La importancia de la Uxmal
Enviado por RosaCen97 • 11 de Octubre de 2014 • Trabajo • 2.190 Palabras (9 Páginas) • 795 Visitas
Uxmal
Uxmal: Uxmal es una antigua ciudad maya, ubicada a 62 kilómetros de Mérida. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la península de Yucatán.
Importancia
Uxmal es el asentamiento más representativo de la arquitectura de la Región Puuc ya que sus fachadas están decoradas con mascarones de Chac, el Dios de la Lluvia, grecas, paneles con jeroglíficos y altas cresterías.
Entre los edificios más representativos están la Pirámide del Adivino, el Cuadrángulo de las Monjas y la Casa de las Palomas. Además, debido a su majestuosidad, diversidad y el estado de preservación de sus monumentos, el visitante podrá aprender sobre los numerosos aspectos de la cultura maya prehispánica, tales como, su florecimiento y sociedad cuyos vestigios son admirables. Ubicación cronológica principal: Clásico Tardío 600 a 900 d.C.
Descripción del sitio
La mayor concentración de monumentos que poseen un alto valor artístico, se encuentra en el centro cívico – ceremonial de la antigua ciudad. Se trata principalmente de obras arquitectónicas y de monumentos de piedra esculpidos en bulto y en relieve. La arquitectura monumental de Uxmal es una expresión de los máximos logros del estilo Puuc.
Los edificios de Uxmal son: la Pirámide de la Vieja, la Estructura 6 del Grupo Norte, la Sección Sur del anexo al Cuadrángulo de las Monjas, el Templo Oeste del Grupo del Cementerio, la Gran Pirámide, Estructuras 1 y 2, al costado poniente de la Gran Plataforma del Gobernador y el Templo de la Pirámide del Adivino.
Templo mayor
Por: Felipe Solís
El Templo Mayor y el Recinto del Templo Mayor eran el centro de la vida religiosa mexica y uno de los edificios ceremoniales más famosos de su época, ubicado en lo que hoy es el centro de la Ciudad de México. Conoce su historia aquí.
EL TEMPLO MAYOR: DESCUBRIMIENTO DEL SIGLO XX
A lo largo del siglo XX los arqueólogos fueron descubriendo la ubicación exacta del Templo Mayor de los mexicas, el sagrado edificio que fuera destruido tras la conquista de la metrópoli indígena, y cuyos restos habían permanecido ocultos durante cuatro siglos bajo los cimientos de las construcciones virreinales y decimonónicas del centro de nuestra ciudad capital.
Según la tradición, el Templo Mayor fue construido justo en el sitio donde los peregrinos de Aztlán encontraron el sagrado nopal que crecía en una piedra, y sobre el cual se posaba un águila con las alas extendidas al sol, devorando una serpiente. Este primer basamento dedicado a Huitzilopochtli, aunque humilde porque fue construido con lodo y madera, marcó el principio de lo que con el tiempo sería uno de los edificios ceremoniales más famosos de su época. Uno a uno los gobernantes de México-Tenochtitlán dejaron como testimonio de su devoción una nueva etapa constructiva sobre aquella pirámide, y si bien las obras sólo consistían en ado¬sar¬le taludes y renovar escalinatas, el pueblo podía constatar el poder de su gobernante en turno y el engrandecimiento de su dios tribal, el victorioso dios-sol de la guerra.
Pero los mexicas no podían olvidarse de los demás dioses, pues todos ellos propiciaban la existencia armónica del universo, equilibrando las fuerzas de la naturaleza, produciendo el viento y la lluvia y haciendo crecer las plantas que alimentaban a los hombres. Así, una de las deidades principales, que alcanzó una jerarquía similar a la de Huitzilopochtli, fue Tláloc, el antiguo dios de la lluvia y patrono de los agricultores; por ello, y con el transcurrir del tiempo, aquel sagrado edificio, “hogar de Huitzilopochtli”, tuvo la forma de una pirámide doble, la cual sustentaba en su cúspide dos habitaciones que funcionaban como los adoratorios máximos de ambas deidades.
Las más recientes investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en las ruinas del Templo Mayor edificio muestran por lo menos siete etapas constructivas, de las cuales sobresale aquella que se realizó durante el gobierno de Huitzilíhuitl, segundo tlatoani de Tenochtitlán; de esa etapa se conservan los muros de los adoratorios, el téchcatl o piedra sagrada de los sacrificios y una escultura del Chac-Mool. Destaca también la etapa constructiva ejecutada durante el gobierno de Izcóatl, de la que se descubrieron, sobre la escalinata que conducía al adoratorio de Huitzilopochtli, varias esculturas de portaestandartes que, a manera de guerreros divinos, defendían el ascenso al templo de la suprema deidad.
LA COYOLXAUHUQUI, EL GRAN HALLAZGO EN EL TEMPLO MAYOR
Sin embargo, el hallazgo más notable fue el del monolito circular de la diosa lunar Coyolxauhqui, que proviene de la etapa correspondiente al gobierno de Axayácatl, quien ocupó el solio supremo de Tenochtitlán entre 1469 y 1480.
Los conquistadores españoles sólo conocieron la última etapa constructiva del Templo Mayor, efectuada durante el reinado de Moctezuma Xocoyotzin, y se admiraron de la majes¬tuo¬sidad y gran altura que poseía ya el sagrado edificio. Su fachada se o¬rien¬taba hacia el poniente, por lo que en ese lado de la pirámide se hallaba la doble escalinata enmarcada por cabezas de serpiente en actitud amenazante. En la parte superior de las alfar¬das se ubicaban los braceros, donde ininterrumpidamente debía permanecer encendido el fuego sagrado.
Sólo los sacerdotes y las víctimas del sacrificio podían ascender por aquellas escalinatas y llegar a la cúspide del templo, desde donde se podía contemplar la ciudad-isla en todo su esplendor.
A la entrada de los adoratorios del Templo Mayor había unas vigorosas esculturas de hombres en posición sedente, cuya misión era sostener los estandartes y las banderolas hechas de papel amate que evocaban el poder de los númenes patrones. Ya en el interior de las sacras habitaciones, protegidas de la luz por unas piezas de tela a manera de cortinas, se encontraban las imágenes de las deidades.
Sabemos que la escultura de Huitzilopochtli se modelaba con semillas de amaranto, y que en su interior se colocaban unas bolsas que contenían jades, huesos y amuletos que le daban vida a la imagen. Para amalgamar las semillas de amaranto, éstas se mezclaban con miel y sangre humana. El proceso de confección de la fi¬gura, llevado a cabo anualmente, concluía con su vestido y ornamentación mediante tocados de plumas y textiles muy elabo¬rados, y con la colocación de una máscara y un colgante de oro que daban su identidad a la efigie del dios solar.
Precisamente, durante las fiestas del mes indígena de Panquetzaliztli, dedicado al ceremonial de Huitzilopochtli, el clímax de la fiesta consistía en la repartición del cuerpo de amaranto, miel y sangre entre todo el pueblo; su ingestión
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