China Poblana
Enviado por bel_n • 27 de Noviembre de 2013 • 2.130 Palabras (9 Páginas) • 411 Visitas
La indumentaria de la china poblana es atribuida a Catarina de San Juan, aunque es bien cierto que incorpora elementos de las diversas culturas que se mezclaron en la Nueva España durante tres siglos de dominio español.
Según descripciones del siglo XIX, época en que fueron muy populares en varias ciudades del centro y sureste de México; el atuendo de la china estaba compuesto por las siguientes prendas:
• Una camisa blanca, con labores de deshilado y bordado de seda y chaquira con motivos geométricos y florales en colores vivos. La camisa era lo suficientemente escotada para dejar ver una parte de su cuello y de su pecho,3 lo cual no dejaba de escandalizar a las damas de buen tono de la sociedad decimonónica mexicana.
• Una falda llamada castor, que tomó su nombre de la tela con que era hecha. Según algunas opiniones, el castor era empleado por las patronas de las casas ricas para la confección de las enaguas de sus criadas indígenas.4 El castor era trabajado con lentejuelas y camarones que formaban dibujos geométricos y florales.5 Los grupos de danza folclórica han popularizado una versión que lleva bordado en lentejuelas, chaquiras y canutillos el Escudo Nacional de México.
• Unos porabajos blancos, con las puntas enchiladas,6 es decir, con el borde inferior orlado por un encaje de motivos zigzagueantes. Los porabajos de una china poblana asomaban bajo su castor, y debían servir como una especie de trampa de luz para que el cuerpo de la mujer ataviada de china no se adivinara a contraluz.
• Una banda que servía para sujetar el castor y los porabajos a la cintura de la mujer que lo portaba. La banda podía o no estar trabajada con labores de bordado, o bien, ser tejida en técnica de brocado.
• Un rebozo, que lo mismo podía ser de seda cuando más fino o de bolita, en el mayor de los casos. El rebozo es una prenda muy común en México, aun en la actualidad. Lo usan las mujeres para cubrirse del frío, pero también era empleado para cargar bebés o cualquier otra cosa cuyo tamaño y peso hicieran difícil llevarlo entre las manos. El rebozo de bolita, que era el más comúnmente empleado por las chinas, era tejido con hilos de color azul y blanco, y tuvo como cuna el poblado otomí de Santa María del Río (San Luis Potosí).7
• En algunas ocasiones, la china solía llevar una mascada de seda que mal le cubría lo que el escote de la camisa dejaba asomar. De estas mascadas, José María Rivera escribió que ésas regularmente vienen a casa los domigos para volver los lunes o martes al empeño.8
• Como calzado, Manuel Payno señalaba que a pesar de sus carencias financieras, una china no dejaba de usar zapatos de raso bordados con hilos de seda.9 Este tipo de calzado aparece en algunos textos mexicanos del siglo XIX como un indicador de que quien los portaba era una mujer alegre.10 Además, la china complementaba el atuendo con abalorios y joyas que adornaban sus orejas, el descubierto pecho, y las manos.
Todo estereotipo es un personaje cargado de fuertes tintes que indican que una persona que pertenece a determinada clase, debe sostener un comportamiento definido. La china no es la excepción. Como lo han observado algunos autores para las mujeres mexicanas en general,12 en la cultura mexicana no hay lugar para una mujer que no sea una santa o una prostituta.13 Pero en el caso de las chinas, es necesario señalar que su fama oscilaba entre un valor positivo y otro negativo, y en algunos casos, era la encarnación de la buena y la mala mujer, dependiendo de aquel que se expresara de ella.
Si en algo coinciden la mayoría de las descripciones hechas de ellas en el siglo XIX es en que se trataba de mujeres muy hermosas, cuyos vestidos resultaban demasiado atrevidos para la época. Se puede entender que por belleza, el público masculino de las chinas entendía su tez morena, su cuerpo y cara que eran llenitos, pero no demasiado gordos, pero sobre todo que, a diferencia de las mujeres de estratos superiores de la población como las currutacas o las coquetas, las chinas rara vez hacían uso de artificios para resaltar su belleza. Rivera señalaba que si una china hubiese visto un corsé, habría pensado que fue uno de los artefactos que sirvió para dar tormento a Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes; y que su cara no era ningún género de la confitería francesa, en alusión a las bellezas del buen tono a quienes habría que lavarles la cara para ver si no se desteñían:
Todo estereotipo es un personaje cargado de fuertes tintes que indican que una persona que pertenece a determinada clase, debe sostener un comportamiento definido. La china no es la excepción. Como lo han observado algunos autores para las mujeres mexicanas en general,12 en la cultura mexicana no hay lugar para una mujer que no sea una santa o una prostituta.13 Pero en el caso de las chinas, es necesario señalar que su fama oscilaba entre un valor positivo y otro negativo, y en algunos casos, era la encarnación de la buena y la mala mujer, dependiendo de aquel que se expresara de ella.
Si en algo coinciden la mayoría de las descripciones hechas de ellas en el siglo XIX es en que se trataba de mujeres muy hermosas, cuyos vestidos resultaban demasiado atrevidos para la época. Se puede entender que por belleza, el público masculino de las chinas entendía su tez morena, su cuerpo y cara que eran llenitos, pero no demasiado gordos, pero sobre todo que, a diferencia de las mujeres de estratos superiores de la población como las currutacas o las coquetas, las chinas rara vez hacían uso de artificios para resaltar su belleza. Rivera señalaba que si una china hubiese visto un corsé, habría pensado que fue uno de los artefactos que sirvió para dar tormento a Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes; y que su cara no era ningún género de la confitería francesa, en alusión a las bellezas del buen tono a quienes habría que lavarles la cara para ver si no se desteñían:
En ese sentido, el vestuario de la china era considerado como demasiado provocativo. Constantemente, cronistas mexicanos y extranjeros que conocieron a estos personajes en la primera mitad del siglo XIX llaman la atención a la forma en que la indumentaria de las mujeres del pueblo resaltaban sus formas femeninas, o eran un adecuado marco para todas las gracias que se atribuían
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