De los versos a los golpes
Enviado por rodrigoschuv • 2 de Agosto de 2013 • 1.706 Palabras (7 Páginas) • 286 Visitas
De los versos a los golpes
El (mal) trato del hombre hacia la mujer
Roger Castro
Cierta vez leí en un diario una frase de alguien que decía algo así como “en tanto
que la mujer llega a ser igual al hombre, se vuelve superior a él”, creo que era a propósito
de que en nuestro país estuviera tomando tanta relevancia el que existiera la posibilidad de
que una mujer fuera presidenta por primera vez en la historia y junto con ello comenzaron a
salir al debate público discusiones sobre las capacidades que tenían las mujeres para ejercer
ciertas prácticas que hasta entonces habían estado reservadas de manera exclusiva para los
hombres. Entonces pensé que tenían razón, porque tenía la sensación de que las mujeres no
estaban conformes con ser mujeres, que no comprendían que había en la sociedad papeles
que debían desempeñar por fuerza los hombres y otros las mujeres. Era como si estuvieran
empeñadas en hacer todo lo que un hombre pudiera realizar simplemente para demostrar
que eran capaces de hacerlo.
Y cuando uno lee algo de la literatura de comienzos del siglo XX se da cuenta de
que parece que desde hace mucho tiempo hemos creído ser conscientes de la frase que leí
en el diario. Digo esto porque siempre se le han negado las posibilidades a la mujer de vivir
en la sociedad de manera similar a la del hombre. Desde tiempos remotos se puede observar
la superioridad que el hombre ha ejercido sobre la mujer como si tuviéramos miedo de que
ella se vuelva superior a nosotros.
Es que parece que sólo los poetas obsequiaron a la mujer algo que no fueran golpes
o al menos una serie de malos ratos. Porque en la realidad pocos trataban de manera dulce a
una mujer. Pocos se atrevían a reconocer algo bello en la mujer. Pocos entregaban a la
mujer el respeto que le corresponde. Pocos como Carlos Pezoa Veliz cuando dice en Carta
a una Dama:
¿Por qué escuchar en complaciente calma
La grosera palabra intencionada
Vos sois materia, pero sois más alma
¡y el alma es una planta delicada!
No sois mujer ni creación divina.
Nacisteis en el límite preciso
En que principia el ánjel y termina
La frívola mujer del paraíso.
También declara el poeta en Noctámbula:
¡De allá…! ¿De dónde son esos destellos?
¿Y de dónde esas luz que en tu alma asilas?
¡Son pedazos de aurora tus cabellos
Y fragmentos de ensueño tus pupilas?
De todos modos se considera a la mujer como algo frágil y por cierto más débil que
el hombre.
Para Engels la primera lucha de clases fue la del hombre contra la mujer; al ser el
hombre quien ganara esa lucha se impuso sobre ella y de esa manera se siguió organizando
la sociedad en el futuro. Desde entonces el hombre ha sido quien tome las decisiones dentro
del núcleo familiar y como la sociedad es el reflejo de lo que sucede al interior de la
familia, en ella se repite el mismo fenómeno.
Entonces como el hombre es el que manda nadie le pide cuentas de sus actos. Todo
lo que hace lo hace porque es hombre y tiene derecho a hacerlo. No se juzga si tiene más de
una pareja, si golpea a su mujer o si la abandona por cualquier razón. Ni que decir si abusa
de ella y luego no se hace cargo del fruto de ese abuso; nadie discutiría que fue ella la
culpable, que lo sedujo y que como la carne es débil él tenía que responder.
Marcelo Neira Navarro habla de lo común que era castigar a las mujeres porque
desde “las sociedades preindustriales, en general, dominó la idea de que la mujer era
inferior al hombre. Esta inferioridad explica la muy difundida creencia en la época acerca
de la debilidad de la mujer y fundamenta también la sujeción a la que debía ser sometida”1.
Del artículo se concluye claramente que las mujeres aceptaron diversos tipos de castigos y
que solo reclamaron a las autoridades cuando éstos fueron extremadamente graves y
prácticamente cuando se vio en riesgo su vida.
1 Neira Navarro, M Castigo Femenino en Chile Durante la Primera Mitad Del Siglo XIX. Instituto de Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile. Historia No 37, Vol. II, julio-diciembre 2004: 367-390
Si es cierto que en nuestra actual sociedad razonamientos como éstos son menos
frecuentes (y digo que sólo “menos frecuentes” porque no han desaparecido completamente
y parece que están lejos de hacerlo) a pesar de que se piensa que la mentalidad ha ido
evolucionando para mejor, entonces no es difícil imaginarse que a comienzos del siglo
pasado la situación de la mujer fuera una tremenda desventaja frente al hombre. Veamos
como se refleja esto en la literatura de la época.
En Alsino vemos a la abuela de éste que acaba sola y abandonada. Y cuando el
joven vuelve a su casa es sólo para verla morir acompañada de su soledad. Cuando la
encuentra luego de conversar con la anciana ella se queja “–¡Alsino ¿Para qué engañarme?
Poli, ¡bandido de tu hermano!, me abandonó. ¿Y tus padres? ¿Sabes tú dónde están? Sola,
enferma, meses aquí en cama… Si no hubiese sido por mi vecina–”.
En Vidas Mínimas de José Santos González Vera el autor cuenta sus vivencias en un
conventillo, muy populares, por lo demás, en la época. Aquí confluían una serie situaciones
protagonizadas por diversos individuos,
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