La toma de la universidad de la Matanza
jaztom77Documentos de Investigación20 de Agosto de 2019
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I.S.F.D N 29
-Prof. Graciela Gil-
PROFESORADO En HISTORIA (con Trayecto en Cs. Soc.)
INVESTIGACIÓN HISTÓRICA II
PROFESOR:
CIVITILLO, VIVIANA
ALUMNO:
Rodriguez Britos, Paola
ÍNDICE
Objetivo de la investigación y justificación de la misma……………………… pág.3
Delimitación del campo………………………………………………………… pág.4
Marco histórico en el que se encuadran los hechos a investigar………………. pág.4
Marco teórico-Estado de la cuestión…………………………………………… pág.7
Planteo del problema………………………………………………………….... pág.14
Formulación de la hipótesis……………………………………………………. pág.15
Métodos y técnica de contrastación……………………………………………..pág.15
Fuentes………………………………………………………………………….. pág.16
Resultados que se espera alcanzar…………………………………………….... pág.16
Bibliografía y fuentes, consultadas y a consultar………………………………. pág.17
Propuesta de índice tentativo para la presentación de la tesina………………... pág.18
Bibliografía……………………………………………………………………… pág.19
OBJETIVO DE LA INVESTIGACIÓN. JUSTIFICACIÓN.
La presencia de los piqueteros en el siglo XXI en Argentina, nos obliga a remontarnos cuando menos a los inicios del siglo XX y recorrer las luchas obreras de entonces, sus distintas expresiones, métodos y protagonistas. Las formas de organización y actuación en las huelgas, pueden considerarse parte de los antecedentes de la concepción, organización, y forma de lucha piquetera que a partir del 2001 se lleva a la práctica.
El objetivo de nuestra investigación será: plantear la distinción entre los piquetes de fines de las década del ’90, como forma de protesta y medio de reclamo, y el movimiento piquetero organizado que surge a partir del 2001, resaltando las condiciones sociales que permitieron y motivaron dicha organización y su repercusión en el campo político.
Entendemos que la metodología de las luchas obreras de antaño se aplica hoy por los trabajadores desocupados en todo el país: cerrar el paso, cortar rutas y calles, tomar medidas activas contra el destierro; los desocupados, sub-ocupados y sus familias, luchan por su sobrevivencia, pero también por el derecho a un trabajo genuino. No hay fronteras sociales, ni de género, ni de edad, todos participan por igual como protagonistas, aunque diferenciadamente en cuanto a roles. A partir del 2001, la organización del movimiento piquetero logra que el corte de ruta selle la alianza entre trabajadores ocupados y desocupados y borre las barreras entre ellos: no hay desocupados ni ocupados, sino piqueteros en reclamo por su situación.
Muchas veces este fenómeno fue asociado a la historia de las diferentes facciones del movimiento, frente a esto se genera un problema de carácter historiográfico, que deja de lado la misma historia de la clase obrera asociándola a la historia del movimiento social. El que abre esta problemática epistemológica es el conocido autor Eric Hobsbawn, quien dilucida la diferenciación de la siguiente manera, “….es innegable que la historia ortodoxa prestó una atención muy insuficiente a los movimientos obreros y mucho menos a la clase obrera. Sin embargo, esta actitud dio dos resultados poco deseables:1) impidió distinguir entre lo relativamente importante y lo relativamente trivial […] la historiografía del movimiento obrero aparece llena de monografías dedicadas a organizaciones […] 2) hace que la historia del movimiento obrero quede un poco aislada del resto de la historia, lo cual dicho de paso, facilita la mezcla indiscriminada de lo importante y lo trivial […]La historia clásica del movimiento obrero era propensa a dar al mismo tiempo un modelo y una versión aceptada de la historia, tanto nacional como internacional, que oscilaba entre una ortodoxia informal pero no muy flexible y una ortodoxia formal sumamente flexible”[1]
La insuficiencia remarcada por Hobsbawn, en cuanto a la historia especifica de la clase obrera, es un problema que toca de manera importante nuestra labor en la investigación, ya que en el caso especifico del movimiento piquetero, tampoco existen trabajos historiográficos, sino que la mayoría provienen del campo de la sociología, de hecho varios autores analizados en el presente trabajo son ejemplo evidente de esto. Somos conscientes que la confección de una historia abocada a la clase obrera, independiente de la ortodoxia informal y formal, es una tarea ardua que supera el objetivo de nuestro trabajo. Nuestra tarea estará abocada a la compilación de datos e información de ambas ortodoxias, intentando rescatar los aportes beneficiosos que nos permitan dar una visión clara del movimiento piquetero en la Argentina durante el año 2001.
