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PORFIRIO DIAZ


Enviado por   •  6 de Octubre de 2013  •  2.737 Palabras (11 Páginas)  •  534 Visitas

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Porfirio Díaz: ¿héroe o villano?

Por Paul Garner

Tal vez porque la figura de Díaz sigue inspirando acalorados ataques y defensas, se ha vendido tan bien el más reciente libro de Paul Garner: Porfirio Díaz, del héroe al dictador: una biografía política. El especialista condensa en este texto los postulados de su libro.

Pocas figuras en la historia de México, e incluso en la de América Latina, son tan conocidas como Porfirio Díaz. Hasta muy recientemente, pocas han sido más incomprendidas o difamadas. La explicación básica para tantas distorsiones se revela al investigar los vigorosos mitos que se han creado en torno a la figura de Díaz. Todos los mitos, creados durante y después de la vida de Don Porfirio, tuvieron un origen y un claro fin político, pero cada uno se fortaleció con base en una corriente historiográfica poderosa, pero últimamente distorsionada. Por lo tanto, para empezar a acercarse con más imparcialidad a la vida de un personaje tan importante, y tan polémico, es imprescindible entender cómo la imagen de Díaz ha sido creada y denigrada y, sobre todo, cómo ha sido objeto de apropiación a lo largo del último siglo. De hecho, las diferentes representaciones del régimen porfirista pueden verse como un claro ejemplo de los cambios tanto de la moda historiográfica como de la política nacional a lo largo del siglo XX. Estas interpretaciones contradictorias entre sí han dificultado, si no imposibilitado, la realización de un análisis equilibrado tanto del hombre como de su régimen. De acuerdo con el crítico francés Roland Barthes, los han despojado de su calidad histórica.

La historiografía porfiriana puede dividirse en tres categorías principales, cada una con una cronología, un enfoque y, cabe decir, una distorsión específicos. Éstas son: el porfirismo, el antiporfirismo y el neoporfirismo. El retrato favorable de Díaz (porfirismo) domina la historiografía del periodo anterior a la Revolución de 1910, aunque durante y después de ésta se hicieron algunas contribuciones importantes. El porfirismo pone de relieve, sobre todo, la longevidad del régimen, particularmente en contraste con sus predecesores en el México del siglo XIX, y su éxito al lograr una estabilidad y una paz políticas por un periodo de casi 35 años: inter alia, su patriotismo, su heroísmo, su dedicación, su sacrificio personal, su tenacidad y su valentía.

La portada típica de las numerosas biografías de Díaz, publicadas durante los últimos años del régimen, se elegía con la intención específica de mostrar la imagen del patriarca austero, pero benigno, del héroe militar, del constructor de la nación y del anciano estadista en pleno control del destino de la patria; en pocas palabras, del héroe con el clásico molde republicano. El deliberado culto de la personalidad se promovió de manera activa a lo largo del régimen, pero especialmente después de la tercera (y muy polémica) reelección de Díaz en 1892, y vio su apoteosis en las fastuosas fiestas del Centenario de la Independencia. Con una ironía suprema, las celebraciones de 1910 representaron también la némesis del régimen. Menos de dos meses después, en noviembre de 1910, empezó la revolución que despojaría a Díaz del poder. Seis meses más tarde, había dimitido y había sido obligado a un exilio del que nunca regresó.

Una de las principales consecuencias de la Revolución Mexicana fue la destrucción del culto porfirista y su sustitución por un antiporfirismo igualmente poderoso. Sin embargo, el antiporfirismo no fue producto exclusivo de la Revolución, aunque se expresó con mayor fuerza después de 1911, en lo que devendría la interpretación estándar, ortodoxa y prorrevolucionaria. Según el antiporfirismo, el régimen de Díaz era el ejemplo máximo de la tiranía, la dictadura y la opresión, el mismo Don Porfirio quedaba condenado por su corrupción, su autoritarismo y su traición a los intereses nacionales.

El antiporfirismo dominó la historiografía mexicana durante casi tres generaciones de la posrevolución. Sin embargo, en la década de 1990 hubo fuertes indicadores de que la imagen de Díaz y la interpretación de su régimen habían sufrido una marcada transformación. Se empezó a interpretar la época de Díaz bajo una luz mucho más positiva, que se llegó a identificar como un culto neoporfirista. Ciertamente, incluso podría afirmarse que el neoporfirismo constituye ahora la nueva ortodoxia historiográfica. Un estímulo importante para esta nueva y profunda evaluación han sido los logros y la sofisticación de las investigaciones recientes realizadas por la generación actual de historiadores mexicanos y extranjeros. En consecuencia, las nuevas tendencias de la historia social, política, económica y cultural se han reflejado profundamente en la imagen tradicional del México porfiriano. Cada vez más se rechaza la división tradicional de Porfiriato y Revolución, así como su categorización como fenómenos separados. Ahora se interpretan las tensiones y conflictos de la época como un choque "cultural" (en el sentido más amplio del término) entre una sociedad "tradicional" y las fuerzas de la "modernidad".

Igual de importante como fuente de nuevas interpretaciones ha sido la transformación de la política nacional a partir del decenio de 1980. En este contexto político más amplio, el cambio en la actitud oficial y pública hacia el régimen de Díaz en el México contemporáneo es, claramente, un reflejo de la reestructuración radical de la economía política mexicana a raíz del impacto devastador de la crisis de los años ochenta. Evidentemente, no es una casualidad que la reciente evaluación positiva de la estrategia económica porfirista coincida con la estrategia neoliberal de las administraciones posteriores a 1982. El neoliberalismo de México y Latinoamérica se ha caracterizado por un regreso a la apertura a la inversión extranjera, un renovado estímulo al desarrollo hacia afuera y un impulso hacia la privatización y la desregulación —distintivos de la política porfiriana anterior a 1910—, en claro contraste con la ortodoxia posrevolucionaria de la intervención estatal, la nacionalización y la sustitución de importaciones.

En los años noventa se percibía claramente la evolución de lo que Lorenzo Meyer y Héctor Aguilar Camín identificaron, en 1989 (A la sombra de la Revolución Mexicana), como "una nueva época histórica que dice adiós a las tradiciones más caras y los vicios más intolerables de la herencia histórica que conocemos como Revolución Mexicana". Obviamente, en términos de herencia historiográfica, una de estas tradiciones más queridas y uno de los vicios más intolerables del legado histórico de la Revolución han sido, sin duda, la denigración

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