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PERICLES Y EL EXPERIMENTO DEMOCRÁTICO


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2013  •  1.524 Palabras (7 Páginas)  •  712 Visitas

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El siglo de oro ateniense, coincidió este momento con la figura de Pericles, que rigió como primer magistrado durante años como a partir del 461 ac. los destinos de la polis.

A el se le considera como el culminado de la democracia ateniense al eliminar las prerrogativas que aun tenía el Areópago, principal reducto de los nobles, en beneficio de la eclesia y la boulé, al permitir la posibilidad de que un mayor grupo sociales pudieran acceder a las magistraturas, y al instaurar el sistema de la Mistoforia o pago de dietas a los ciudadanos que ejercieran como jurados o fueran miembros del consejo: la paga era de dos óbulos diarios, suma modesta, pero que permitía que todos, hasta los más humildes pudieran ejercer sus derechos políticos aunque se quedaran sin el jornal diario de sus trabajos.

Ciertamente pocas veces en la historia de la humanidad podemos encontrar un grado similar de democracia. Pero esta democracia era restrictiva ya que sólo afectaba a los ciudadanos tanto ricos como pobres, eran sólo una parte y la más numerosa de la población. Si no se era por nacimiento era muy difícil acceder a la ciudadanía. El mismo Pericles dispuso leyes limitativas impidiendo tenerla a quien no fuera hijo de padre y madre atenienses, con lo que paradójicamente su propio hijo, que tuvo su compañera Aspásia, fue extranjero en su propia ciudad.

A pesar de la dificultad que representa hacer un estudio demográfico, algunos historiadores han calculado en cuarenta mil el número de ciudadanos, incluidos esposas e hijos, para la Atenas de esta época sobre la población algo mayor de trescientos mil habitantes. Aunque había ricos, la mayoría eran pequeños propietarios de tierras, jornaleros y artesanos.

Junto a estos ciudadanos había un grupo muy activo con derechos limitados, los metecos o extranjeros. Eran libres y generalmente griegos nacidos en otras

ciudades, que preferentemente se dedicaban al comercio y a la industria (no podían poseer tierras) y vivían sobre todo en el Pireo. Su número, con sus familiares, pasaba de los setenta mil. Eran ellos los grandes importadores y exportadores de alimentos y productos manufacturados y los dueños de los principales talleres, aunque también los había de profesiones liberales o intelectuales (el filósofo Aristóteles lo era). No podían votar ni participar en las instituciones del estado.

El grupo más numeroso era el de los esclavos. Se supone su número en unos ciento quince mil. Aunque protegidos, carecían de todos los derechos políticos. Su suerte era muy diversa y también su consideración. Rara era la familia que no poseía al menos un par; estos esclavos domésticos recibían un trato más humano que en el mundo romano. Podían trabajar también en muy diversos oficios o formar parte del ejército en convivencia con los libres, y comprar su libertad con su trabajo y pasar a la categoría de metecos, aunque ello no fuera aún excesivamente corriente en esta época. Otra suerte diversa era la que corrían los cientos de esclavos que trabajaban en las minas, especialmente en las de plata del Laurion, en duras condiciones y con una alimentación miserable. La mayoría de los esclavos no eran griegos.

Las mujeres, por muy hijas y esposas de ciudadanos que fueran, tampoco podían intervenir en los organismos ni votar. Su consideración queda bien patente en la obra del comediógrafo Aristófanes “La asamblea de las mujeres”, en las que critica con fuerte conservadurismo a las instituciones democráticas, según él caídas en la demagogia; cuando se propone un gobierno femenino, pone en boca de un personaje: “¡Que se haga¡ Después de todo es la única novedad que no se ha ensayado en Atenas”, dando a entender como el colmo de la degradación de las instituciones el que la mujer pudiera participar en los asuntos públicos.

La mujer rica permanecía en casa recluida en el gineceo y no participaba en fiestas, banquetes o actos públicos. Pero la inmensa mayoría trabajaba, aunque pocos eran los trabajos, en comparación con los hombres, a que podían dedicarse (vendedoras, nodrizas, comadronas...). Un caso aparte constituían las bailarinas, músicas y prostitutas, mal consideradas, pero con un grado superior de libertad al común de las mujeres, y las hetairas, generalmente extranjeras, únicas mujeres cultas que abrían sus salones a los intelectuales y artistas, discutían con ellos, abrían academias para enseñar a las jóvenes, asistían a fiestas y banquetes, etc. Mal vistas en general por las “virtuosas”, muchas de ellas llegaron a alcanzar merecida fama. La más conocida de este momento fue Aspasia de Mileto, compañera de Pericles durante muchos años, famosa por su inteligencia y belleza.

Atenas se había convertido

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