Tarahumaras
Enviado por lolotoledo • 17 de Agosto de 2013 • 2.833 Palabras (12 Páginas) • 446 Visitas
Colegio Moderno Tepeyac
Tarahumaras
Alumnos: Alemán, Paola
García, Daniela
Sánchez Rosete, Gustavo
Maestra: Muñoz, Karla
Materia: Español
Grado y Grupo: 1°C
Introducción
La mayoría de los tarahumaras viven en la Sierra Tarahumara, ubicada en el noroeste de México, en el estado de Chihuahua. Es una región donde escasea el agua, de clima extremoso: encontramos profundas y calurosas barrancas, al igual que elevadas y frías cumbres. Pese a las prolongadas sequías, la Sierra se distingue por su inmensidad y su impactante belleza.
Los tarahumaras son reconocidos por su resistencia física. En su juego del rarajipa, los hombres corren muchos kilómetros atravesando el escarpado paisaje de las barrancas o los valles de la cumbre. Hay 54, 431 personas aproximadamente.
Tan reconocida resulta la dureza física de los rarámuri, que los hombres son
Invitados a los ultra maratones de 100 millas en Colorado y Los Ángeles, donde en
1993 Victoriano Churo alcanzó el primer lugar, hazaña que repitieron Juan Herrera
En 1994 y Cirildo Chacarito en 1997. Éstos son solamente algunos de los famosos corredores que prefieren correr descalzos o con sus aká, antes que usar tenis.
Clima: El clima de Chihuahua es muy diverso debido a la variedad geográfica de si territorio. En la montaña, la temperatura media es de 15° C, mientras que en la meseta es seco y extremoso.
Historia
En 1603 llegó el primer misionero de la Compañía de Jesús, el padre Joan Font. En
esa época, los tarahumaras vivían en Pie Monte, en lo que es ahora la porción oriental de la Sierra. Los “tarahumaras” eran uno de los varios grupos nativos de ese territorio; sin embargo, a pesar de que éstos no se pensaban a sí mismos como pertenecientes a un solo grupo cultural, los misioneros aplicaron el término tarahumara a todos los hablantes de las variantes de la lengua: a los guazapares, los chínipas, los témori o los guarijíos, entre otros.
Cuando llegaron los misioneros, los rarámuri vivían en ranchos distanciados unos
De otros. No había pueblos ni centros donde reunirse. Cultivaban maíz, frijol y calabaza, y practicaban la recolección silvestre. Además de la pesca, cazaban animales que hoy en día ya no existen o están en peligro de extinción. Para sus curaciones usaban la víbora de cascabel, el zorrillo, el oso, el lobo y el coyote. Estos tres últimos también servían como alimento. Recolectaban diversas clases de hongos y gran variedad de frutas y nueces.
En la segunda mitad del siglo XVII, la vida de los tarahumaras cambió radicalmente.
Fue un periodo de gran transformación, pues debieron relacionarse con culturas
Que nunca antes habían visto ni imaginaban que existían. No sólo con la cultura
de los españoles y, en general, de los europeos, sino también con la de africanos.
Los tarahumaras descubrieron, de forma repentina, que ya no eran los dueños
de su territorio y que, peor aún, su forma de vida “debía cambiar”. Ante esta situación tuvieron una respuesta violenta, por lo que los españoles los designaron como “indios de guerra”, “bárbaros”, “enemigos” o “depredadores”. El siglo XVII fue un periodo de enfrentamientos sangrientos. Junto con los pimas, los tarahumaras quemaron y destruyeron más de 20 misiones y visitas. También fue un siglo de fuertes migraciones por parte de los indígenas, quienes, al rechazar la violencia de las rebeliones, se refugiaron en zonas alejadas del conflicto, sobre todo al suroeste de la Sierra. Muchos indígenas murieron por epidemias o conflictos con los españoles y los sobrevivientes se unieron a otros pueblos indios.
Hacia finales del siglo XVII, los hablantes de tarahumara estaban concentrados en
el oeste de Chihuahua. A partir del siglo XVIII y hasta hoy día, los rarámuri escogieron la resistencia pasiva; algunos se subordinaron de manera aparente a las formas religiosas y de organización social que imponían los misioneros, y otros se fueron a regiones alejadas.
En la actualidad las fiestas de los rarámuri que viven cerca de las misiones tienen mucho más elementos católicos que las fiestas de quienes habitan en comunidades más alejadas de la influencia cristiana.
LOS ANTEPASADOS LES PRESTARON LA TIERRA
La cosmovisión rarámuri es de gran trascendencia para su autodefinición como cultura. El que no hace la fiesta no es rarámuri. Para serlo, hay que trabajar, porque la fiesta también es trabajo, es una manera de cumplir con sus antepasados y así mantener sus tradiciones. Para los rarámuri, la tierra es donde los pusieron los anayáwari (los “antepasados”); es prestada, razón por la cual hay que trabajarla y respetarla. Toda la naturaleza es digna de respeto y hay que tratarla con amor, con el mismo amor con el que los anayáwari cuidan a los rarámuri. Por eso, no hay que matar a un animal nada más porque sí: hay que sacrificarlo y ofrecerlo a los anayáwari, como en el caso del chivo. Sólo deben matarse a los animales que hacen daño: por ejemplo, las serpientes venenosas, los alacranes o los coyotes,
que se comen a las despavoridas gallinas.
En la Tarahumara existe una gran diversidad de recursos naturales; sin embargo, la
vegetación más común son los pinos: táscates y, en las orillas de los arroyos, encinos, chopos y álamos.
Para el rarámuri, sol y la luna son sus antepasados, y por lo tanto sus deidades. Para el rarámuri es muy importante cuidar sus arewá, término habitualmente traducido
al español como “alma”, aunque se acerca más al término de “fuerza”: la fuerza no son los músculos del cuerpo sino algo que da la vida; si no la tienes, te mueres. Así, el hombre posee tres de esas arewá y la mujer, cuatro. Según los rarámuri, la mujer es más fuerte que el hombre, porque es la que tiene hijos y trabaja mucho; por eso tiene más arewá.
El 52 por ciento de los hablantes del tarahumara viven en ranchos de menos de 100
personas. De todos los grupos indígenas del país, los rarámuri son los que viven de
manera más dispersa. Un conjunto de ranchos, entre dos y cinco, forman una comunidad; para llegar a la mayoría
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