Renacimiento
Enviado por angelica999 • 28 de Mayo de 2013 • 2.937 Palabras (12 Páginas) • 243 Visitas
I.1. INTRODUCCIÓN
GENERALMENTE se acepta que los orígenes del mundo occidental contemporáneo se encuentran sobre todo en la cultura griega, que se desarrolló desde antes del siglo VII a.C., hasta la muerte de Alejandro, ocurrida en el año 323 a.C. En este breve lapso, de no más de 500 años, y en un grupo sorprendentemente poco numeroso de pequeñas comunidades portuarias, repartidas sobre todo en las islas y costas de los mares Egeo y Adriático, se enunciaron por primera vez casi todos los principios generales de la política, las leyes, la literatura, la poesía, las artes, la filosofía y otras características más de la civilización que actualmente predomina en Occidente. La otra cultura que también aportó un componente crucial en los orígenes de la nuestra fue la judía, que nos dio los elementos básicos de la religión cristiana. Naturalmente, para los pueblos del hemisferio occidental, surgidos a principios del siglo XVI como consecuencia del encuentro entre la cultura española y las civilizaciones precolombinas mesoamericanas y sudamericanas, la historia incluye otros orígenes más, aparte del griego y del judío ya mencionados, me refiero a la inmensa riqueza de las culturas indígenas del nuevo continente, que a pesar de su derrota frente a los conquistadores y del intento brutal de su obliteración completa, desencadenado a partir de la caída de Cuauhtémoc y de Manco Capac, siguió y ha seguido influyendo en la realidad existencial cotidiana del hombre latinoamericano.
Desde el punto de vista de la evolución histórica del pensamiento científico, que representa el interés central de estas páginas, la confluencia de los tres principales antecedentes de nuestra cultura latinoamericana (griego, judío e indígena mesoamericano) ha resultado en un producto sui generis,que en vez de declararse partidario de cualquiera de sus tres orígenes, ha decidido intentar conciliarlos y vivir lo mejor que se pueda a la sombra de tres paraguas. Si la reunión de dos culturas diferentes (la griega y la judía) tomó más de 1 500 años para generar un producto más o menos estable (me refiero a la cultura europea de los siglos II al XVI de nuestra era), la síntesis de tres culturas distintas podría tomar 3 000 años. Pero precisamente a partir del siglo XVI se agregaron nuevos elementos a la cultura europea que rompieron la unidad característica de la Edad Media y contribuyeron a la mejor y más clara diferenciación de los distintos países de Europa; por supuesto, me refiero al Renacimiento humanista, al protestantismo (que culminó con la reforma religiosa) y a la revolución científica. Estos movimientos tuvieron más o menos éxito en distintas comunidades europeas, pero en general puede decirse que fueron los países del hemisferio norte los que los adoptaron con menos problemas. En cambio, España siguió otro camino.
El Renacimiento humanista proclamaba que debían rescatarse los textos originales de la literatura clásica, el estilo arquitectónico, las artes, y en general toda la cultura helénica y romana. Tal postura traducía no sólo un cambio de gustos, sino una transformación mucho más profunda: los humanistas descartaban la idea medieval de que el mundo es un valle de lágrimas y la vida un breve y amargo paréntesis entre la nada y la gloria o la condena eterna, y en su lugar proponían que la tierra es un sitio maravilloso y que la vida debe estar dedicada a disfrutarla, al margen de lo que ocurra después de la muerte (si es que ocurre algo). El protestantismo surgió como una revuelta en contra de la corrupción en la Iglesia católica, apostólica y romana, y en poco tiempo se transformó en un reto a la autoridad absoluta de las Sagradas Escrituras, según la interpretación de los prelados en turno; la reforma de la Iglesia se basó en la relación directa del hombre con Dios, sin la mediación de otros hombres o de otras estructuras. La revolución científica empezó por eliminar a la Tierra del centro del universo y al hombre del centro de la creación; además, cuestionó la autoridad del dogma como la última corte de apelación de la verdad y en su lugar propuso a la naturaleza. En términos cronológicos, los tres movimientos mencionados (humanismo, reforma religiosa y revolución científica) se iniciaron en el brevísimo plazo de dos siglos (XVI a XVIII) pero crearon un parteaguas definitivo en la cultura europea.
En 1492 ocurrieron tres acontecimientos sin precedentes en España: 1) con la derrota de Boabdil y la toma de Granada, se concluyó la campaña guerrera iniciada siete siglos antes y conocida como la Reconquista; 2) con la expulsión de los judíos sefarditas los Reyes Católicos esperaban volver a tomar las riendas de la economía española; 3) pero con el encuentro con el Nuevo Mundo, España se enfrentó a una experiencia distinta, totalmente nueva y de dimensiones desconocidas. Asediada en tan poco tiempo por tantos y tan graves problemas, España tomó una decisión desafortunada: se opuso a cualquier forma de cambio en su sólida estructura medieval. Es cierto que no eran tiempos de andar probando nuevas ideas y valores para la sociedad, sobre todo después de haber logrado reconquistar los propios, al cabo de tantos años y de tanta sangre; también es cierto que en esos años España estaba tratando de reconstruir y de reafirmar su propia imagen como país. Por esas y quizá por otras razones, el hecho es que puesta ante la alternativa de explorar las nuevas ideas o de rechazarlas, España optó por la segunda, oponiéndose en forma sistemática y frecuentemente violenta a cualquier intento de disminuir el derecho divino de reyes y papas al poder, de dudar de la autoridad sacrosanta de las Sagradas Escrituras, o de concebir la vida como algo distinto a un viacrucis transitorio entre la generación y el destino final y eterno. Éste fue el espíritu europeo que trajeron los conquistadores a la Nueva España, el que justificó sus actitudes brutalmente destructoras de las culturas indígenas, el que mantuvo a la revolución científica alejada no sólo de España sino de sus colonias americanas por casi tres siglos; este espíritu fue también el principal responsable de que México y el resto de Latinoamérica se hayan incorporado tan tardíamente al movimiento hacia la modernidad patrocinado por la ciencia, quedando integrados en consecuencia al Tercer Mundo. Desde luego, otros factores han contribuido a consolidar este resultado. A partir de 1810, los países latinoamericanos fuimos adquiriendo nuestras respectivas independencias políticas de la Madre Patria, pero siempre a costos tan elevados que comprometieron por muchos años la paz, la estabilidad y los recursos necesarios para transformar los brillantes pero aislados episodios de trabajo científico que ocurrieron en América Latina, en una verdadera tradición. No ha sido sino hasta las últimas décadas
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