DELIMITACIÓN DEL CAMPO. TEMA, UBICACIÓN TEMPORAL-ESPACIAL, ALCANCE, ETC.
Como punto de partida, se entiende que ante la grave crisis económica que atravesó Argentina desde fines de la década de los ‘90 se inauguró un período de constante descontento social ante el aumento progresivo del desempleo, la caída de la calidad de vida y la sumisión de un poco más del 50% de la población bajo la línea de la pobreza. Período, que a nuestro criterio se enmarca entre 1997 y 2001. Es en este contexto de crisis del modelo económico, de exclusión y de despolitización de la sociedad, en el que hará aparición el fenómeno “los piquetes”. Este recorte histórico será analizado bajo un eje social, económico y político, vinculándolos con el campo mental y resaltando la actividad de los actores sociales[2]. La elección de dicha periodización esta abocada a la presencia más frecuente, durante dicho período, de los piqueteros en las rutas.
MARCO HISTÓRICO EN EL QUE SE ENCUENTRAN LOS HECHOS
La última década del siglo XX fue, para Argentina, un período de profunda transformación social y político-cultural. Ella alumbró una sociedad más pobre, pero fundamentalmente, más desigual; y un Estado más subordinado al poder exterior y más decididamente clasista, por su capacidad de instrumentar y legalizar la sistemática expropiación de los derechos del trabajo, a los que se articuló el desarrollo de los derechos sociales en este país.
El gobierno democráticamente elegido, que condujo el Estado entre 1989 y 1999, logró instalar y consolidar, consciente y voluntariamente, el proyecto político del neoliberalismo, produciendo, por ese camino, la más extraordinaria catástrofe social. Un país productor de alimentos, con importantes recursos energéticos, con altas tasas de ocupación, terminó con más de la mitad de su población en situación de pobreza y con índices de desocupación abierta de alrededor del 20% de la Población Económicamente Activa. Pero, aún más significativas son las condiciones de los ocupados, la gran mayoría lo está en condiciones de máxima precariedad, con ingresos que explican buena parte de la indigencia y carentes de protecciones sociales que reemplacen los perdidos derechos del trabajo, estos mismos fueron socavados por una Política Social que no fue simplemente acompañamiento o consecuencia de un modelo económico, sino que expresa cabalmente el sentido general de un proyecto político y realiza activamente los valores sociales que el mismo conlleva. La desarticulación (formal o por omisión de la acción estatal) de las normas e instituciones protectoras del trabajo, se reemplazó paulatinamente por la institucionalización de una política asistencial dirigida a atender la emergencia, materializada en planes y programas focalizados y efímeros, que sustituyen derechos básicos asociados a un Estado moderno por asignaciones que terminaron, además, con la dignidad de un trabajo socialmente necesario, al exigirse contraprestaciones de tareas a veces inútiles, cuando no usadas por el clientelismo político.
La Ley de Emergencia Económica, permitió la privatización de las empresas públicas casi sin controles; la Ley de Desregulación de la Economía y, finalmente, la Ley de Convertibilidad Monetaria fundaron el modelo económico vigente hasta 2002. En materia laboral, la política fue tras las exigencias de los organismos de crédito, entre las que figuró sistemáticamente la reforma de las leyes para flexibilizar el empleo y bajar los costos laborales, todas estas características del neoliberalismo concluyeron en generar una constante noción de “crisis” que se había instalado en el sentido común como un fenómeno ajeno a la voluntad y a las decisiones políticas, por lo que deja poco margen para comprender el juego de poder en el que se imponían y definían los problemas y las prioridades políticas y se decidían los caminos de acción[3].
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