos a través de símbolos convencionales. Según Bottero, el proceso de abstracción de la escritura se puede dividir en tres fases principales:

-Fase Pictográfica: En esta fase, la escritura se basaba en la representación de objetos y eventos concretos a través de imágenes. Por ejemplo, en la escritura egipcia temprana, los jeroglíficos representaban objetos y animales reales de manera realista.

-Fase Ideográfica: En esta fase, los símbolos utilizados en la escritura comenzaron a representar conceptos abstractos. Los símbolos se convirtieron en "ideogramas" que representaban conceptos abstractos en lugar de objetos reales. Por ejemplo, en la escritura cuneiforme sumeria, los símbolos se utilizaban para representar conceptos como "vida", "muerte" o "justicia".

-Fase Alfabética: En esta fase, los símbolos se convirtieron en letras que representaban sonidos en lugar de conceptos abstractos o imágenes. Esto permitió una mayor flexibilidad y eficiencia en la escritura y permitió la creación de un número mucho mayor de palabras y conceptos. La escritura alfabética se desarrolló independientemente en varias partes del mundo, incluyendo Mesopotamia, Egipto, China y Mesoamérica.

Empezamos a darnos cuenta de las diferencias principales que separan no sólo el discurso escrito del oral, no sólo al individuo capaz de materializar su pensamiento del analfabeto, sino también las culturas de tradición escrita de aquellas consagradas a la oralidad.

Es inevitable evaluar, en un mismo y único sistema cultural, las transformaciones consecutivas a su pasaje a la escritura realizados colectivamente o experimentados por los partidarios de algunos de estos sistemas, a partir del momento en que les resultó posible fijar; difundir y perpetuar así su pensamiento. Hace ya tanto tiempo que esos sistemas recibieron el bautismo de la escritura que no nos resulta posible comprender cómo accedieron a ella y, menos aún, descubrir su estado anterior, que escapa a la historia, precisamente porque escapa a la escritura.

Antes de iniciar esta investigación y con el fin de hacerla accesible a todos, sería conveniente sintetizar lo que sabemos acerca de los orígenes y de las principales etapas de la escritura en la Mesopotamia y, en primer lugar, lo que hay que conocer de su originalidad y su mecanismo, tan distante de nuestro brillante sistema alfabético.

La antigua civilización mesopotámica responde perfectamente a criterios de riqueza, de creatividad, de grandeza, de progresos ininterrumpidos y de propagación, y en la que, por añadidura, nos vemos cada vez más forzados a reconocer la fuente imperceptible más antigua de nuestro propio sistema de representaciones y valores.

En el transcurso de los siglos anteriores a su eclosión en la parte meridional del territorio que corresponde al Irak contemporáneo, se destacan una o dos series de producciones que han tenido importancia manifiesta en su prehistoria. Por un lado, trazados ó pintados a los costados de los vasos, o grabados en los: timbres y cilindros de piedra que entonces utilizaban como sellos, hay croquis que esos artistas tomaban de su medio: personajes, animales, plantas, utensilios y temas varios, cuya silueta es más o menos reproducida e incluso estilizada. Por otro lado, una suerte de pequeñas fichas, de piedra o de arcilla de diferentes formas, marcadas a veces con trazos elementales y que sin duda debemos suponer preparadas para facilitar las enumeraciones y cálculos globales. Unos y otras son auténticas expresiones gráficas, puesto que transmiten y fijan mensajes; pero no podrían constituir una verdadera escritura si por ella se entiende un sistema de signos aptos para codificar y fijar todos los mensajes que pasa por la mente.

Esta es la condición primera, éste es el estado nativo de la escritura cuneiforme, en el momento de su aparición, unos dos siglos antes del 3000. Bottero los denomina:

-Pictográfica, por referencia al origen y al diseño de sus caracteres;

-Ideográfica, para destacar su procedimiento semántico radical: por agrupamiento de una constelación de sentidos en torno de una representación central.

Al menos en el orden lógico, el primer estado debe considerarse como el estadio primitivo, sin que nos sea posible conjeturar, en el orden cronológico, después de qué intervalo, si es que lo hubo, habría sobrevenido el segundo. Claro está que en este caso no se trataba ni más ni menos que de una escritura de cosas: los significados directos de estos caracteres no eran las palabras de una lengua, sino en primer término y de manera inmediata las realidades expresadas por esas palabras. Por eso, todo lector, cualquiera que fuese su propio idioma, podía advertir de entrada su significación.

A partir de ese momento fue posible imprimir a la escritura una transformación y un progreso sustanciales, simplificándola al máximo y colocándola, a la vez, en condiciones de transcribir todo, para informar al lector todo lo que el escritor tiene la intención de comunicarle en su lengua. Bastaba elegir, primero, entre el montón de signos, aquellos que podían presentar la gama de los valores silábicos propios de la lengua en cuestión: a; ba; ab; bab; gab, etc., para constituir con ellos un "silabario" que la reprodujera íntegramente por escrito, dividiendo en sílabas todas las palabras que tuvieran varias sílabas y, en particular, aquellas cuyo contenido no era fácil de representar: e-ze-en para ezen: "fiesta"; a-da-min para adamin: "disputa", etc. Esta selección calculada no sólo habría eliminado la multitud de signos no elegidos, sino que habría suprimido todos esos valores verdaderamente ideográficos, ya caducos, que, debido a su cantidad, sus combinaciones y su carácter concreto, hacían tan pesado el sistema. Es significativo que quienes practicaban la escritura, después del descubrimiento de la capacidad fonética de los signos, cuya lista debían reducir paulatinamente hasta el medio millar, hayan preferido más bien proceder menos por eliminación que por acumulación. Sin duda, lo hicieron porque consideraban que los valores fonéticos recientemente adquiridos eran secundarios, meros complementos, accesorios de la ideografía original que, a juicio de ellos, era el único procedimiento esencial y eficiente de escritura. En adelante, refiriéndose siempre primero, como antes, a toda una constelación de significados, cada signo se relacionó también, subsidiariamente, con los conjuntos fonéticos y monosilábicos que designaban esas cosas en la lengua hablada: el sumerio. La elección del registro, ideográfico o fonético, dependía en última instancia de la fantasía del que escribía, mientras que el contexto orientaba al lector

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