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Los Niños


Enviado por   •  24 de Julio de 2011  •  2.119 Palabras (9 Páginas)  •  514 Visitas

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LOS NIÑOS

Los niños varones en las escuelas de la capital pertenecían a todas las clases sociales, pero la mayoría de los alumnos eran de familias de escasos recursos.

Alrededor de dos terceras partes de los alumnos de las escuelas primarias en la capital estaban escritos en escuelas primarias gratuitas. 24% de los niños eran mantenidos por el trabajo de sus madres como costureras, lavanderas o sirvientes. Los empleos paternos mencionados eran el de zapatero, comerciante, tejedor, carpintero, militar y sastre. Sólo el 15% mencionaba ocupaciones que podríamos calificar como asalariadas o administrativas, el resto eran labores manuales, artesanales o de vendedores.

Al terminar las primeras letras, alrededor de los once años, los niños acomodados y algunos pobres becados entraban a los colegios mayores o al seminario para estudiar la gramática latina por dos años y después el curso de humanidades y filosofía, que garantizaba el titulo de bachiller. Luego podían estudiar carreras de leyes, medicina, ingeniería, filosofía o teología a nivel de estudios mayores en los colegios para obtener la licenciatura. Otros pasaban a escuelas particulares, dirigidas por franceses o españoles.

Debido al énfasis de maestros agremiados en la caligrafía, varios conseguían empleo como “pendolistas útiles a las oficinas de la República” el preceptor de Belén aseguraba que el establecimiento gratuito había “llenado de hombres útiles los talleres, los Mostradores, el Exército, y las oficinas”. Otro maestro anotó que jóvenes medianamente instruidos habían abandonado la escuela para trabajar en comercios. Las “profesiones industriosas”, parecen haber sido el destino de muchos de los egresados de la escuela primaria.

EL EDIFICIO ESCOLAR

En 1782 se propuso construir cuatro edificios especiales para cuatro escuelas municipales, nunca se llevo acabo el proyecto. Se utilizaban casas, conventos y capillas existentes y los adaptaban a las necesidades pedagógicas. Las amigas y las escuelas particulares se establecían en uno o más salones de las casas de los preceptores, el resto del edificio, se utilizaba para la vivienda de la familia.

Los frailes instalaron sus clases en cuartos grandes que daban a la puerta falsa del convento. Algunas escuelas municipales estaban en capillas abandonadas ocupadas con permiso de la diócesis o de las órdenes religiosas. Otras en casas rentadas que tenían un salón muy grande que se convertía en aula de clase.

Siempre existió el problema de tener un lugar adecuado para el servicio sanitario de varios niños. Otros problemas eran la luz y el frio. En las escuelas que ofrecían clases nocturnas, el gasto de velas aumentó considerablemente el presupuesto de la institución.

LA AMIGA

Muchos recibieron su primera experiencia escolar en la Amiga de la vecindad o barrio donde vivían. Su maestra usaba el método individual para enseñar a la docena de niños y niñas que asistían; llamaba uno por uno a su lado y le hacia pronunciar una letra impresa en el silabario.

Esta famosa “cartilla común”, databa del siglo XVI. El privilegio exclusivo de imprenta pertenecía al Hospital de Indios. En 1641 el virrey concedió a la imprenta de Paula Benavides el permiso de imprimirla. En 1741 el rey mando una real cédula que otorgaba directamente el privilegio al Hospital de Naturales para que esta institución obtuviera mayores utilidades. Pero el Hospital rentó el privilegio al mayor postor en un remate público cada tres, cinco o diez años. En 1783, la imprenta de Pedro de la Rosa de Puebla siempre obtuvo el contrato, mediante un pago de 900 a 3000 pesos anuales por privilegio. Ningún otro impresor podía imprimir la cartilla, hasta que se declaró la libertad de prensa. Muchos miles de niños usaban el silabario para aprender a leer.

Además del silabario, los alumnos de la Amiga estudiaban el Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana, del Padre Gerónimo Ripalda. La publicación del catecismo de Ripalda era privilegio del Hospital de San Andrés, que también lo remataba a la imprenta de la Rosa.

UN DÍA EN LA ESCUELA

Acompañados por criados, hermanos u otros amigos los niños empezaban a llegar a las ocho de la mañana a la escuela. Antes de entrar se formaban en línea para la inspección de la limpieza de caras, manos y ropa. Un buen número no se presentaba hasta las nueve, por una variedad de razones legítimas. Generalmente los retardados tenían “la excusa justísima… de que sus Padres no han tenido proporción de darles el desayuno a la hora regular” o “por no tener para el desayuno no los mandaban temprano; que no tenían ropa con que salir”. Esta situación hizo que los preceptores conventos y escuelas municipales, dar alimento a los alumnos dentro de la escuela. Otros no se presentaban los lunes por ser el día de “lavarse”, o en las tardes porque otro hermano ocupaba su lugar para sólo pagar una sola colegiatura. Las enfermedades que periódicamente se presentaban (viruela y sarampión), afectaban a un alto porcentaje de niños. En las escuelas gratuitas acostumbraban a faltar de una tercera parte a la mitad de todos los inscritos por todas la razones mencionadas y porque muchos alumnos trabajaban.

La escuela tenía dos cuartos, uno para lo de leer y otro para los de escribir. Aprendían la lectura primero, y después, pasaban a recibir instrucción en la lectura. El preceptor dirigía el deletreo de las letras del alfabeto que estaba impreso en unos carteles grandes, colgados al frente del salón. Después de saber letras individuales, se combinaban en las cuatrocientas silabas que se encontraban en la cartilla común. Luego se formaban palabras usando el método de deletreo. A este método de enseñar a todos los niños al mismo tiempo se le llamaba método simultáneo.

Después del silabario, en la época colonial los alumnos empezaban a leer el Catón Christiano o Catón español que explicaba la doctrina cristiana y contenía otras útiles curiosidades a los niños. Fue reemplazado por el Libro Segundo de los niños, de la Real Academia Española, alrededor de 1820.

Al ser promovido a la clase de escritura, el alumno se encontraba en un cuarto más agradable, amueblado con mesas y bancas y con algunas pinturas o grabados colgados en las paredes, al lado de lemas que copiaban los niños en sus planas. Antes de 1875 se usaban los estilos caligráficos llamados redondillos y bastardo.

Primero copiaban las muestras de letras individuales en minúscula y mayúscula y después las ligaban para formar palabras. Usaban plumas de ave y tinta hecha de vinagre o huizache

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