POLÍTICA ECONÓMICA EN LA GLOBALIZACIÓN
Enviado por montzita • 28 de Enero de 2013 • 1.614 Palabras (7 Páginas) • 532 Visitas
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
FUNDAMENTOS DE POLÍTICA ECONÓMICA
PROFESOR: VAQUERA GALLARDO JOSE SAUL
ENSAYO
POLÍTICA ECONÓMICA EN LA GLOBALIZACIÓN.
El objetivo de este trabajo es analizar las restricciones que la globalización le impone a la política económica. Se trata de determinar si con la globalización todavía es posible alcanzar, mediante la política económica, objetivos tales como el crecimiento económico, estabilidad de precios, un mayor nivel de empleo, una mejor distribución del ingreso, etc.
La globalización incrementa el acceso potencial a una amplia variedad de bienes de consumo, nuevas tecnologías, conocimiento, ideas y las mejores prácticas internacionales en diferentes campos. Con esto, sin duda, la globalización se convierte en un elemento que permite alcanzar un mayor nivel de bienestar.
La producción y el comercio están crecientemente dominados por las corporaciones transnacionales, las cuales usan las opciones proporcionadas por la globalización para obtener una mayor ventaja, sin tomar en consideración los objetivos de desarrollo de largo plazo de los países individuales.
En una economía mundial más interdependiente, cualquier choque global o regional adverso se propaga rápidamente a las demás economías. De este modo, el volumen y volatilidad de los flujos de capital ha incrementado tanto los riesgos como los costos de las crisis bancarias y de divisas.
Se puede afirmar que el proceso de globalización económica mundial, registrado en los mercados financieros, ha traído consigo un aumento en la interdependencia económica internacional, lo que ha supuesto un enorme desafío a las políticas económicas nacionales, ya que se van a ver afectadas prácticamente a todos los niveles: desde el diseño de las políticas óptimas, pasando por su eficacia, hasta a los propios objetivos e instrumentos de política económica, así como sus mecanismos de transmisión (Calvo y Paúl, 1999)
La globalización está con frecuencia asociada a un aumento en la inestabilidad del producto y del empleo, por lo que afecta, entre otras cosas, a la seguridad en el trabajo.
La desigualdad entre países ha aumentado. Así, a principios de los años sesenta, el ingreso per cápita de los veinte países más ricos era quince veces mayor que el correspondiente a los veinte más pobres, para el 2000, esta proporción se dobló a treinta veces (Yusuf, 2001: 7), esto es, la globalización está demostrando ser una fuerza desintegradora.
La globalización otorga un premio a la gente con habilidades sofisticadas, altos niveles de educación y cualidades empresariales. El trabajo no calificado, los trabajadores sin educación y la población marginada son probablemente los menos beneficiados en una economía mundial más competitiva. Por lo que la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza puede aumentar, la necesidad de la política pública para corregir estas tendencias inequitativas.
A nivel nacional, la globalización tiende a reducir el grado de autonomía efectiva para perseguir sus propios objetivos de estabilidad económica, crecimiento, desarrollo y equidad social. En otras palabras, la globalización restringe la independencia de la política nacional y limita la eficacia de los instrumentos de política tradicionales, tanto en el plano macroeconómico como en el de la política laboral y social. Por ejemplo, el poder creciente de los mercados financieros globalizados reduce la facultad de un país de determinar sus tipos de interés y de cambio, y limita sus posibilidades de financiamiento del déficit público. De manera similar, se considera que la creciente movilidad de los capitales y de las empresas, impone severas trabas a la capacidad de los gobiernos para fijar los impuestos y ordenar la actividad económica.
La política fiscal tiende a perder su capacidad para actuar como un instrumento, orientado a mantener el pleno empleo y perseguir objetivos sociales y redistributivos ya que como señala Solimano (2001: 16), los mercados financieros internacionales son sensibles a la situación de la política fiscal de un país y la usan como un indicador del grado de “responsabilidad macroeconómica” de los gobiernos. Éstos son alentados para adoptar persistentemente políticas fiscales austeras con el fin de satisfacer a los mercados financieros y ganar fama de un comportamiento fiscal serio.
Como ya se señaló, en la actualidad, las políticas fiscal y monetaria han de contener más respeto por los juicios y el estado de ánimo de los mercados financieros mundiales. En consecuencia, existen presiones más fuertes para el mantenimiento de políticas macroeconómicas viables, para evitar distorsiones del mercado y para mejorar la eficiencia en la asignación de los recursos. Ello implica en muchos casos, difíciles reformas económicas como son la liberalización financiera y comercial, la supresión del control de precios y otras formas de desreglamentación.
Dichas reformas serán benéficas para el crecimiento puesto que incitan a asignar recursos a las actividades que ofrecen un alto grado de productividad y que aprovechan mejor la ventaja comparativa de un país. A su vez, el aumento de la tasa de crecimiento propicia la creación de empleos, y esta última se verá aún más beneficiada si se eliminan distorsiones tales como la infravaloración del capital y la sobrevaluación de los tipos de cambio, que aumentan el coeficiente capital/producto y reducen con ello el empleo. Pero todo esto parte de la hipótesis de que el
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