La invención de la infancia moderna. Domingo Faustino Sarmiento y la escuela pública.
Enviado por ver00 • 25 de Junio de 2016 • Resumen • 2.646 Palabras (11 Páginas) • 2.426 Visitas
Sandra Carli
Niñez, pedagogía y política.
Cáp. 1: La invención de la infancia moderna. Domingo Faustino Sarmiento y la escuela pública:
En las últimas décadas del siglo XIX se configuró un nuevo campo discursivo de la instrucción pública. Distintos sectores sociales, políticos y educacionales, en el contexto de la conformación del nuevo estado nacional, comenzaron a debatir acerca de las características y alcances de la escolarización infantil. Así se fueron delimitando discursos modernos acerca de la infancia. A partir de la obligatoriedad de la escuela pública que estableció la Ley 1420, los niños entre los 6 y los 14 debían devenir en alumnos. En el imaginario de la época una generación escolarizada se convirtió en condición para la existencia de un país moderno.
La Argentina adquirió los rasgos de una sociedad moderna en el conflictivo tránsito del siglo XIXI al XX a través de la lenta población del territorio nacional, del fomento a la inmigración masiva, etc. El lento proceso de secularización de la sociedad argentina, las políticas de escolarización obligatoria de la población infantil y las nuevas miradas pedagógicas emergentes en el espacio de las escuelas normales fueron las condiciones de producción de los discursos modernos acerca de la infancia.
En la experiencia argentina, la escolarización dio forma al territorio institucional en el cual una población infantil atravesada por fuertes desigualdades sociales y diferencias culturales se constituyó en el elemento fundante de una nueva sociedad. En el caso argentino conviene analizar la escolarización de los niños como un fenómeno constitutivo de la sociedad y de la cultura moderna en la Argentina.
La población infantil de las últimas décadas del siglo XIX estaba compuesta por hijos de núcleos familiares de sectores sociales muy diversos. Las historias infantiles estaban afectadas por la dispersión, las diferencias culturales y las desigualdades sociales fragantes.
En ese contexto de inédita mutación cultural, social y política, la escolarización operó, no sólo como factor de homogeneización de las identidades de las nuevas generaciones, sino también como factor de socialización de las generaciones adultas. La escolarización estatal favoreció la configuración del niño como un sujeto que desbordaba los núcleos familiares y los sectores sociales de origen, y que debía inscribirse en un orden público.
La escolarización pública fue el principio articulador de los discursos modernos acerca de la infancia: la infancia era en este caso objeto de demarcación y disciplinamiento, pero a la vez territorio para una experiencia común de la edad, generacional.
Esta nueva experiencia de edad marcada por la escolarización instaló la sucesión de las generaciones en una temporalidad educativa pautada desde el estado, moduló trayectorias que cruzaron lógicas familiares y sectores sociales. Pero la escolarización de las nuevas generaciones supuso también la instalación de una temporalidad política, en el sentido más amplio de que las “nuevas generaciones” se convirtieron en objeto de interpelación del nuevo estado conservador que las constituía en masas de alumnos y en futuros ciudadanos.
La marcación de una sucesión vía escolaridad, de una temporalidad educativa y política de la relación entre las generaciones, supuso establecer una distancia cultural entre la generación adulta y la generación infantil, entre los tiempos anteriores al `80 y los nuevos tiempos de la República Conservadora. Los niños se convirtieron en destinatarios de una transmisión educativa al mismo tiempo que se modulaba la cultura que se quería transmitir y se formaban los encargados de ese proceso de transmisión. La sociedad se estaba construyendo con los niños, y las políticas de instrucción pública permitieron discontinuar la nueva etapa respecto del pasado, neutralizar las polémicas ideológicas y las luchas sociales de la época, y crear literalmente una población nacional
La niñez comenzó entonces, a partir de la década del `80, a ser objeto de una institucionalización estatal y de un proceso de disciplinamiento social. La escuela pública situada como bisagra entre la familia y el estado, tuvo un gradual consenso respecto de su eficacia para garantizar el pasaje de la Argentina a un horizonte de modernidad y progreso, y en clave nacional a un horizonte de civilización que debía permitir dejar atrás el lastre colonial y caudillesco. Paralelamente la niñez y la infancia comenzaron a ser objeto de un saber especializado, la pedagogía.
De la infancia bárbara a la infancia civilizada:
Es Sarmiento, la figura que, en Argentina, incidió efectivamente en la configuración de un discurso moderno acerca de la infancia. Los niños se tornaron en destinatarios priviegiados de un discurso que los proyectaba como generación futura y como artífices de un nuevo orden a partir de la intervención político-cultural de la educación.
El discurso sarmientito puede ser analizado siguiendo los distintos procesos educativos del siglo XIX que se ligan con su trayectoria histórico-biográfica. Estas etapas indican el pasaje de una primera confrontación entre infancia bárbara e infancia civilizada hacia una tematización estricta de la identidad del niño como alumno.
La primera de dichas etapas, comprendidas entre 1811 y 1855, ejemplifica el tránsito de la educación postrevolucionaria a la instrucción pública como utopía moderna; se corresponde con el Sarmiento joven y con su identidad política como unitario, y se despliega a través de algunas obras, Facundo (1845) y Recuerdos de Provincia (1850), producidas en este período, modularon una interpretación político-cultural de la sociedad argentina en la cual la experiencia de la infancia aparece conceptualizada como un acontecimiento fundador de un orden social nuevo.
Los rasgos de su infancia lo ligaban, en primer lugar, con la lectura, con una infancia volcada a la civilización moderna en la medida en que la lectura y la escritura eran las llaves de acceso a un nuevo mundo. Si su infancia fue avanzando de la afición por la lectura y la admiración profesada por maestros y pares a la postulación civilizada de las ideas, la de Facundo (relato de ficción) perfilaba, en cambio, los rasgos del bárbaro.
Según Sarmiento, el Facundo niño reaccionaba frente a las amenazas del maestro, era especulador, desafiante. En su infancia se escribía el destino del caudillo. Si Sarmiento era el niño que se instaló en el orden de la cultura por su conexión con la cultura letrada y se sujetó a ella. Facundo “es el hombre de la naturaleza”, el “tipo de la barbarie primitiva” que “no conoce sujeción alguna”, y que se mantuvo por tanto en el orden de la naturaleza, prolongando los rasgos de la infancia en la adultez. La infancia de Sarmiento es caracterizada como la infancia moderna y la de Facundo, como premoderna.
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