Trabajo Derecho Romano
Enviado por agustina acosta • 31 de Octubre de 2018 • Ensayo • 472 Palabras (2 Páginas) • 149 Visitas
“Así se veía en el hogar a un dios bienhechor que conservaba la vida del hombre, a un dios rico que le sustentaba con sus dones, a un dios fuerte que protegía la casa y la familia.” Pág. 41; libro I, capítulo III.
Las antiguas generaciones de los romanos creían que la muerte no significaba un fin; creían en una existencia posterior a la muerte. Un “simple cambio de vida” que continuaba bajo tierra. En esta segunda “vida”, el alma permanecía unida al cuerpo. Por eso, se lo sepultaba con sus pertenencias y objetos que pudiera necesitar; se le daba vino y alimentos para calmar su hambre. Por lo tanto, era muy importante para ellos los ritos de las sepulturas. No bastaba con el enterramiento del cuerpo, era necesario celebrar los ritos tradicionales y pronunciar las fórmulas. Aquellas almas que no hubiesen tenido sepultura, se creía, quedaban errantes y, en su desgracia, se dedicaban a atormentar a los vivos. De esta manera, los romanos temían no ser sepultados más que a la muerte. Estas creencias fueron creciendo y rigiendo su sociedad, siendo esta su mayor institución.
Los muertos comenzaron a ser considerados como seres sagrados que merecían la veneración del hombre, como una divinidad. Cada muerto era un dios. Los romanos les daban nombre de dioses manes. Sin embargo, la felicidad de estos dioses dependía de que los vivos les llevaran las ofrendas de forma regular. Si esto fuera a parar, estas almas pacíficas salían de su morada y se convertían en almas errantes que atormentaba a los vivos, enviándoles enfermedades o destruyendo sus cosechas. Se los podía escuchar gemir por las noches y no dejaban de castigarlos hasta que retomaran las ofrendas. De esta misma manera, al dios que se lo venera se vuelve un dios protector.
Los romanos debían, en sus casas, mantener siempre encendido un fuego “sagrado” en un altar. Este ardía constantemente, día y noche, y solo era apagado cuando la familia se extinguía. Esto formaba parte de una obligación sagrada de la religión, y requería que se alimentara este fuego con ciertos tipos de madera para mantenerlo puro. Solo un día al año tenían permitido apagarlo y encender otro en el acto.
Estas reglas prueban que los romanos veían este fuego como algo divino, por eso lo adoraban y ofrecían ofrendas para agradar a los dioses manes. De esta manera pedían protección, salud, riqueza y felicidad.
En conclusión, ellos tenían dentro de la familia a un dios que los protegía, guiaba y les proveía siempre y cuando los vivos continuaran venerándolos y proveyéndoles las ofrendas. Cada dios era un ancestro, es decir que cada familia romana tenía dioses distintos y ritos distintos. Esta religión era muy privada, nadie fuera de la familia podía presenciar estos ritos, ni ver el fuego sagrado.
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