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Los jóvenes y el bicentenario


Enviado por   •  20 de Junio de 2015  •  2.103 Palabras (9 Páginas)  •  189 Visitas

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Los jóvenes y el bicentenario

Una de las interrogantes más sugestivas respecto a los festejos que múltiples instituciones públicas y privadas de nuestro país han comenzado a organizar con motivo del bicentenario y centenario de la Independencia y de la Revolución, es el relativo a cómo perciben, qué significan, qué valor le dan los jóvenes de México hoy a estas efemérides, a sus personajes.

Qué tanto les dicen a estas nuevas generaciones los nombres y las ideas de libertad e independencia que enarbolaron Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, la Corregidora, así como la lucha por la democracia que encabezó Madero, la justicia social que Zapata y Villa persiguieron. ¿Qué significa la Independencia de México hoy? ¿Qué fue –o qué es– la Revolución mexicana para los jóvenes? Cabe primero preguntarse si es que saben quiénes son ellos o de qué o de quiénes nos independizamos y de qué Revolución hablamos.

Si juzgamos por las apariencias, es decir, por la televisión comercial y algunos de sus programas de concurso, la verdad es que cuando se les pregunta a los nuevos ciudadanos sobre el significado de alguna de las fechas históricas, resulta muy decepcionante el nivel de conocimientos históricos por parte de la mayoría, fenómeno que por otra parte se da en muchos otros países.

Año con año en las escuelas primarias y secundarias de todo el país seguramente se repiten las enseñanzas de estos capítulos de la historia. Si acudimos a los libros de texto gratuito nos encontramos con referencias, yo diría que en comparación con las que había en los años cincuenta o sesenta, aunque en apariencia iguales, en realidad son menos retóricas y con una mayor pretensión de objetividad, menos heroicas y por lo tanto buscan desmitificar la llamada Historia de Bronce.

Seguramente habrá algunas diferencias de percepción entre los personajes de la Independencia y los de la Revolución, ya que la historia reciente ha reciclado, por decirlo de alguna forma, los nombres de Madero, para quienes la democracia es bandera política esencial, y para quienes desean justicia social, los de Zapata y Villa. Incluso Zapata es una figura universal en ciertos sectores juveniles pues se le asume como ejemplo clásico del luchador social, además de ser un popular nombre de cafés o “antros” frecuentados por las nuevas generaciones, sin mencionar que es icono de múltiples camisetas o t-shirts al igual que el Che Guevara.

Por ejemplo, en el elegante barrio londinense de

Saint James se puede comer o cenar en un restaurante llamado “Che”, que ostenta la imagen y la estrella roja que distinguen al guerrillero argentino adoptado en Cuba.

Pero que los nombres sean conocidos no necesariamente significa que se aquilate el valor que la tradición les ha conferido o que se les atribuya el mismo significado a sus ideas hoy y, sobre todo, si este coincide con las motivaciones de quienes promueven los festejos. Las razones políticas que los propician tienen obviamente su contraparte social pero no necesariamente las razones de la sociedad tienen el mismo código de interpretación que las de la clase política.

Toda esta pléyade de nombres y figuras de hombres, a veces prácticamente elevados a la categoría de santos laicos, puede tener un valor de símbolos de unidad nacional, pero lo mismo cabe decir de la Virgen de Guadalupe, los mariachis, la selección nacional de futbol o Pedro Infante, cuya permanencia en el escenario nacional se la debemos a la incansable repetición de sus películas.

Pero la pregunta tiene que ver con algo que es muy importante ¿cuál es el sentido de lo nacional hoy en día para las generaciones entre los doce y treinta años? ¿Qué significa o implica para ellos lo mexicano, cuáles son sus signos de identidad, de pertenencia?

Los cambios en la perspectiva cultural han sido muy grandes y de ello dan testimonio inmediato las preocupaciones intelectuales de las nuevas elites. Los “nacionalismos” están muy venidos a menos y cierta forma de cosmopolitismo y de afán de integrarse a la globalización están muy presentes y no como simple deseo de distinción o de esnobismo, como fue cuarenta años atrás en casi todas las expresiones artísticas.

Desde la generación del 68, parte de la conciencia social de la mayoría de los jóvenes ya estaba integrada al mundo global y a la rica diversidad de la cultura estadounidense a través del cine y la televisión. A ello contribuyó de manera determinante, sin duda, esa maravillosa atmósfera universal que creó la música, particularmente el rock como medio de expresión juvenil más allá de cualquier frontera nacionalista, creándose incluso nuevos géneros, que mezclan y fusionan ritmos nuevos, tradicionales, locales, etcétera.

Ese lenguaje musical contribuyó a crear una sensación de pertenencia generacional que se renueva constantemente desde entonces y ello, que de ninguna manera y hay que decirlo claramente, excluye las expresiones locales o regionales, nuevas o tradicionales, pues ambas conviven de manera natural y gozosa en el gusto juvenil. Hoy más que nunca y gracias a internet, los jóvenes conocen música de todas partes del mundo o al menos de algunas partes del mundo, a veces sin saberlo, que sólo de manera ocasional conocían sus abuelos y era vista como exótica o curiosa pero que difícilmente se asumía como propia, como hoy sucede, sin que ello tenga que excluir, por ejemplo en el caso de México, la presencia permanente de nuestra conciencia nacional a través de la música ranchera. Baste como comprobación empírica al alcance de todos el observar una fiesta cualquiera con baile para darse cuenta de la variedad de países y de regiones representadas en el programa musical que a lo largo de dos o tres horas son alegremente danzadas por los convidados y compararla con lo que sucedía hace cuarenta o cincuenta años para advertir el cambio.

A estos indicadores de sociología instantánea pueden sumarse muchos otros que nos mostrarían

Las más diversas formas de convivencia entre cierto espíritu nacionalista que ha permeado las generaciones y otras nuevas formas que quizás, a primera vista resultan ajenas pero que probablemente estén hablándonos de nuevas formas de ser y expresar lo mexicano.

Suele decirse en el mundo adulto que hoy los jóvenes no creen en nada, que no tienen valores, que son una generación cuando menos escéptica con la cual los mayores no suelen entenderse. Por supuesto que esto no es nuevo, ha sido la historia de la humanidad entera. Los viejos suelen repetir en cualquier época que todo tiempo pasado fue mejor y los jóvenes suelen insistir en la necesidad de cambiarlo todo. Y quienes un día quisieron cambiarlo todo, tarde o temprano acabarán repitiendo las mismas frases que sus padres cuando sean sus hijos quienes

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