Reflexion De La Historia
Enviado por gus9742 • 25 de Noviembre de 2014 • 1.080 Palabras (5 Páginas) • 138 Visitas
Cuando leo que se asesinó a un hombre quisiera ser analfabeta.
José Naroski.
Cartagena, Colmbia. Cada día cuando leo en los diarios y me entero por algún vecino o familiar de la muerte violenta y homicida de un nuevo hombre, mujer o joven en la ciudad, se entristece mi alma por las muertes en si mismas, por las circunstancias como ocurren y por las formas como son anunciadas en los medios sensacionalistas a través de imágenes burdas y grotescas que faltan al respeto y la consideración con las personas y familias implicadas y sin análisis profundos que ayuden a ubicar la razones de tantas muertes.
Me dan tristeza esas muertes porque amo tanto la vida, la mía y la de los demás. Porque a través de ellas morimos nosotros también como especie y sociedad. Esas muertes tempranas, violentas, por cualquier motivos, escabrosas, reiterativas, e imparables revelan lo peor de nuestra sociedad y a mi juicio son muestra del fracaso de nuestra humanización.
Lamento estas muertes porque no entiendo cómo los hombres por cualquier motivo se matan, ni cómo se ha vuelto fácil matar y acabar con la vida del otro por cualquier razón, porque significan un fracaso en nuestro proceso de humanización y no entiendo cómo los que matan pueden vivir tranquilos y seguir matando sin ningún remordimiento ni juicio ético ni moral al acabar con la vida de otro ser humano. De un Ser Humano. Me duelen estas muertes porque trabajo precisamente por la defensa del derecho a la vida con dignidad para niños y niñas, mujeres y hombres y porque considero que nada, nada justifica quitarle la vida a otro ser humano.
Me duelen las muertes de los jóvenes que mueren cuando empiezan a vivir, primero que sus padres y abuelos, subvirtiendo el orden cronológico e histórico de la vida que indicaba que los mayores tenían que morir primero y los jóvenes enterrar a sus viejos. Cada vez más, los mayores ven morir a sus niños y jóvenes sin poder hacer nada.
Pienso en sus madres y en los niños y niñas que vienen creciendo, y en cómo se ha instalado la muerte en nuestra sociedad; pienso en los que matan, en lo que pasa por su mente y en cómo acceden con facilidad a las armas y en las razones por las que se matan: por una venganza, por una infidelidad, por una cadena, por un tropezón, por una botella de ron, por una plata no pagada, por robar un celular, por ser testigo de un acto delictivo, por envidia, por unos zapatos, por una ofensa, por una llamada, por una discusión, por cualquier cosa que resulta ser más importante que la vida misma y que solo se puede resolver con la muerte, eliminando al otro, desapareciéndolo, quitándolo del medio, del camino y de la vida. Porque vamos perdiendo cada vez más la capacidad de diálogo, de tolerancia y de resolución pacífica de los conflictos y de perdón.
Nuestra sociedad se llenó de matones que accionan sus revólveres contra todo el que es un obstáculo para sus objetivos individualistas y lucrativos negocios ilícitos. Se llenó de muertos que se cuentan por cientos y miles. Ahora vemos más de balas en la tierra que las estrellas en el cielo.
Se
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