El Principe
Enviado por ibar2536 • 3 de Diciembre de 2012 • 1.251 Palabras (6 Páginas) • 379 Visitas
Capítulo XIX
DE LA MANERA COMOSE HA DE EVITAR EL ODIO Y EL DESPRECIO
Un príncipe debe temer dos cosas: en el interior, que se le subleven los súbditos; en el exterior, que lo ataquen las potencias extranjeras. Los estados bien organizados y los príncipes sabios siempre han procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo.
Un príncipe debe estimar a los nobles pero sin hacerse odiar por el pueblo, cuando el príncipe no puede ser evitado odiado por una de las dos partes, debe inclinarse hacia el grupo más numeroso, y cuando esto no es posible, inclinarse hacia el más fuerte.
Capítulo XX
SI LAS FORTALEZAS, Y MUCHAS OTRAS COSAS QUE DIARIAMENTE HACEN LOS PRINCIPES SON UTILES O INUTILES.
Las armas del pueblo se convierten en las del príncipe y los que recelan se hicieron felices, los fieles continúan siéndolo y los súbditos se hagan partidarios.
Hay quienes afirman que un príncipe hábil debe fomentar con astucia ciertas resistencias para que al aplastarlas se acreciente su gloria.
Elogiare tanto a quien construya fortalezas, como a quien no las construya, pero censuraré todo el que, confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el pueblo.
Capítulo XXI
DE LO QUE DEBE HACER EL PRINCIPE PARA SER ESTIMADO.
Nada hace tan estimable a un príncipe como las grandes empresas y el ejemplo de raras virtudes.
En beneficio del príncipe el hallar medidas sorprendentes a lo que se refiere a la administración, el príncipe debe ingeniarse por parecer grande e ilustre en cada uno de sus actos, cuando el príncipe se declara valiente por una de las partes, se triunfa aquella a la que se une, aunque sea poderosa y él quede a su discreción, estarán unidos por un vínculo de reconocimiento y afecto; y los hombres nunca son tan malvados que, dando una prueba de tamaña ingratitud, lo sojuzguen; un príncipe nunca debe aliarse con otro más poderoso para atacar a terceros sino de acuerdo con lo dicho, cuando las circunstancias lo obligan porque si venciera en su poder, y los príncipes deben hacer lo posible por no quedar a disposición de otros.
El príncipe se mostrará amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes. Todas las ciudades están divididas en gremios o corporaciones a las cuales les conviene que el príncipe conceda su atención.
Capítulo XXII
DE LOS SECRETARIOS DEL PRINCIPE.
La primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo rodean: si son capaces y fieles podrá reputárselo por sabio, pues supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un príncipe que el primer error que comete lo comete en esta lección.
Para conocer a un ministro hay un modo que nunca falla cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno y que en todo no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar porque el que tiene en sus manos el estado de otro jamás debe pensar en sí mismo, sino en el príncipe, y no recordarle sino las cosas que pertenezcan a él. Por su parte, el príncipe, para mantenerlo constante en su fidelidad, debe pensar en el ministro. Debe honrarlo, enriquecerlo y colmarlo de cargos, de manera que comprenda que no puede estar sin él, y que los muchos honores no le hagan desear más honores, las muchas riquezas no le hagan ansiar más riquezas y los muchos cargos le hagan temer los cambios políticos.
Capítulo XXIII
DE CÓMO HAY QUE HUIR DE LOS ADULADORES.
Un príncipe prudente debe preferir rodearse de los hombres de buen juicio de su estado, únicos
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