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Las relaciones laborales durante el capitalismo liberal

marikiya_ggApuntes7 de Enero de 2016

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Tema 2. Las relaciones laborales durante el capitalismo liberal

1. El paradigma liberal

1.1 Caracterización (POSIBLE EXAMEN)

  • El hombre como ser libre frente a la sociedad y al Estado (Leviatán).
  • La sociedad y el Estado están nítidamente separados: de forma precautoria, los individuos han de desconfiar del Estado y de las posiciones monopolísticas en economía.
  • La estructura estatal debe ser mínima y no intervencionista, previo adelgazamiento del Estado absolutista del “Antiguo Régimen”.
  • Funciones del Estado liberal según Adam Smith: defensa militar, justicia y obras públicas.
  • Soberanía nacional y voto censitario masculino (doble exclusión por renta y por género). En consecuencia, el porcentaje de población con derecho a votar era muy escaso, entre el 7% y el 15% según países.
  • Democracia burguesa (propietarios, rentistas, capitalistas) con aspiraciones a la nobleza (esta última, empobrecida, “dora sus laureles”).
  • Protección de los derechos individuales, de propiedad privada y de mercado libre.
  • Paradigma económico clásico selectivo: individualismo utilitarista del laissez faire, con el beneficio como finalidad casi exclusiva.
  • Contratación libre patrono-obrero: aplicación estricta del modelo oferta-demanda.
  • Supresión de las primeras asociaciones obreras, que pretendían subvertir el libre juego de la oferta-demanda del mercado de trabajo.
  • División del trabajo en aras de la productividad.
  • Ética del trabajo y el esfuerzo: el ocio bajo sospecha (la controvertida ética protestante de Weber).

1.2 Las relaciones laborales

  • Bajo el paradigma liberal, las relaciones laborales experimentan un progresivo y cada vez más amplio proceso de proletarización y salarización:
  • El crecimiento de la población por encima de la disponibilidad de recursos (la trampa malthusiana) generó un excedente de fuerza de trabajo (reserva de mano de obra) que conducía a salarios de mera subsistencia reproductiva.
  • Ampliación del mercado: mercados interiores y coloniales (el imperialismo como válvula de escape).
  • Enajenación de los medios de producción y subsistencia de la clase de campesinos y artesanos: cercamientos (enclosures) y desamortizaciones de comunales y de “manos muertas” (de la Iglesia), que fueron a parar a la emergente clase burguesa o al persistente estamento nobiliario.
  • Intervenciones del Estado liberal con medidas represivas (contra asociaciones obreras y huelgas) y liberalizadoras (libre juego del laissez faire).
  • Tímidamente, se esboza la reglamentación de las penosas condiciones de trabajo de mujeres y niños.
  • La jornada laboral de los adultos estaba entre las 10 y 12 horas diarias. En Gran Bretaña, la prohibición del trabajo de menores de 10 años se estableció en 1833 (demorada su aplicación a la minería hasta 1872); limitación de 30 horas semanales para niños mayores de 10 años en la industria textil. En Prusia, hasta 1878 no era ilegal el trabajo de niños menores de 12 años. El resto de países europeos limitaron el trabajo infantil en esa época. EE.UU. tenía restricciones al trabajo infantil para 1913, pero su cumplimiento era muy irregular.

2. La organización del trabajo fabril

2.1 Caracterización

  • Alteración de las coordenadas espacio-temporales: la primera generación de proletarios procedía del ámbito rural en el que las tareas venían marcadas por los fenómenos naturales (sol, clima, estaciones).
  •  Dislocación de los ritmos irregulares de trabajo (e.g. tareas agrarias complementadas por tareas textiles), contextualizados por la vida familiar, comunitaria y artesanal.
  • El sistema fabril, basado en la expansión de la circulación del capital y de los márgenes de beneficios, el ahorro de tiempo y el incremento de la productividad eran cruciales.
  • Choque de las dos mentalidades frente a los ritmos de trabajo (tradicional: trabajo intenso pero autorregulado con periodos de ocio; fabril: trabajo disciplinado y regulado por el reloj y no por el sol, donde el ocio era puesto bajo sospecha). Ejemplo, el Saint Monday.
  • Las normas escritas sustituyeron coercitivamente a los usos consuetudinarios.
  • El segmento más vulnerable a las nuevas condiciones fueron los trabajadores menos cualificados y, especialmente, mujeres y niños.
  • Los trabajadores cualificados (procedentes de los gremios artesanales en su mayoría) fueron asignados a la supervisión del resto de proletarios: inicios de la aristocracia obrera de los primeros movimientos sindicales.

