Como es la Muerte y vida de las grandes ciudades
Enviado por cendrix • 20 de Febrero de 2016 • Resumen • 13.354 Palabras (54 Páginas) • 174 Visitas
Usos de las aceras: seguridad
Las calles de las ciudades sirven para muchas además de soportar el paso de vehículos; y las aceras de las ciudades tienen otros usos además de soportar el caminar de los peatones de hecho tienen relación con la circulación, aunque no se identifican con esta, y son tan importantes como la circulación para el buen funcionamiento de las ciudades. Por si sola, una acera urbana no es nada sólo tiene significado en relación con los edificios y otros servicios ligados a ella pasa lo mismo en las calles en el sentido de que sirven para algo más que para soportar el tráfico rodado. Cuando la gente dice que una ciudad o que una parte es peligrosa, quiere decir que no se siente segura en sus aceras. Las aceras y sus usuarios son partícipes activos en el drama de la civilización contra la inseguridad que se desarrolla en las ciudades. Las grandes capitales no son sólo ciudades muy grandes; tampoco son arrabales muy densos. Se diferencian de las ciudades y de los arrabales en aspectos esenciales, por ejemplo, las ciudades están llenas de personas extrañas, en las grandes capitales hay más personas extrañas que conocidas. Un distrito urbano tiene como condición que cualquier persona pueda sentirse personalmente segura en la calle, es necesario que no tenga la impresión de que está amenazada si fracasa en este punto irá mal en todos los demás y será una fuente inagotable de dificultades. Si queremos conservar una sociedad urbana cualquiera capaz de diagnosticar sus males y de evitarse problemas sociales graves, lo que debe de hacerse es fortalecer todo tipo de fuerzas capaces de mantener la seguridad y la civilización a niveles aceptables: construir barrios, ciudades satélite o grupos que son como un traje a la medida para el surgimiento de la criminalidad es algo totalmente estúpido.
En algunas áreas urbanas el mantenimiento de la ley y el orden en las aceras corre por cuenta de la policía y guardias especiales, ningún contingente de policía puede llevar una pizca de civilización allí donde se ha quebrado la estructura de base que hace posible en sus formas más elementales y normales, el problema de la inseguridad no puede resolverse, poniendo las características de una capital por las de las barriadas suburbiales de tipo residencial si esto fuera una solución, entonces por ejemplo. Los Ángeles sería una capital segura, ya que es casi por entero un enorme distrito suburbial residencial y sin embargo no puede esconder que es una ciudad compuesta de personas que se desconocen entre sí, y no todas ellas son precisamente buenas y sus cifras de criminalidad son imponentes. Desconcentrar o dispersar las aglomeraciones humanas, sobre una gran extensión no produce necesariamente una mayor seguridad y un menor temor al crimen.
Esto es válido también para otras ciudades, donde hay infinidad de barriadas periféricas, pseudo-zonas residenciales, arrabales antiquísimos especialmente aptos para la violación, el atraco, la agresión personal, el rapto y otros crímenes por el estilo. Una calle muy frecuentada es igualmente una calle segura, una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura ¿Pero a que se debe? ¿Y, por qué unas calles son más frecuentadas que otras? ¿A qué se debe el que una calle esté durante unas horas totalmente abarrotada de público y, de repente, se quede totalmente vacía? Una calle hecha para convivir con extraños y que aspire a gozar de un determinado nivel de seguridad, ha de reunir estas tres condiciones: En primer lugar, debe haber una demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado.
En aglomeraciones de menores dimensiones parece haber un cierto control implícito sobre el comportamiento del público, este funciona con mayor o menor éxito a través de toda una compleja red cuyos elementos son: la reputación, el prestigio, la aprobación o desaprobación y la sanción del público; estos elementos son de gran eficacia si los vecinos se conocen y se comunican mediante la palabra. Las ciudades que han conseguido resolver este problema son una auténtica maravilla es inútil intentar eludir la cuestión de la inseguridad en las calles recurriendo a los patios de recreo interiores y protegidos, las calles de una capital son las encargadas de soportar el tránsito de las personas extrañas a la vecindad, ya que esos extraños han de pasar necesariamente por ellas. En principio, nuestros objetivos a este respecto son bien sencillos: proteger las calles donde el espacio sea inequívocamente público, y no mezclado físicamente con espacios privados ni con cualquier otra cosa, de forma que la zona necesitada de vigilancia tenga unos límites claros y practicables; así mismo, ver la manera de que estas calles y espacios públicos tengan unos ojos que a ser posible los estén mirando continuamente. El requisito básico de esta vigilancia es que haya una buena cantidad de tiendas y otros establecimientos públicos de trecho en trecho, a lo largo de las aceras de un distrito; especialmente, aquellos establecimientos utilizados con preferencia por la tarde y por la noche. En primer lugar, son buenas razones para que tanto los vecinos como los extraños usen las aceras en las que están situados esos establecimientos. En segundo lugar, dichos establecimientos arrastran a otras personas a caminar por aceras donde no hay sitios que atraigan al público particularmente. Tercero, los tenderos y otros pequeños negociantes son característicamente sólidos defensores de la paz y el orden por interés propio; estas personas odian las ventanas rotas y los asaltos; es comprensible que no les guste nada ver a sus clientes nerviosos e intranquilos por su seguridad. Cuarto, no se ha de perder de vista que las personas que vagan por la calle sin rumbo fijo o las que van a algún sitio concreto a comer o a beber dan lugar a una actividad que en definitiva constituye una atracción para otras personas.
Para explicar el transtornador efecto que produce la presencia de extraños en las calles de las áreas tristes y grises, me referiré en primer lugar, con una clara intención de analogía, a las peculiaridades de otro y muy significativo tipo de calle: los corredores de los inmuebles de viviendas, corredores típicos de la Ciudad Radiante y construidos a diversas alturas. En cierto sentido, los corredores y ascensores de estos inmuebles son también calles. Son calles empotradas en el firmamento a fin de eliminar las calles a nivel del suelo; su finalidad es dejar espacios libres y desiertos donde puedan instalarse parques y alamedas semejantes a la de Washington Houses (en la que robaron el árbol de Navidad). Esos corredores son naturalmente partes interiores de los edificios, y también calles, en el sentido de que son lugar de paso obligado para los vecinos, la mayoría de los cuales no se conocen y tampoco saben quién es y quién no es vecino. Pero también son calles en el sentido de que son accesibles al público en general. Los proyectistas las diseñaron pensando que en las viviendas habrían de residir personas deseosas de habitar apartamentos-imitación para clases altas, pero sin dinero en efectivo suficiente para pagar apartamentos auténticos de clases altas, es decir, con porteros y ascensoristas. Cualquier persona puede entrar en estos inmuebles sin que nadie le pregunte absolutamente nada, utilizar los accesos al ascensor y las aceras, es decir los corredores. Aunque, como digo, estas calles interiores son plenamente accesibles al público en general, están en cambio totalmente cerradas a la vista de algún público en particular, careciendo por consiguiente de los autocontroles e inhibiciones normales en las calles de la ciudad, supervisadas por ojos humanos.
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