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El Flautista De Hamelin


Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  1.599 Palabras (7 Páginas)  •  267 Visitas

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El flautista de Hamelin

Personajes:

Alcalde

Flautista

Niño 1

Consejero 1

Consejero 2

Ciudadano 1

Ciudadano 2

Ciudadano 3

Ciudadano 4

Ciudadano 5

Ciudadano 6

(Se ve un pueblo, gente gritando por todos lados y niños haciendo desorden)

Narrador: Ciudades como Hamelín podían encontrarse a miles en el mundo. Ocupaba el centro de un amplio valle rodeado de colinas. Sus habitantes eran agricultores en su mayoría, y vivían humildemente. Durante siglos, nada había turbado la paz del lugar… hasta que surgieron los ratones.

Tales roedores podían contarse en Hamelín por miles, cientos de miles, acaso millones, e invadían los más apartados rincones de la ciudad. Solían comer a todas horas, por eso la emprendieron con cuantos alimentos encontraban. Almacenes, sótanos, despensas y tiendas de todo tipo, fueron por tan terrible plaga. Incluso los silos donde se almacenaban el grano procedente de las cosechas fueron devastados por los voraces ratones. Aquello significado la ruina completa, el hambre para muchos meses.

Ciudadano 1: : (gritando protestantes) ¡Han terminado con los jamones y quesos que guardaba en el trastero! – se quejaba el vecino.

Ciudadano 2: (gritando protestantes) ¡Y también con la cosecha de grano que llenaba mi silo! – se lamentó otro.

Ciudadano 1: (gritando protestantes) ¡No podemos seguir así ni un día más!

Ciudadano 3: (gritando protestantes) ¡Tienes razón! ¡Hay que hacer algo!

Telon

(Se ve gente entre calles y plazas gritando y persiguiendo a las ratas con palos, escobas y demás)

Narrador: Al principio, los lugareños se dieron a la difícil tarea de cazar a los ratones uno por uno. Empleaban para ello escobas, garrotes, palos y toda suerte de objetos contundentes. Era pintoresco verles correr tras los roedores por calles y plazas, dando más estacazos al empedrado que a sus amigos.

Después, viendo que los resultados eran mínimos, echaron mano de ratones provistos de cepo.

Ciudadano 4: (gritando protestantes) Y a todo esto, ¿Qué hacen el Alcalde y los Concejales para solucionar al problema? Ciudadano 5:¡Nada, como siempre!

Ciudadano 6: (gritando protestantes) ¡Son unos perfectos inútiles!

Ciudadano 2: ¡Y encima nos doblan a impuestos!

Ciudadano 1: (gritando protestantes) ¡Pues es el momento de pedirles cuentas!

Ciudadano 3: (gritando protestantes) ¡Al Ayuntamiento se ha dicho!

Todos los Ciudadanos: ¡Al Ayuntamiento!

Telon

(Se ve el ayuntamiento y mucha gente)

Narrador: En breves instantes, la Plaza Mayor quedó abarrotada por una multitud indignada y vociferante.

Ciudadano 6: (gritando protestantes) ¡Salga, señor Alcalde! ¡Le estamos esperando!

Ciudadano 4: (gritando protestantes) ¡Habrá fraguado algún plan, digo yo!

Ciudadano 3: (gritando protestantes) ¿Fraguar planes ese borrico? ¡Mucho me extrañaría!

(Entra el alcalde)

Alcalde:¿Qué podemos hacer para arreglar esto?

Consejero 1: Subir los impuestos para fabricar un millón de ratoneras. Así no escapará ni un solo ratón.

Alcalde: ¡Animal! Los ciudadanos están arruinados y nos echarían a palos de Hamelín.

Consejero 2: (pensando) mmm… Publicar un bando ofrecimiento una gran recompensa a quien nos libere para siempre de los ratones

Alcalde: ¡Hombre, eso está mucho mejor!

Narrador: Así se hizo. En todas las esquinas de Hamelín, incluso en las encrucijadas de los caminos que conducían a la ciudad, aparecieron los anuncios que contenían el suculento reclamo.

Ese mismo día, un caballero alto como un ciprés fue de esquina releyendo el edicto de marras.

Era extranjero, a no dudar, vestía de rojo, y llevaba una flauta en la mano.

Flautista: (susurrando) ¿Es cierto que ofrecen una recompensa a quien libre a esta ciudad de los ratones?

Alcalde: ¡Como lo oye! ¿Por qué

Flautista: Yo puedo conseguirlo.

Alcalde: ¿Usted? ¡A ver, explíquese! – gritó el Alcalde, interesado.

Flautista: Nada tengo que explicar. Digo que saco los ratones para siempre de Hamelín, y con eso basta.

Alcalde: (sorprendido) ¡Caramba con el señor! – protestó el Alcalde.

Flutista: ¿Cuál es la recompensa? – abrevió el otro.

Alcalde: (sacando una bolsa y mostrandola) Esta bolsa llena de oro ¡Mire, mire dentro! Si cumple lo que promete, es suya.

Flautista: ¡Trato hecho!

Telon

(Entra el flautista a la plaza mayor y empieza a tocar)

Narrador: De pie, solitario en el centro de la Plaza Mayor, quedó el forastero. Con parsimonia, se llevó la flauta a los labios, e inició los compases de una extraña melodía.

Al influjo de sus alegres notas, los ratones comenzaron a salir de todos los agujeros en racimos cada vez mayores, descuidados de todo riesgo, como hechizados por aquella música nunca oída.

El flautista caminó hacia el exterior de la ciudad, un cortejo millonario en ratones le siguió dócilmente, siempre bajo el dominio de los bellísimos sones. El mago volvía la cabeza de vez en cuando como para ratificar el éxito previsto, en presencia de unos ciudadanos atónitos por código.

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