2.2 Trabajo versus ocio

  • El proceso de adecuación del binomio trabajo-ocio puede interpretarse como la lenta conquista del derecho al tiempo libre (ocio) de la clase media y, después, de la clase obrera.
  • En la Grecia clásica y especialmente en Roma, el tiempo libre (otium) se derivaba de un estado jurídico, de una condición social, la aristocrática, sustentada en el trabajo de esclavos y libertos.
  • En la alta Edad Media (s. VII al XI), el ocio se percibió, influenciado por la moral religiosa, como la causa de los vicios humanos, mientras que el trabajo otorgaba dignidad al ser humano (“ganarás el pan con el sudor de tu frente”).
  • En la baja Edad Media (s. XII al XIV), el tiempo libre comenzó a recuperar su lugar en la vida urbana de los más acomodados, distinguiéndose entre prácticas lícitas e ilícitas, recuperando la dimensión lúdica del ser humano. Se diferencian cada vez más tres conceptos asociados a diferentes capas sociales: otium (ocio) de los nobles y el alto clero; negotium (negocio) de los comerciantes y artesanos; labor, opera (trabajo) de los que sólo contaban con sus brazos para ganarse el sustento.
  • A partir de la 1ª Revolución Industrial (último tercio del x. XVIII), se inicia la conquista del derecho al tiempo libre por parte de la clase social obrera (proletariado), lo que supone también una lucha por el propio reconocimiento moral.
  • Cuantitativamente, en la 1ª RI el tiempo total se distribuía aproximadamente así:
  • Trabajo => 12 h./día x 300 días = 3.600 h., equivalente al 41% del tiempo total anual (t.t.a.).
  • Comer y dormir => 10 h./día x 365 días = 3.650 h., equiv. al 42% del t.t.a.
  • Ocio => 1.510 h., equiv. al 17% del t.t.a.
  • En la actualidad, con la mejora de los derechos laborales, ese cómputo se modifica así:
  • Trabajo => 8 h./día x 225 días = 1.800 h., equivalente al 20% del tiempo total anual.
  • Comer y dormir => 10 h./día x 365 días = 3.650 h., equiv. al 42% del t.t.a.
  • Ocio => 3.310 h., equiv. al 38% del t.t.a.

Por otra parte, desde finales del s. XVIII hasta hoy, la esperanza de vida promediada por sexos, en los países desarrollados, ha pasado de los 35 años a los 80 años.

Se deduce, pues, que tanto el tiempo libre anual como el número de años de vida se ha más que duplicado en un lapso de algo más de 200 años, lo que representa un factor cuádruple, explicativo, entre otras cosas, del fenómeno del consumo de masas actual (turismo, Estado del Bienestar, contaminación).

Pero no basta con tener tiempo libre: se necesita, además, un excedente de renta disponible para gastar en ocio, que procede habitualmente de las vacaciones pagadas como derecho adquirido desde principios-mediados del s. XX.

3. El mercado de trabajo

3.1 Caracterización

  • Se trata, durante varias décadas, de un mercado caótico “manchesteriano”, caracterizado por:
  • La supuesta libertad de contratación devino en incertidumbre y caos con efectos dramáticos para la parte débil: los trabajadores.
  •  Insatisfacción creciente tanto por parte de empleadores como de proletarios.
  • Los empresarios cayeron en la ineficiencia producida por el mercadeo a la baja de los salarios (subastas del alba), que desestabilizaban los negocios e impedían la cualificación productiva.
  • Los trabajadores, acuciados por la miseria de los salarios de subsistencia producidos por la presión del exceso de oferta de trabajo y por las mejoras tecnológicas paulatinamente introducidas, se defendieron por dos vías principales: el asociacionismo punible y los conatos luditas perseguidos con saña.

3.2 Asociacionismo primordial

  • El precedente inmediato del asociacionismo primordial hay que buscarlo en el fenómeno reactivo del ludismo.
  • No todos los obreros pudieron o tuvieron la capacidad de organizarse sindicalmente. Existieron, no obstante, situaciones intermedias entre la organización y la no organización:
  • Asociaciones nacidas con un objetivo concreto y que, alcanzado o desechado éste, se disolvían.
  • Asociaciones permanentes de trabajadores de un ramo y territorio. Finalidad de mantener o mejorar las condiciones de vida y de trabajo. Sindicatos permanentes.
  •  Asociaciones con objetivos globales que intentaban influir en la política y transformar la sociedad, generalmente partidos políticos.
  •  Atendiendo a su finalidad más inmediata podemos distinguir varios tipos de asociaciones:
  • Sociedades de socorro mutuo. Podían reunir sólo a trabajadores o también a empresarios y otros grupos sociales. Sus objetivos: socorrer a socios enfermos, víctimas de accidentes, en paro o familiares de socios fallecidos (similar a los collegia de la Roma antigua).
  • Cooperativas de consumo. Comenzaron a funcionar a inicios del siglo XIX por influencia del socialismo llamado utópico. Se compraban determinados productos, alimentos y vestidos, a precios más baratos, para ser vendidos entre los socios.
  • Cooperativas de producción. Empresas autogestionadas por los trabajadores, en la que los socios-trabajadores son, a la vez, los detentadores de la propiedad de los medios de producción. Su número fue más reducido que el de las anteriores y, por lo general, fueron fracasando. En muchas ocasiones porque su fundación se había producido en circunstancias difíciles, por lo general como respuesta a una situación de crisis de empleo, por lo que el proyecto empezaba viciado.
  •  Sociedades de educación obrera y de tiempo libre. Escuelas nocturnas, profesionales, ateneos, coros, grupos excursionistas, ciclistas, naturistas, grupos esperantistas, etc. Su fin, estrechar los lazo de solidaridad de clase entre sus componentes. En segundo lugar, su teórica naturaleza apolítica les permitía sobrevivir en épocas de represión contra el movimiento obrero y servir de sostén a éste en las fases de clandestinidad.
  • Sociedades de resistencia o sindicatos. Su objetivo no era tanto socorrer a sus miembros como defender a los trabajadores en el lugar de trabajo y fijar las condiciones colectivas de éste. Podemos distinguir entre:
  •  Sindicatos de oficio, que reunían a los trabajadores de una misma profesión y que aparecieron ya en el siglo XVIII, y
  • Sindicatos industriales, que empezaron a crearse a partir del XIX y que agrupaban a todos los trabajadores de una empresa o sector, sin distinción de oficios.

En cualquier caso, el sindicato, para ser útil e incluso para ser, debe aspirar a monopolizar, del lado de la oferta, el mercado de trabajo.

El Estado liberal perseguía y prohibía las sociedades de resistencia sindical, pero alentó la constitución de sociedades de socorro mutuo, que recogían las tradiciones gremiales o religiosas de los artesanos del Antiguo Régimen.

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