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Enviado por   •  30 de Septiembre de 2014  •  821 Palabras (4 Páginas)  •  185 Visitas

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El 6 de julio de 1816, tres días antes de que el Congreso reunido en Tucumán declarara la Independencia, los diputados convocaron a Manuel Belgrano para celebrar una sesión secreta en la que el general planteó la conveniencia de instaurar una monarquía constitucional conducida por un rey inca. Esta propuesta no suele ser explicada en la enseñanza escolar y cuando se la menciona aparece como una suerte de “delirio” que, sin embargo, tenía un sólido fundamento que marcó desde el comienzo la división entre los revolucionarios.

¿Quién era el inca al que Belgrano quería entronizar? Juan Bautista Túpac Amaru, el hermano menor de Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru II, asesinado junto a toda su familia en 1781, después de encabezar la mayor rebelión en contra de los españoles desde la llegada de Colón a América. La insurrección, a la que se plegaron también los mocovíes, pampas y chiriguanos, convocó a 100 mil personas a lo largo de 1.500 kilómetros, desde el Perú hasta las actuales provincias argentinas de Tucumán y Salta. El terror de los realistas llegó hasta Buenos Aires donde el fiscal del Virreinato, doctor Pacheco, lanzó una proclama en contra del levantamiento.

Mientras tanto, Túpac Amaru II proclamó la Independencia y la abolición de la esclavitud, de la encomienda y de la servidumbre de los indios, al tiempo que recorría los obrajes restituyendo la organización social del Ayllú inca, comunidad en la que se distribuía las riquezas y los cultivos. El 18 de mayo de 1781, los españoles lo desalojaron del poder y ordenaron su asesinato y el de toda su familia. Sólo Juan Bautista se salvó, pero fue enviado prisionero a Ceuta, una colonia española en el Africa.

Habían pasado 25 años desde entonces, y en 1816, en Tucumán, una de las provincias antes sublevadas, era razonable que se recordara aquel antecedente de Independencia, más que las jornadas de Mayo de 1810. Los generales José de San Martín y Martín Miguel de Güemes apoyaron la propuesta de Belgrano que contó, además con la aprobación del Congreso por aclamación, aunque por mayoría simple y no por los dos tercios de los votos como era necesario.

Muchos años después, en 1846, Tomás Manuel de Anchorena, diputado al Congreso por Buenos Aires, le contó en una carta a Juan Manuel de Rosas la reacción de los representantes porteños: “Nos quedamos atónitos por lo ridículo y extravagante de la idea, pero viendo que el general insistía en ella, sin embargo de varias observaciones que se le hicieron de pronto, aunque con medida, porque vimos brillar el contento de los diputados cuicos del Alto Perú, en los de su país asistentes a la barra y también en otros representantes de las provincias, tuvimos por entonces que callar y disimular el sumo desprecio con que mirábamos tal pensamiento, quedando al mismo tiempo admirados de que hubiese

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