CUENTOS UNFANTILES
Enviado por CLAUDIARIFFO • 17 de Septiembre de 2012 • 2.644 Palabras (11 Páginas) • 570 Visitas
CUENTOS INFANTILES Del libro "Las cosas nuestras de cada día" de Charles Panati
Cuentos de hadas (siglo XVI, Italia y Francia)
Violaciones, malos tratos y abandono de niños son temas esenciales en muchos de nuestros cuentos de hadas más queridos..., tal como se concibieron inicialmente.
La versión original de “La Bella durmiente” no tiene un final feliz. Una vez la princesa es despertada con un beso, comienzan los verdaderos problemas para la joven. Violada, abandonada y sus hijos ilegítimos se ven amenazados por el canibalismo.
En la versión auténtica de “Caperucita roja”, el lobo aún no ha terminado de digerir a la abuela cuando se abalanza sobre Caperucita, a la que descuartiza. Muchos artistas de la época, creyendo que dos muertes violentas eran demasiado para los chiquillos, se negaron a ilustrar el cuento. Para que éste resultara más aceptable, un ilustrador introdujo la figura de un cazador que, en el último instante, mata al lobo, salvando al menos a Caperucita.
En el siglo actual numerosos críticos siguen sosteniendo que muchos cuentos de hadas, y también cancioncillas infantiles, que se leen a los niños, y repiten ellos, son esencialmente desagradables. Sus argumentos versan sobre locura, embriaguez, mutilación de personas y animales, robos, graves delitos y casos de flagrante discriminación racial. Estas historias contienen todos estos elementos si se relatan en sus versiones originales.
¿Por qué los creadores de estos cuentos infantiles trabajaron temas tan inmorales e inhumanos?
Una respuesta podría ser que desde el siglo XVII hasta principios del XIX, los niños fueron considerados como adultos en miniatura. Las familias vivían apiñadas en barrios míseros, y los niños se acostaban tarde como los adultos, oían y repetían las palabras más soeces, y no se les ocultaban las actividades sexuales de sus mayores.
A muy temprana edad, los chiquillos veían lo que era la embriaguez y bebían, y puesto que los castigos en público, como azotes, ahorcamientos, descuartizamientos y prisión en masa, constituían en las ciudades unos espectáculos, a los que asistía gente de toda edad, la violencia, las crueldades y la muerte no les resultaban extrañas a los niños. La vida era dura.
Los cuentos de hadas mezclaban maravillosas fantasías con esa cruda realidad, y someter a los niños a esta combinación parecía entonces perfectamente natural y en absoluto nociva.
Charles Perrault es uno de los autores que más ha contribuido a inmortalizar nuestros cuentos de hadas predilectos. Sin embargo, Perrault no dio origen a todos ellos, muchos de sus cuentos ya existían en la tradición oral, y algunos se habían recogido por escrito.
“La bella durmiente del bosque”, “Cenicienta” y “Caperucita roja” sólo son tres de las historias escritas por este francés del siglo XVII, joven rebelde que, expulsado de la escuela, fracasó en varias profesiones y finalmente se dedicó a los cuentos de hadas, cuando estas narraciones se hicieron populares en la corte del rey Luis XIV.
Charles Perrault nació en París en 1628. Quinto y último hijo de un autor distinguido y miembro del Parlamento, su madre le enseñó a leer a muy temprana edad. Por la noche, después de cenar, había de repetir ante su padre, y en latín, todas las lecciones aprendidas durante el día. En su adolescencia, Perrault se rebeló contra esta rigidez pedagógica, abandonó el aprendizaje sistemático y siguió estudios de diversas materias, de acuerdo con su talante y sus inclinaciones. Con ello adquirió conocimientos de numerosos temas, en ninguno de los cuales llegó a profundizar verdaderamente. En 1651, para obtener un título que le permitiera practicar el Derecho, sobornó a sus examinadores y adquirió las credenciales académicas.
La abogacía no tardó en aburrir a Perrault. Se casó y tuvo cuatro hijos y el mismo número de cargos en la administración gubernamental. Descontento también con su trabajo como funcionario público, se dedicó finalmente a escribir los cuentos de hadas que narraba a sus hijos. Charles Perrault había encontrado por fin su vocación.
En 1697, se publicó en París su memorable libro “Cuentos de otros tiempos”. Contenía ocho narraciones que consiguieron un renombre mundial que todavía conservan. Sus títulos eran los siguientes: “La bella durmiente del bosque”, “Caperucita roja”, “Barba azul”, “El gato con botas”, “Diamantes y sapos”, “La Cenicienta o la zapatilla de cristal” y “Pulgarcito”. El octavo cuento, acaso no tan famoso, “Riquet el del copete”, era la historia del idilio de un príncipe deforme con una princesa hermosa pero boba.
Los lectores modernos, no familiarizados con las versiones originales de los cuentos recopilados por Perrault y por otros, pueden juzgarlos inquietantes, y es comprensible. Solo basta con leer las versiones originales de ellos.
CAPERUCITA ROJA (1697, Francia)
Este cuento es uno de los más breves y también de los más famosos de Perrault. Los historiadores no han encontrado de él una versión anterior. Tanto la abuela como Caperucita son devoradas. El lobo, tras haberse comido a la abuela, inicia con Caperucita lo que, según aseguran los folkloristas, es una de las más famosas y brillantes secuencias de preguntas y respuestas en toda la literatura infantil.
Charles Dickens confesaba que Caperucita fue su primer amor, y que cuando era niño anhelaba casarse con ella. Más tarde escribió que deploraba amargamente “la crueldad y el talante traicionero de aquel lobo hipócrita que devoró a la abuela de la niña sin que ello mitigara en absoluto su apetito, y después se comió a Caperucita tras haberle gastado una broma feroz respecto a sus dientes”.
De hecho, varios escritores objetaron contra el terrible final del cuento de Perrault y aportaron el suyo propio. En una popular versión británica de 1840, Caperucita, a punto de verse atacada por el lobo, empieza a gritar, y “su padre y otros leñadores acudieron corriendo; al ver al lobo, lo mataron en el acto”.
Durante el mismo período, los niños franceses escuchaban un final distinto. El lobo se dispone a abalanzarse sobre Caperucita, cuando entra por la ventana una avispa y le pica en el hocico. Los alaridos de dolor del lobo alertan a un cazador que pasaba por allí, el cual dispara una flecha “que atravesó la oreja del lobo y lo mató en el acto”.
Tal vez la más siniestra de todas las versiones surgió en Inglaterra a fines del siglo XIX. Este cuento popular termina con el lobo reuniendo la sangre de la abuela en botellas, con las que después invita a beber a la confiada Caperucita. Es interesante señalar que, si bien todas las revisiones
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