ANTOLOGÍA DE CUENTOS
Enviado por ROSYVEGA • 19 de Febrero de 2012 • 10.292 Palabras (42 Páginas) • 1.705 Visitas
Introducción……………………………………………………………………….. 3
El Almohadón de Plumas. Horacio Quiroga (1878-1937)…………………… 4
Una estación de amor. Horacio Quiroga (1878-1937)………………………. 8
El demonio de lo Perverso. Edgar Allan Poe (1809-1849)………………… 22
Un descenso al Maelström. Edgar Allan Poe (1809-1849)……………….... 27
Historia de un muerto, contada por él mismo. Alejandro Dumas (1802-1870)………………………………………………………………………………… 40
La Sirena del Rin. Alejandro Dumas (1802-1870)…………………………… 53
La novia del ahorcado. Charles Dickens (1812-1870)……………………… 61
Historia de los duendes que secuestraron a un sepulturero. Charles Dickens (1812-1870)…………………………………………………………….. 75
Un fantasma provechoso. Daniel Defoe (1659-1731)……………………… 83
El diablo y el relojero. Daniel Defoe (1659-1731)…………………………… 85
Conclusión………………………………………………………………………… 87
Glosario…………………………………………………………………………… 88
Bibliografía…………………………………………………………………………. 90
INTRODUCCION
El cuento es un relato breve real o imaginario con una trama sencilla, cuya composición se basa en un tema central que se desarrolla en torno a un personaje principal.
Hay diferentes tipos de personajes del cuentos como: fantásticos, policiacos, ficción realista, ciencia ficción, etc.
TIPOS DE CUENTOS
Narrativo: está construido a partir de una sucesión de hechos. Se sostiene por la trama, a diferencia de la poesía.
Ficción: aunque en algunos casos puede basarse en hechos reales o ser una ficción de un marcado realismo, un cuento debe, para funcionar, recortarse de la realidad.
Argumental: tiene una estructura de hechos entrelazados (acción – consecuencias) en un formato de: introducción – nudo – desenlace.
Estructura centrípeta: todos los elementos que se mencionan en la narración del cuento están relacionados y funcionan como indicios del argumento.
Un sólo personaje principal: aunque puede haber otros personajes, la historia hablará de uno en particular, que es a quien le ocurren los hechos.
Brevedad: por y para cumplir con todas las demás características, el cuento es necesariamente breve.
A continuación se presentan una serie de cuentos fantásticos de algunos de los principales cuentistas del mundo.
El Almohadón de Plumas.
Horacio Quiroga.
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses (se habían casado en abril) vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.
Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
-¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano
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