El Principito
Enviado por warmisca • 1 de Noviembre de 2013 • 2.593 Palabras (11 Páginas) • 388 Visitas
EL PRINCIPITO.
AMOR y SENTIDO DE LA VIDA
"Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina" (p. 102). Lo que faltaba en la vida y en el trabajo del piloto era, precisamente, un para qué, un sentido, la mirada pura del niño que todos llevamos dentro, esa mirada que es capaz de ver corderos dentro de una caja, de encontrar a las cosas un valor que es más importante que su precio, una belleza que trasciende su utilidad.
La separación y la muerte no son la última palabra. "Parecerá que he muerto y no es verdad" (p.106). La muerte, cuando llega, es en el fondo un regreso que deja una estela tras de sí: "Nada en el universo sigue siendo igual" (p. 111) "Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir" (p. 91). Para el que sabe ver las cosas con amor, nada es indiferente.
Como se ha podido advertir, la historia que cuenta Saint-Exupéry está cuajada de símbolos. Ella misma lo es en su totalidad. Se trata en suma de una bella parábola sobre la amistad y el sentido de la vida. Todos los personajes que van apareciendo a lo largo de ella son representativos de ciertos tipos de hombres y mentalidades: la flor -el ser amado-, el zorro -el amigo verdadero y sabio consejero-, el vendedor de pastillas para apagar la sed -expresión de la mentalidad pragmática y consumista-, el farolero -trabajador/objeto-, el deshumanizado hombre de negocios...
«MI VIDA SE LLENARÁ DE SOL»
Es curiosa, por ejemplo, la relación que existe entre determinadas situaciones y el hecho de que sea de noche o de día. Así, la caída del piloto en el desierto da paso a una noche a mil millas de toda tierra habitada (p. 14). La aparición del principito tiene lugar "al romper el día" (id.). La rosa que ilumina el pequeño asteroide con su aparición se muestra «una mañana, exactamente a la hora de la salida del sol» (p. 39). «Si me domesticas -dice el zorro- mi vida se llenará de sol» (p. 83). La desolación que se apodera del aviador y de su pequeño compañero ante la necesidad de buscar un pozo en la inmensidad del desierto al azar es acompañada por la caída de la noche (p. 91). El descubrimiento de la fidelidad del principito hacia su flor y la profunda comunión entre éste y el aviador durante su marcha por el desierto da paso al encuentro del pozo «al nacer el día» (p. 93), etc.
La soledad, la desolación y la tristeza acontecen en la noche. La comunión de la amistad, el encuentro, la presencia del amigo, llenan el mundo de luminosidad y de relieve. El Sol se eleva con la aparición del ser amado. En medio del dolor y de la prueba, las estrellas infunden, no obstante, al que ama, la serenidad de la aceptación, la gozosa conciencia de sentido: «Todas las estrellas serán pozos con una roldana enmohecida. Todas las estrellas me darán de beber...» (p. 107) Otro tanto acontece al zorro con el color del trigo: «El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...» (p. 83).
El amor da valor a todas las cosas, incluso a las más inútiles y las más terribles: «La arena, al nacer el día, estaba de color de miel. Me sentía feliz también con ese color de miel... (p. 97). «Para vosotros, que también amáis al principito, como para mí, nada en el universo sigue siendo igual...» (p. 111)
«LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS»
El trabajo es para la vida, y es vida él también. Pero sólo adquiere sentido verdadero cuando es elevado por el amor, cuando se convierte en don para el bien de alguien. En medio de la soledad, en la cual consisten radicalmente la desolación, el dolor y la tristeza, se percibe el vacío existencial: «Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente». Frente al tedio que invade la vida del aviador, el trabajo, su avión, es el último asidero: «No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión» (p. 18). Pero querido por sí mismo solamente, y no por otro valor más alto, también este último apoyo termina por quebrarse: «Algo se había roto en mi motor...» (p. 13). Arrojado de este modo a la mayor soledad, «me dispuse a realizar -confiesa-, solo, una reparación difícil. Era, para mí, cuestión de vida o muerte» (p. 14).
La salida sólo aparecerá tras haber comprendido lo esencial, eso que es «invisible a los ojos»; tras beber de esa agua que es «buena para el corazón», nacida «de la marcha bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos», tras reconocer en ella un «regalo» (p. 96). La «avería en el motor», «lo que faltaba a la máquina» -el sentido, el corazón- se descubre en la donación de sí mismo: al dibujar un cordero, al escuchar la preocupación por el hecho de que las rosas tengan espinas, al consolar al pequeño amigo hasta entonces incomprendido, al compartir con él la escasa ración de agua, al tomarle en brazos y brindarle la solicitud que su fragilidad precisa.
«LA SED DEL CORAZÓN»
La decepción y el sentimiento de vacío de sentido se hicieron presentes lo mismo en el asteroide del pequeño príncipe que en el activismo y la vida social del aviador. Ambos han tenido que aprender a amar entre sinsabores hasta llegar a ver la vida de un modo más profundo y bello.
Hay un agua que «es buena para el corazón» (p. 92). ¿De qué tiene sed el corazón humano? La felicidad deseada nace del amor verdadero, de la entrega incondicional, de la abnegación en favor de alguien cuyo bien se procura. «Si me domesticas, mi vida se llenará de sol" (p. 83). «El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante» (p. 87). «Sois hermosas, pero estáis vacías. No se puede morir por vosotras» (id.). «¡Soy responsable de esa flor!» (p. 97). «... Y lo sentí más frágil todavía. Es necesario proteger a las lámparas: un golpe de viento puede apagadas...» (p. 93).
El oblativo amor de benevolencia es clarividente: «sólo se ve bien con el corazón» (p. 87); al «llenar de sol» la vida, el amor descubre el verdadero valor de las cosas y de las personas. Eso es lo que falta en la vida del rey, del vanidoso, del hombre de negocios, del bebedor, del geógrafo. También en la del farolero, aunque de él podrá decir. el principito: «es el único que no me parece ridículo. Quizá porque se ocupa de una cosa ajena a sí mismo... Es el único de quien pude haberme hecho amigo. Pero su planeta es verdaderamente demasiado pequeño. No hay lugar para dos...» (p. 64). Todos los demás han visto en el pequeño un «súbdito», un «admirador», una «pesada molestia» un «explorador». Le han valorado por la utilidad que pueden obtener de él, incapacitándose para amarle y aceptarle por él mismo, tal y como es. El bebedor, por su parte, es incapaz de salir
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