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Los 10 Libros De La Arquitectura - Libros 4 Al 9

FannElizararraz1 de Marzo de 2014

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Libro 4

Introducción

Vitruvio nos habla en este libro, sobre el conjunto de las reglas de los órdenes dórico y corintio. Además de exponernos las diferencias como las propiedades específicas de cada uno de ellos.

Capítulo Primero: El capitel corintio.

Vitruvio nos explica que, exceptuando los capiteles, las columnas corintias poseen las mismas proporciones que las columnas jónicas; pero la altura de sus capiteles consigue como resultado una mayor elevación y esbeltez de las columnas, debido a que la altura del capitel jónico es una tercera parte del diámetro de la columna, mientras que la del capitel corintio es igual al diámetro del fuste de la columna. Como posee añadidas dos partes del diámetro de la columna, el capitel corintio consigue, con su mayor elevación, que la columna entera ofrezca un aspecto más esbelto y grácil. Los restantes elementos, que se superponen sobre las columnas, quedan dispuestos en las columnas corintias o bien guardando la proporción de las columnas dóricas, o bien de las jónicas, debido a que el orden corintio no poseía una disposición propia y exclusiva de la cornisa y del resto de adornos, sino que los modillones quedaban colocados en las cornisas y las gotas en los arquitrabes como en el estilo dórico; o bien se reparten los frisos adornados con esculturas, molduras y cornisas siguiendo las normas del orden jónico. De este modo, como resultante de los dos órdenes, se genera un tercer orden, interponiendo un nuevo capitel. La denominación de dórico, jónico, corintio surge precisamente a partir de la composición o estructura de sus columnas; la primera y más antigua de las tres es la columna dórica.

Capítulo Segundo: Adornos de las columnas.

Por resumen, encontramos que en todos los edificios se coloca en la parte superior un maderaje, que recibe diversos nombres. Posee distintas denominaciones según sean sus ventajas y sus diferentes usos. Las vigas son las maderas colocadas sobre las columnas, pilastras y pilares; en los entramados se usan maderos y tablas; debajo de la techumbre, si queda un gran espacio, se colocan tirantes y cabríos; si el espacio que queda es mediano, simplemente se coloca una viga que soporte el techo y unos canterios que sobresalen hasta el límite del alero; sobre los canterios se apoyan unos maderos atravesados para soportar el tejado; en la parte superior y debajo de las tejas, hay unas pequeñas vigas que sobresalen y que cubren y protegen las paredes. Así, cada uno de estos elementos posee su propio lugar, estilo y orden.

Capítulo Tercero: El orden dórico.

Algunos arquitectos de la antigüedad han afirmado que no era conveniente levantar templos sagrados en estilo dórico, pues se producían proporciones inadecuadas y sin conformidad entre ellas.

Las proporciones se explican de la siguiente manera. Divídase la fachada del templo dórico, exactamente en el lugar donde se levantan las columnas, de la siguiente manera: si va a ser un templo tetrástilo, en veintisiete partes; si va a ser hexástilo, en cuarenta y dos partes: una de estas partes quedará fijada como módulo, en griego embates, y, según la definición del módulo, se llevarán a cabo las distribuciones de todo el edificio, siguiendo unos cálculos exactos. El diámetro de la columna tendrá dos módulos y la altura, incluyendo el capitel, catorce módulos. De un módulo será la altura del capitel y su anchura de dos módulos más una sexta parte. Divídase la altura del capitel en tres partes: una parte será para el ábaco junto con el cimacio; otra parte, para el equino junto con los anillos, y la tercera parte será para el hipotraquelio. La columna sufrirá una disminución tal como se ha descrito en el libro tercero, al tratar sobre el orden jónico. La altura del arquitrabe, contando con la tenla y con las gotas, será de un módulo; la tenia medirá una séptima parte del módulo; la longitud de las gotas colgantes debajo de la tenla alta y frente a los triglifos medirá una sexta parte del módulo, incluida la regleta.

Por su parte inferior la anchura del arquitrabe se corresponderá con el hipotraquelio del sumoscapo. Los triglifos, junto con las metopas, deben colocarse sobre el arquitrabe y tendrán de altura un módulo y medio y de anchura un módulo. Es conveniente que las columnas tengan veinte estrías. Si van a ser planas tengan señalados veinte ángulos. Si, por el contrario, van a excavarse las estrías debe procederse así: trácese un cuadrado, con lados iguales, equivalente al intervalo o distancia de las estrías; en medio del cuadrado colóquese la punta del compás y trácese una línea circular que toque los cuatro ángulos del cuadrado y se excavará un canal exactamente igual al arco que quede entre la circunferencia y el cuadrado dibujado. Así la columna dórica poseerá una perfecta solución de su peculiar estriado.

