Psicologia De Las Masas
jezyuri1 de Agosto de 2014
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SENTIMIENTOS Y MORALIDAD DE LAS MASAS
Tras haber señalado de un modo muy general las principales características de las masas,
vamos a estudiarlas ahora en detalle.
Varios de sus rasgos especiales, como la impulsividad, irritabilidad, incapacidad de
razonar, ausencia de juicio y de espíritu crítico, exageración de los sentimientos, etc.,
pueden observarse también en seres pertenecientes a formas inferiores de evolución, como
son el salvaje y el niño. Se trata de una analogía que no señalo más que de pasada. Su
demostración excedería el marco de esta obra. Por otra parte, sería inútil para las personas
que están al corriente de la psicología de los primitivos y apenas convencería a quienes la
ignoran.
Voy a abordar ahora, sucesivamente, las diversas características fáciles de observar en la
mayoría de las masas.
1. Impulsividad, movilidad e irritabilidad de las masas
Ya hemos dicho al estudiar las características fundamentales de la masa que ésta es
conducida casi exclusivamente por el inconsciente. Sus actos están mucho más influidos
por la médula espinal que por el cerebro. Las acciones realizadas pueden ser perfectas en
cuanto a su ejecución, pero al no estar dirigidas por el cerebro, el individuo actúa según los
azares de la excitación. La masa, juguete de todos los estímulos exteriores, refleja las
incesantes variaciones de los mismos. Es, por tanto, esclava de los impulsos recibidos. El
individuo aislado puede hallarse sometido a las mismas excitaciones que el hombre-masa;
pero cuando su razón le muestra los inconvenientes de someterse a las mismas, no cede.
Desde el punto de vista fisiológico, puede definirse este fenómeno diciendo que el
individuo aislado posee la aptitud de dominar sus reflejos, mientras no ocurre así en la
masa.
Los diversos impulsos a los cuales obedecen las masas podrán ser, según las excitaciones,
generosos o crueles, heroicos o pusilánimes, pero siempre serán tan imperiosos que el
propio instinto de conservación se borrará ante ellos.
Las masas son extremadamente móviles por ser diversos los excitantes susceptibles de
sugestionarlas y por obedecer ellas siempre a los mismos. En un instante pasan desde la
ferocidad más sanguinaria a la generosidad o el heroísmo más absolutos. La masa se
convierte con facilidad en verdugo, pero no menos fácilmente en mártir. De su seno han
surgido los torrentes de sangre exigidos para el triunfo de toda creencia. No hay que
remontarse a las edades heroicas para ver de lo que son capaces las masas. Jamás escatiman ULTIMO REDUCTO http://www.ultimoreducto.com/
su vida en un motín, y no hace muchos años un general, convertido súbitamente en popular,
habría encontrado fácilmente cien mil hombres dispuestos a hacerse matar por su causa.
En las masas no se da, pues, nada premeditado. Pueden recorrer sucesivamente la gama de
los más contradictorios sentimientos, bajo la influencia de momentáneas excitaciones. Se
asemejan a las hojas que el huracán eleva, dispersa en todas las direcciones, para luego
dejar caer. El estudio de algunas masas revolucionarias nos proporcionará diversos
ejemplos de la variabilidad de sus sentimientos.
Esta movilidad de las masas las hace muy difíciles de gobernar, sobre todo cuando ha caído
en sus manos parte de los poderes públicos. Si las necesidades de la vida cotidiana no
constituyesen una especie de regulador invisible de los acontecimientos, las democracias no
podrían subsistir en absoluto. Pero las masas, que apetecen las cosas con frenesí, no las
desean durante mucho tiempo. Son tan incapaces de voluntad persistente, como de
pensamiento.
La masa no sólo es impulsiva y móvil. Al igual que el salvaje, no admite obstáculos entre
su deseo y la realización de éste, y ello tanto menos, puesto que el número le proporciona
un sentimiento de poder irresistible. Para el individuo integrado en una masa desaparece la
noción de imposibilidad. El hombre aislado se da cuenta de que por sí solo no puede
incendiar un palacio, saquear unos almacenes; no surge así en él la tentación de hacerlo.
Pero cuando forma parte de una masa, toma conciencia del poder que le confiere el número
y cederá inmediatamente a la primera sugerencia de muerte y pillaje. El obstáculo
inesperado será destrozado con frenesí. Si el organismo humano permitiese la perpetuidad
del furor, podría decirse que éste sería el estado normal de la masa contrariada.
