San Pedro
Enviado por j0rge • 4 de Junio de 2014 • 2.115 Palabras (9 Páginas) • 426 Visitas
SAN PEDRO
Nativo de los Andes. Crece en altitudes entre los 1.000 a 3.000 msnm. Se encuentra en Argentina, Bolivia, Colombia, Chile,Ecuador y Perú, y se cultiva en otras partes del mundo.
Este cactus es de fácil cultivo en la mayoría de los lugares. Acostumbrado a su hábitat natural en los Andes, a grandes altitudes y con abundante pluviosidad, puede soportar temperaturas muy por debajo de lo que resisten muchas otras especies. Requiere un suelo fértil y bien drenado.
El promedio de crecimiento es de medio metro al año. Es susceptible de padecer enfermedades fúngicas si se riega en exceso. Puede sufrir quemaduras o presentar una reacción clorótica debido a la sobreexposición solar, por lo que es mejor mantenerlo en semisombra durante el verano en latitudes de clima templado.
Se multiplica fácilmente por semillas. Los requisitos son: mantener un alto grado de humedad, una mezcla de sustrato nutritiva y con buen drenaje, agua suficiente (pero no demasiada) y luz.
También se propaga por medio de esquejes, de los cuales se obtiene un clon de la planta madre
Medicina tradicional
Tiene una larga tradición en la medicina tradicional andina. Algunos estudios arqueológicos han hallado evidencias de su uso que se remontan dos mil años, a la cultura Chavín
Era utilizado por los nativos en las festividades religiosas por sus propiedades alucinógenas debido a la gran cantidad de alcaloides que tiene, especialmente mescalina. Se preparaba una bebida llamada "aguacoya"," o “cimora” que generalmente se mezclaba con otras plantas enteógenas.
Actualmente es extensamente conocido y utilizado para tratar afecciones nerviosas, de articulaciones, drogodependencias, enfermedades cardíacas e hipertensión, también tiene propiedades antimicrobianas.
Psicoactividad
Después del peyote, el San Pedro es el que más concentración de mescalina presenta. La mescalina ha sido utilizada con fines diversos. Tradicionalmente tuvo un rol esencial en rituales religiosos, entre nativos americanos, quienes consideran que esta sustancia permite abrir el espíritu. Habiendo penetrado en otras culturas, la mescalina fue utilizada con propósitos recreativos, pero también, como enteógeno, para facilitar la psicoexploración.
El san Pedro es un cactus realmente curioso, pues dentro de la famosa lentitud de crecimiento de esta familia de vegetales es el que desarrolla de forma más ágil, llegando a crecer más de 20 centímetros en un año, y resiste un amplio rango de temperaturas, adaptándose a climas húmedos y a diversas alturas. Rompiendo los esquemas supersticiosos que aseguran que las cactáceas no gustan de agua, éste agradece lluvias abundantes, así como un suelo rico en nutrientes. (Tiene otro pariente espiritual más al norte, en México, el cual también gusta de poner en tela de juicio todo tipo de esquemas: crece bajo arbustos para evitar insolaciones.) Pero en este caso el san Pedro sigue la línea estipulada para los cactus: se eleva rápidamente hacia el astro padre buscando luz y calor, alimentándose más aún de sus rayos que del agua y los nutrientes de la tierra.
Al poder convertirse en un bebedizo mágico dispone también de estatus legal en nuestra civilización. No está perseguido su cultivo, ni su venta ni su compra; lo que está mal visto es su ingestión. Se puede encontrar en floristerías para utilización ornamental, e incluso en Sudamérica se utiliza para hacer cercos, pues aunque normalmente pierda las espinas en su madurez es tan prolífico y fácil de enraizar que allí hace la función de los cipreses aquí.
Si alguien quiere hacer de jardinero y dedicarse a la procreación de tan portentoso cactus hay dos maneras de multiplicarlo: por esqueje, o bien con semillas. El esqueje pilla rápido, y más si le ponemos hormonas para enraizarlo; si se parte de una planta ya ancha se tiene la ventaja de que sólo hemos de esperar a que se alargue, pero ya partimos de un ejemplar grueso. Es conveniente dejar un zócalo de 15 cm en el cactus original, pues de él saldrán más brazos y continuará creciendo. Antes de enraizar la parte cortada ha de esperarse que su sección se seque, pues en caso contrario podría generar putrefacción. La sombra en los primeros meses facilita el enraizamiento.
La procreación partiendo de semillas tampoco es difícil. Con un poco de dedicación germinan un 30% de ellas. Eso sí, deben observarse unos principios de seguridad para que todo no quede en nada. La tierra ha de ser arenosa, pues los cactus demandan un sustrato aireado y ventilado. No todas las bolsas que se venden en las jardinerías como sustrato para cactus son válidas. El sustrato ha de estar compuesto de una mezcla de arena, o perlita, de una granularidad parecida a la de la playa, más una parte de tierra fértil normal. Si no se dispone de tan mágico compuesto lo puede amalgamar uno mismo (quizás añadiendo una parte de turba para hacer todavía más amorosa la mezcla). La arena se puede obtener en la montaña, pues hay vetas de ella por dónde los geólogos aseguran que antes reposaba el mar. La que se utiliza en las construcciones vale también, pero deberíamos pedir permiso a los paletas para que nos presten un poco, ¿eh? Si tomáramos una arena de playa que tiene toda la pinta de haber estado tamizada por todo tipo de contaminantes modernos, convendría hervirla para desinfectarla un poco. Rellenando un tiesto con este compuesto maravilloso esparcimos las semillas por su superficie, sin llegar a hundirlas en ella. Regamos entonces con un aspersor (pulverizador) para no provocar inundaciones y otras catástrofes en la superficie. Al día siguiente se le da un toque mágico, y como si se tratara de un pastel la espolvoreamos con tierra fina, utilizando un colador para ello -en caso de que no moleste a los miembros de la familia-. Sólo añadiremos una capa de un milímetro de espesor, más o menos. Volvemos a regar un poco más y a los tres días, cuando ya se haya evaporado un poco de tanta agua, cubrimos los tiestos con un plástico transparente -para que se conserve la humedad y deje pasar la luz-. Un poco de calor no iría mal a la germinación: colocar el tiesto en un radiador suave puede ayudar a que las semillas germinen en una o dos semanas.
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