Capítulo Cuarto: Distribución de las cellas y del pronaos.

Vitruvio nos conceptualiza que la longitud del templo se fijará de modo que sea el doble de su anchura; la cella será una cuarta parte más larga que ancha, incluyendo la pared donde se colocarán los batientes de la puerta. Las otras tres partes se extenderán hasta las pilastras embutidas en las paredes del pórtico; estas pilastras deben tener el mismo diámetro que el de las columnas. Si el templo va a tener una anchura mayor de veinte pies, colóquense dos nuevas columnas entre las dos pilastras, que separan las alas del templo de la superficie del pronaos.

Capítulo Quinto: La orientación de los templos.

La orientación de los templos de los dioses inmortales debe establecerse de la siguiente forma: si no hay ningún obstáculo y si se presenta la oportunidad, la imagen sagrada, que será colocada en la cella, se orientará hacia el occidente, con el fin de que quienes se acerquen al altar para inmolar o sacrificar víctimas, miren hacia el oriente y hacia la imagen sagrada situada en el templo; así, quienes dirijan sus súplicas contemplarán al mismo tiempo el templo y el oriente y dará la impresión de que las mismas imágenes son las que contemplan a los que elevan sus súplicas y sacrifican sus víctimas, por lo que es preciso que los altares de los dioses queden orientados hacia el este. Si el lugar presentara un serio obstáculo, debe entonces cambiarse la orientación siempre que desde el templo pueda contemplarse la mayor parte de la ciudad.

Capítulo Sexto: Las puertas del templo.

Como primer punto debemos de considerar de qué orden han de ser para fijar las proporciones de las puertas exteriores y de sus jambas. Los órdenes o estilos de las puertas son tres: dórico, jónico y ático.

Las proporciones que se observarán en el orden dórico son: la parte superior de la cornisa, colocada encima de las jambas de arriba, estará al mismo nivel que la parte superior de los capiteles de las columnas, levantadas en el pronaos. La abertura del portal (hipetro) quedará fijada de modo que la altura del templo, desde el pavimento hasta los artesones del techo, se divida en tres partes y media: dos de estas partes serán para la altura del vano de las hojas de la puerta.

Si las puertas van a ser de estilo jónico, la altura de la abertura sea la misma que la del estilo dórico. Así quedará fijada su anchura: divídase su altura en dos partes y media y una de estas partes quede para la anchura inferior de la abertura.

Tratándose del orden ático las puertas tendrán la misma proporción que las del orden dórico, exceptuando las fajas del cimacio que circunvalan las jambas y que deben dividirse de modo que tengan dos de las siete partes de la anchura de las jambas, exceptuando el cimacio. No deben hacerse enrejados, ni tampoco de dos hojas, sino con batientes que se abran hacia afuera.

Capítulo Séptimo: Los templos toscanos.

Por resumen, delimitando lo más importante, se entiende que el solar donde va a construirse el templo va a dividirse en seis partes en cuanto a su longitud, y su anchura tendrá cinco de estas partes. Distribúyase su longitud en dos partes iguales: la parte interior quedará reservada para las cellas y la que quede contigua a la fachada será para colocar allí las columnas. En diez partes se dividirá su anchura: tres de estas diez partes serán para las cellas más pequeñas, situadas a derecha y a izquierda, o bien para las naves laterales; se darán cuatro partes para la nave intermedia. El espacio que quede en el pronaos delante de las cellas se reservará para las columnas, de forma que las columnas angulares queden situadas frente a las pilastras de las paredes más exteriores; las dos columnas intermedias sitúense frente a las paredes, que se levantarán entre las pilastras y la parte media del templo; colóquense las otras columnas entre las pilastras y las columnas primeras, alineándolas cada una en su propia ubicación.

Capítulo Octavo: Los templos circulares.

Unos, se llaman monópteros, sin cella y únicamente con columnas; otros, perípteros. Los templos que carecen de cella poseen un estrado y un acceso con gradas que ocupan una tercera parte del diámetro del templo. Sobre los pedestales se levantan las columnas cuya altura coincide con el diámetro de los pedestales, desde un extremo hasta el otro extremo de la pared; su ancho sea una décima parte de su altura, incluyendo los capiteles y las basas. El arquitrabe tenga una altura coincidente con la mitad del diámetro de la columna. El friso y los demás elementos que se colocan sobre el arquitrabe.

Por el contrarío, si se construye un templo períptero, colóquense dos gradas y los pedestales se asentarán a ras del suelo. Posteriormente se levantará la pared de la cella, apartándola del pedestal aproximadamente una quinta parte

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