En la irritabilidad de las masas, en su impulsividad y su movilidad, así como en todos los
sentimientos populares que estudiaremos, siempre intervienen las características
fundamentales de la raza. Constituyen el suelo invariable en el que germinan nuestros
sentimientos. Indudablemente, las masas son irritables e impulsivas, pero con grandes
variaciones en cuanto a grado. Resulta notable, por ejemplo, la diferencia entre una masa
latina y una anglosajona. Los hechos recientes de nuestra historia arrojan viva luz sobre
este punto. En 1870, la publicación de un simple telegrama que relataba un supuesto insulto
bastó para determinar una explosión de furor de la que surgió inmediatamente una guerra
terrible. Algunos años más tarde, el anuncio telegráfico de un insignificante fracaso en
Langson provocó una nueva explosión que dio lugar a la caída instantánea del gobierno. En
el mismo momento, el fracaso mucho más grave de una expedición inglesa ante Jartum no
produjo en Inglaterra más que escasa emoción y no fue cambiado ningún ministro. Las
masas son siempre femeninas, pero las más femeninas de todas son las masas latinas. Quien
se apoye en ellas puede ascender muy alto y con mucha rapidez, pero bordeando sin cesar
la roca Tarpeya y con la certeza de ser precipitado desde ella algún día.
2. Sugestibilidad y credulidad de las masas
Ya hemos dicho que una de las características generales de las masas es una sugestibilidad
excesiva y hemos mostrado cuan contagiosa es una sugestión en toda aglomeración
humana. Esto explica la rápida orientación de los sentimientos en un determinado sentido. ULTIMO REDUCTO http://www.ultimoreducto.com/
Por neutra que se la suponga, la masa se encuentra generalmente en un estado de atención
expectante favorable a la sugestión. La primera sugestión formulada se impone
inmediatamente, por contagio, a todos los cerebros y establece en seguida la orientación. En
los seres sugestionados, la idea fija tiende a transformarse en acto. Ya se trate de incendiar
un palacio o de realizar un sacrificio, la masa se entrega a ello con idéntica facilidad. Todo
dependerá de la naturaleza del excitante y no, como en el individuo aislado, de las
relaciones existentes entre el acto sugerido y las razones que pueden oponerse a su
realización.
Constantemente errante por los límites de la inconsciencia, sometida a todas las
sugestiones, animada de la violencia de sentimientos propia de los seres que no pueden
apelar a influencias racionales, desprovista de sentido crítico, la masa no puede sino
manifestar una credulidad excesiva. Para ella no existe lo inverosímil, y es preciso recordar
esto para comprender la facilidad con la que se crean y propagan las leyendas y los relatos
más extravagantes5
.
La creación de las leyendas que circulan tan fácilmente entre las masas no sólo son el
resultado de una credulidad completa, sino también de las prodigiosas deformaciones que
experimentan los acontecimientos en la imaginación de individuos agrupados. El más
simple hecho, visto por la masa, se convierte rápidamente en un acontecimiento
desfigurado. La masa piensa mediante imágenes y la imagen evocada promueve, a su vez,
una serie de ellas sin ningún nexo lógico con la primera. Podemos concebir fácilmente tal
estado pensando en las extrañas sucesiones de ideas a las que nos conduce, a veces, la
evocación de un hecho cualquiera. La razón muestra la incoherencia de tales imágenes,
pero la masa no la ve, y lo que su imaginación deformante agregue al acontecimiento lo
confundirá con éste. Incapaz de separar lo subjetivo de lo objetivo, admitirá como reales las
imágenes evocadas en su espíritu, las cuales generalmente no poseen más que un
parentesco lejano con el hecho observado.
Al parecer, las deformaciones que una masa imprime a un acontecimiento cualquiera, del
cual es testigo, deberían ser innumerables y en diversos sentidos, ya que los hombres que
componen la masa son de temperamentos muy variados. Pero no sucede así. A
consecuencia del contagio, las deformaciones son de la misma naturaleza y en el mismo
sentido para todos los individuos de la colectividad. La primera deformación percibida por
un sujeto forma el núcleo de la sugestión contagiosa. San Jorge, en lugar de aparecerse en
los muros de Jerusalén a todos los cruzados, seguramente no fue visto más que por uno de
los presentes, pero por sugestión y contagio el
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